SEGUNDO PRESIDENTE DE LA DEMOCRACIA

Hombre clave de la Transición

Leopoldo Calvo-Sotelo es el único jefe de Gobierno de la democracia que no ganó unas elecciones. Llegó a la Moncloa tras sustituir al frente del Ejecutivo al dimitido Adolfo Suárez, en una España convulsa por el terrorismo y la reacción de los grupos de ultraderecha, que amenazaban con arruinar el proceso de transición política. El recuerdo del golpismo quedó vinculado para siempre a su figura el 23 de febrero de 1981, cuando un grupo de guardias civiles capitaneados por Antonio Tejero asaltaron el Congreso de los Diputados durante la segunda votación de su investidura.


El fracaso de aquella asonada facilitó su designación, dos días después, por mayoría absoluta, y la formación del Gobierno que encabezó hasta las elecciones de 1982, en las que el PSOE de Felipe González logró una


Su mandato fue breve pero difícil por la complicada situación política: el alto mando militar, formado por generales franquistas, veía en la Constitución una traición a sus ideales; ETA había matado en 1980 a 91 personas, con especial ensañamiento en las Fuerzas Armadas, y la ultraderecha no había digerido la amnistía política, la legalización del PCE ni el proceso autonómico, en el que veía un riesgo para la unidad del país. Por si fuera poco, el partido que sustentaba el Gobierno, UCD, estaba en descomposición.


Años después, Calvo-Sotelo confesaría que cuando Suárez decidió irse, antes de anunciar su dimisión al país, le citó para una reunión secreta en su casa, junto a Pío Cabanillas, Rafael Arias Salgado, Francisco Fernández Ordóñez, Rodolfo Martín Villa, José Pedro Pérez Llorca, Landelino Lavilla y Fernando Abril Martorell, todos dirigentes de las distintas familias de UCD. Suárez les anunció que pensaba marcharse y les propuso a Calvo-Sotelo como su sustituto por no pertenecer a ninguno de esos sectores. Los asistentes celebraron una votación en la que depositaron sus papeletas en un cenicero, y en la que Calvo-Sotelo salió elegido, pero no por unanimidad.


Tras su traumática investidura y el rápido traspaso de poderes, Calvo-Sotelo meditó disolver las Cortes y convocar elecciones, pero después no lo hizo y agotó el mandato hasta las generales de 1982.


En su corta etapa hay tres acontecimientos fundamentales. El primero, el ingreso en la OTAN, en junio de 1981, que según explicó años después este atlantista convencido tuvo un contenido “estrictamente político” y persiguió instalar a España “definitivamente en occidente”. Su ministro de Exteriores, Pérez Llorca, dijo que “teníamos que estar en un club internacional” para neutralizar a los actores que, desde el interior del país, querían impedir su democratización.


Los otros acontecimientos que marcaron su mandato fueron la aprobación de la Ley del Divorcio y la llamada Loapa (Ley Orgánica de Organización del Proceso Autonómico), pactada entre UCD y el PSOE, norma que los nacionalistas nunca aceptaron por creer que limitaba las competencias de las autonomías, y que el Tribunal Constitucional tumbó después, en pleno mandato de Felipe González. Además, en su periodo de Gobierno vieron la luz los Estatutos de autonomía, salvo los de las comunidades históricas.


También tuvo que afrontar la crisis del aceite de colza, tras conocerse los primeros fallecimientos por la intoxicación, y dar la bienvenida a España al Guernica de Picasso.


Melómano y gran lector



Leopoldo Calvo-Sotelo, ingeniero de caminos y sobrino del líder de la CEDA José Calvo-Sotelo, asesinado días antes de estallar la Guerra Civil, se interesó por la política desde muy joven. Hombre cabal, culto, melómano y gran lector, decía sentirse gallego a pesar de haber nacido en Madrid.


Tanto que el 25 de junio de 2002 el rey Juan Carlos le concedió el título de Marqués de la Ría de Ribadeo, donde tenía una casa y pasaba sus vacaciones, junto a la condición de Grande de España. Entre sus obras destacan Pláticas de familia (2003), Papeles de un cesante (1999) y Memoria viva de la Transición (1990).