ARTE

Detectives y médicos de la piedra

Los materiales pétreos se ponen enfermos y se estropean, deteriorando edificos históricos y obras de arte. Un equipo de la Universidad de Zaragoza busca a los culpables de esos males y propone métodos para curar piedras, morteros y ladrillos.

Josep Gisbert no es el doctor House, pero tiene algunas cosas en común con él (no precisamente el mal carácter). Gisbert y las siete personas de su Equipo Arbotante son especialistas en analizar síntomas, diagnosticar males y plantear tratamientos. La gran diferencia es que sus pacientes no son personas, sino piedras, morteros, ladrillos y otros elementos minerales usados en la construcción de edificios.


El profesor Gisbert es geólogo, como otros seis de los miembros de su equipo, que se completa con un historiador especializado en arte. Tienen su base de operaciones en la Universidad de Zaragoza y son pioneros en poner la geología al servicio de la restauración de monumentos.


Escuchar a Josep Gisbert hablar de alguna de sus investigaciones es como asistir a un relato policiaco o ver un capítulo de "C.S.I.". Narra con desparpajo cómo descubrieron a los "culpables" que estaban acabando con algunos de los santos de la catedral de Tudela. Después de "estudiar el escenario del crimen" vieron que se encontraban ante una piedra caliza que se había mantenido ocho siglos tan ricamente pero, después de una rehabilitación del edificio, en pocos años había empezado a presentar "una patología muy agresiva". Datos importantes: en la composición de la piedra había restos de algas (alginita) y los daños eran mayores donde la piedra estaba más seca.


Su "principal sospechosa" era el agua, pero "al menos tenía que tener un cómplice, porque suele juntarse con las sales en los monumentos para hacer estropicios", dice Gisbert. Después de "interrogar en el laboratorio" a algunas sales, las evidencias apuntaban al magnesio como responsable. Descubrieron que el uso en la rehabilitación de cemento portland y piedra arenisca -ricos en ese elemento- había favorecido la acumulación de magnesio disuelto en agua en la piedra caliza. Al secarse las superficies más ventiladas, las sales cristalizaban con la ayuda inestimable de la alginita y su presión rompían bruscamente la roca. Caso resuelto. Solo faltaba aplicar una buena terapia para consolidar la piedra.


Intuición y saber


El ejemplo anterior, contado así, es una simplificación de un trabajo que exige tanto rigor científico como intuición, dice Gisbert. "Los físicos y los químicos estudian elementos puros, pero cuando un geólogo ve una piedra, en la formación de esta han influido cien mil factores. Por eso utilizamos más el método inductivo que el deductivo", explica el profesor.


O lo que es lo mismo, que tienen que hacer conjeturas, igual que los detectives, para imaginar cómo ha podido llegarse a un estado concreto. Y con paciencia, unos cuantos experimentos, buen instrumental tecnológico y, a veces, algo de suerte, aciertan.


Josep Gisbert lleva 18 años utilizando la geología al servicio de la restauración de edificios y elementos artísticos. Su equipo ha abierto camino, además, en la aplicación a la restauración de procedimientos "que se habían desarrollado para ingeniería", aclara. "Lo que hacemos, y con gran éxito, es trasvasar inventos que ya funcionaban, adaptándolos al campo de la restauración", agrega.


El Equipo Arbotante destaca especialmente en el estudio de las sales y su tratamiento. "Era un tema oscuro, nadie trabajaba en ello, pero me di cuenta de que las sales eran responsables de la mayor parte de las patologías de la piedra", comenta Gisbert, quien cree que en España aún no hay una consciencia suficiente de la importancia de hacer estudios científicos antes de ponerse a restaurar.


Más valdría prevenir


Josep Gisbert cuenta que algunos de los problemas más frecuentes de los monumentos suelen venir, precisamente, de las restauraciones inadecuadas, muchas de ellas hechas sin saber las consecuencias que la aplicación de determinados productos o elementos podrían tener con el paso del tiempo. Por eso, subraya la importancia no solo de que se hagan estudios previos para decidir el mejor modo de restaurar, sino también de que, en los años posteriores a una restauración, se haga un seguimiento del estado del monumento para prevenir nuevos deterioros.


"Hay comunidades autónomas muy conscientes de eso, como Castilla y León, y otras menos conscientes; Aragón está en un estado intermedio, solo se hacen estudios previos si el monumento es muy emblemático", opina. Y añade que "el problema es que son cosas que dependen de los políticos".


Experiencia y sorpresas


Cuenta Gisbert que los primeros estudios que hicieron en monumentos se los encargó la Fundación Ramón Areces. Trabajaron en la colegiata de Caspe, el monasterio de Rueda y el mausoleo romano de Fabara. De este último recuerda lo sorprendente que les resultó que "los romanos construían mejor de que lo que lo hacemos ahora: el mausoleo tiene 2.000 años y no hay goteras, utilizaron hormigón compactado y hormigón de cal hidráulica para aislar los cimientos y las paredes estaban revestidas con cal aérea".


También han estudiado los morteros que sujetan pinturas de Francisco de Goya, como las de Aula Dei y la cúpula "Regina Martyrum" del Pilar, o las de Claudio Coello en la zaragozana iglesia de la Mantería, que "están todas afectadas por las sales", comenta. Y adelanta que han ideado un sistema "para desalar un monumento entero", aunque todavía nadie les ha dado la oportunidad de usarlo.