LIBROS

Carmen de Lirio, "la mujer más guapa de España", lo cuenta todo... o casi todo

La popular vedette, actriz y cantante ha terminado sus memorias, que se publicarán dentro de unas semanas

"Son unas memorias más bien líricas, en las que he intentado contar todo lo que he vivido desde que empecé a luchar por lo quería, que era triunfar en el mundo del teatro, hasta que lo conseguí. Las he escrito para salvar mis recuerdos, pero es un libro que vivirá y morirá como si nunca hubiera existido. La escritura es una de las artesanías más inciertas que existen. Nunca sabes si algo dejará huella".


Carmen de Lirio (Carmen Forns Aznar, Zaragoza, 1926) vive retirada de los escenarios en Barcelona. Con su hija y el marido de esta, con su nieta, con sus perros. Sin nostalgia de tiempos pasados: "Vivo como una princesa", asegura a través del teléfono. Pocas artistas españolas del siglo XX han despertado tanta expectación como ella; pocas han creado tanta literatura y fabulación. Quizá por ello, durante los últimos tres años ha ido escribiendo sus memorias, que publicará dentro de unas semanas la editorial ACV. Y por esa inminante publicación, Carmen de Lirio, la que a mediados de los 50 fue declarada "la mujer más guapa de España", no quiere desentrañar todas las novedades que ofrece en sus páginas. Pero, ¿lo cuenta todo?


"Cuento lo que me da la gana, lo que me conviene y quiero. Porque todo el mundo se calla cosas, usted también. Y si yo me callo más es porque he vivido más. Sé que el libro va a dar que hablar, pero que quede claro que en él no hay alcahueterías. Escribo de la misma manera en que hablo, en un español clarito y de la calle, y todo lo que cuento es lo que pasó. Pero he medido muy bien qué es lo que digo y de quién, y si está vivo o no". Y añade: "Yo no me he sentido nunca la mujer más guapa de España. Ni quiero que se me recuerde así. No se está tantos años en el candelero, como los estuve yo, solo por ser guapa".


"Tonterías en internet"


Sin haber cumplido los trece años, nada más acabar la guerra civil, la familia de Carmen de Lirio se trasladó a Barcelona, de donde era originario su padre. En la ciudad condal fue donde dio sus primeros pasos en el mundo del espectáculo, con un ansia tremenda por aprenderlo todo: a cantar, a bailar, a actuar, a decir bien las frases y sin acento. Trabajó muchísimo: estudiaba corte y confección, era modelo de pintores y, a la vez, actuaba en directo al término de las películas en los cines de barrio, solo para "coger tablas", para saber actuar con total naturalidad sobre un escenario. De aquella época vienen ya las primeras fabulaciones.


"De mí se han dicho auténticas barbaridades, mentiras completas y medias verdades, que son peores. Y muchas de estas tonterías circulan todavía por internet. Hay quien ha escrito que mis padres tenían una vaquería en Zaragoza y que me habían visto repartiendo leche con el cántaro apoyado en la cadera. ¡Qué más hubiéramos querido! En Zaragoza pasamos todo el hambre del mundo, y si nos fuimos a Barcelona es porque mi padre quería salir de la miseria. ¿Cómo me iba a apoyar yo el cántaro en la cadera, si no tenía caderas de lo delgada que estaba?".


Tampoco desfiló nunca con la Sección Femenina. "Jamás. No he sido de Falange en la vida. Un hermano mío fue joseantoniano, pero yo no. Se dicen por ahí muchas babosadas de mí, cosas con muy mala leche".


Adoptó su nombre artístico tomándolo de la canción "La Lirio", de Concha Piquer. Debutó en el Paralelo barcelonés en 1949 y fue la mejor vedette española de los 50. Fue estrella de la compañía de Joaquín Gasa, en la que estaban otras figuras del espectáculo, como Alady, Mari Santpere o su gran amigo Antonio Amaya. Era guapa, sí, pero también sabía cantar, bailar y actuar. Tuvo, como todas, problemas con la censura.


Prohibido levantar los brazos


"En todos los teatros había un palco para los dueños, otro para la Diputación, otro para el Ayuntamiento y otro para el gobernador civil. Y la Policía se sentaba donde podía -relata-. Lo que se censuraba era el talento, porque nadie hablaba de sexo en el escenario. Simplemente era que la gente con algo de talento no interesaba al Régimen. A mí me prohibían levantar los brazos en el escenario o mover la cintura. Yo bailaba la rumba, pero la rumba de verdad. ¿Cómo querían que lo hiciera sin mover la cintura? Pero al final no hacía caso. Me pusieron una multa de 5.000 pesetas por pronunciar una frase contra la que se me había advertido. Y mi canción 'En la noche de bodas' estuvo un año prohibida. Eran idioteces".


La revista tradicional, la de toda la vida, ¿se muere? "No es que se muera, es que lleva mucho tiempo muerta. Y las variedades también. La vida va mucho más deprisa: ahora lo que se llevan son los musicales. A mí lo que más me ha gustado es el teatro musical, y en mi época se daban dos funciones al día. Yo he hecho cine y teatro, en el mismo día, y luego me he ido a actuar a una sala de fiestas. Estaba todo el día corriendo de aquí para allá, siendo en un lado rubia, en otro morena... Ahora en el espectáculo se vive muy bien, con una función al día o tres a la semana".


No guarda buen sabor de boca del cine, aunque participó en más de cuarenta películas. "En mi época, -señala- en el cine no se ganaba nada, y por eso dejé de hacer muchas películas para dedicarme al teatro. De mis largometrajes se salvan 4 de 60. Yo, personalmente, no me quedo con ninguno, aunque reconozco que todos me han enseñado algo. Pero de muchos ni me acuerdo. Y, como dijo el poeta, 'solo es verdad aquello que en la memoria existe".