DERECHOS HUMANOS

La Sección Española de Amnistía Internacional cumple 30 años

Un millón de españoles participaron en 2007 en acciones por algún caso de violación de derechos humanos.

La Sección Española de Amnistía Internacional cumple 30 años en este 2008. Un buen motivo para celebrar sus logros (AI-España ha conseguido la liberación de 338 presos de conciencia y contribuido a la de miles más en todo el mundo), pero sin perder de vista que la defensa de los derechos humanos es una tarea siempre inacabada. Con 50.000 socios como base, el reto lo asumen las 75.000 personas que habitualmente se ponen en marcha para defender a presos de conciencia y otras víctimas. Aunque, como dice su director Esteban Beltrán, "movilizan a muchos más".


De hecho, "un millón de personas participaron el año pasado en España en acciones por algún caso de violación de derechos humanos", remarca Beltrán, que retrata a Amnistía Internacional como "un movimiento más que una organización". Una "red de acción globalizada" que lo mismo apoya a presidentes (el checo Vaclav Havel, la asesinada Benazir Bhutto de Pakistán, el nigeriano Olusegun Obasanjo) que a gente anónima. Una red tejida con el respaldo a premios Nobel de Literatura (el turco Orhan Pamuk) y de la Paz (el ruso Andrei Sajarov, la birmana Aung Sang Suu Kyi, la iraní Shitrin Evadí, la keniata Wangari Maathai), pero también a miles de personas de a pie.


La Sección Española no esperó a consolidarse para ampliar ese activismo global con la defensa de presos de conciencia como el líder histórico de la izquierda uruguaya Liber Seregni, el ex presidente argelino Ben Bella y otros menos conocidos. "Somos, desde siempre, una organización de personas que trabajan por personas", subraya Beltrán, que incluye en la lista a gente que "a veces ni siquiera compartes lo que opinan", e incluso a "quienes pudiera pensarse que no merecen que se defiendan sus derechos humanos" por no haberlos respetado antes.

Hijo de la solidaridad


En la historia de Amnistía Internacional hay nombres españoles ya antes de naciera AI-España. El abogado británico Peter Benenson cita en su artículo fundacional "Los prisioneros olvidados" (1961) a su colega socialista vitoriano Antonio Amat, encarcelado sin juicio por buscar una coalición democrática, y al "profesor Tierno Galván y sus amigos literatos", que se libraron de condena por la "llegada de importantes observadores extranjeros". Poco después, la publicación "Amnesty" destaca la figura del "poeta de la libertad" Marcos Ana, seudónimo de Fernando Castillo Macarro y uno de los primeros presos políticos que AI consiguió liberar en nuestro país.


Marcos Ana llevaba 23 años seguidos en la cárcel, y por eso, a sus 88, todavía bromea diciendo que en realidad tiene 65 porque los de prisión no los cuenta. "Cuando salí, lo primero que hice fue fundar en París el Centro de Información y Solidaridad con España que presidió Pablo Picasso", señala tras recordar a otros amigos solidarios como Pablo Neruda o Rafael Alberti. Se confiesa agradecido a Amnistía Internacional, "no sólo por mí, sino por lo que sigue haciendo por otros". Y no duda en declararse "hijo de la solidaridad", por lo que sigue dando vueltas por el mundo -ahora va a Argentina y Chile "para que la pena de muerte no sea posible en ninguna parte" y para alertar contra "odios y rencores", sentimientos que no alberga porque "me sentiría profundamente desgraciado si me refugiara en ellos".

La vida, con otra mirada


El primer preso político al que AI pudo visitar en las cárceles franquistas fue el comunista Narcis Julián Sanz. Y en su activismo no faltaron nombres tan conocidos como el de Albert Boadella, cuyo elenco de Els Joglars sufrió cuatro condenas por la obra "La trona", que denunciaba el sistema judicial y la pena de muerte. Otras personas corrientes saltarían al primer plano cuando Amnistía asumió sus casos, a veces junto a otras asociaciones e instituciones. Como Joaquín José Martínez, condenado en Estados Unidos a la pena de muerte por un crimen que no cometió y que pasó de "sentirse solo con sus padres" a verse arropado por AI-España, partidos, ONG y personalidades. Su recobrada esperanza se confirmó con el nuevo juicio y la anulación de la condena.


Ahora es él quien agradece aquel apoyo unánime comprometiéndose con los derechos humanos en charlas de Amnistía o congresos internacionales contra la pena capital. "Me gustaría aportar más", remacha mientras subraya "cómo cambia la vida y lo ves todo de otra manera. Ahora vivo el día a día, no tengo las preocupaciones de mucha gente por cosas ínfimas, y al verlas me río por dentro". Y sigue apostando por la vida: "En mi empleo, estoy trabajando por el medio ambiente, por la naturaleza. Encontré dónde quiero estar".