DEBATE SOBRE EL ESTADO DE LA NACIÓN

Sin sorpresas y con muchos dardos dialécticos

Zapatero y Rajoy sí han coincidido en algo, en las dificultades existentes a consecuencia de la crisis, pero han defendido recetas distintas: el jefe del Gobierno cree que el camino es el plan de ajuste aprobado, y el líder de la oposición no ve otra salida que la sustitución del actual jefe del Ejecutivo.

Ni la Roja les unió
Ni la Roja les unió
EFE

No ha habido muchas sorpresas sobre el guión previsto en el penúltimo debate del estado de la nación de la legislatura: ningún conejo de la chistera, mucha economía, algo más que apuntes sobre el Estatut y visiones contrapuestas entre el presidente del Gobierno y el líder de la oposición.


Tan contrapuestas que Mariano Rajoy se ha lanzado a dar el paso de pedir públicamente elecciones ya, y José Luis Rodríguez Zapatero le ha retado a que si quiere sucederle como inquilino en la Moncloa presente una moción de censura. Todo ello aderezado con dardos dialécticos destinados a intentar hacer ver la incapacidad del contrincante.


Después de la sucesión de debates económicos que ha habido en los últimos meses en el pleno del Congreso no parecía que quedaran muchos anuncios que hacer hoy en este terreno.


Y así ha sido. Las arcas públicas no permiten alegrías ni la creación de nuevos fondos de los que se beneficien determinados colectivos, y la duda era si el jefe del Ejecutivo iba a precisar algunas medidas que se pudieran incorporar a los próximos presupuestos generales del Estado.


Ante ello, una pregunta flotaba en el ambiente, consistente en saber si en la jornada se iba a aclarar qué tipo de esfuerzo adicional se va a pedir a las rentas más altas para ayudar a superar la crisis.


Pero habrá que esperar algún mes más para ello, porque Zapatero se ha limitado a defender el plan de austeridad aprobado y un reparto equitativo del esfuerzo "que tendrá otras manifestaciones" en el proyecto de presupuestos. Es decir, la incógnita persiste.


Donde no ha querido Zapatero resquicios de duda ha sido en su actitud ante el futuro del Estatuto de Cataluña tras la sentencia del Tribunal Constitucional, y ante todos los diputados se ha comprometido a evaluar, en diálogo con la Generalitat, posibles modificaciones legales para superar las trabas planteadas por esa decisión judicial.


Se daba por hecho que se abordaría este asunto, y Zapatero lo ha planteado en los primeros compases de su intervención, "cogiendo el toro por los cuernos" -como ha apuntado un diputado socialista- o "echando más leña al fuego" según la interpretación de Rajoy.


Con las elecciones catalanas a la vuelta del verano, el Congreso ha servido de altavoz para marcar territorio y ha permitido augurar que, tras cuatro años de espera de una decisión del Constitucional, aún quedan muchas páginas que rellenar con el Estatut como protagonista.


Zapatero y Rajoy sí han coincidido en algo, en las dificultades existentes a consecuencia de la crisis, pero han defendido recetas distintas: el jefe del Gobierno cree que el camino es el plan de ajuste aprobado, y el líder de la oposición no ve otra salida que la sustitución del actual jefe del Ejecutivo.


Un presidente que ha reconocido el desgaste de confianza en los dos últimos años, pero que ha advertido al líder del PP de que, según las encuestas, tampoco él está para tirar cohetes.


Más allá de experimentos pirotécnicos y quizás en un exceso de precaución para que no hubiera acusaciones de intentar aprovecharse del éxito de la selección española de fútbol, ésta ha estado en boca de los diputados en los pasillos pero prácticamente ausente del debate.


Solo una mínima mención de Zapatero nada más iniciar su discurso para recalcar que a pesar de la "alegría colectiva" de los últimos días, el último año ha sido muy difícil. En esta ocasión, ni "la Roja" ha servido para unir.