El PSOE asume que Sánchez no modulará su hiperliderazgo y soterra el debate sucesorio

Los socialistas aguardan al resultado de las catalanas para evaluar con más 'perspectiva' el efecto del inédito retiro del presidente.

Pedro Sánchez interviene en un acto electoral del PSC este sábado en Barcelona.
Pedro Sánchez interviene en un acto electoral del PSC este sábado en Barcelona.
Agencia EFE | Quique García / EFE

¿El episodio de los cinco días de encierro de Pedro Sánchez para tomar en solitario una decisión con profundas implicaciones institucionales y orgánicas provocó una sacudida en el PSOE? Sin duda. ¿Se traducirá esa sacudida en algo? La respuesta de cuadros y dirigentes del partido a esa pregunta es un coincidente "no". Nadie cree que el susto, transformado con el paso de los días, en algunos casos, en malestar por el hecho de que el presidente del Gobierno mantuviera incluso a su núcleo duro al margen de "la reflexión" sobre su continuidad al frente del Ejecutivo vaya a traer como resultado un tipo de liderazgo menos personalista. Otra cosa es que se haya resquebrajado la idea de que su secretario general es irrompible y que por esas grietas vaya filtrándose poco a poco el debate de su futura sucesión.

"Que las cosas cambien depende de su círculo. El partido ha dejado de funcionar porque le tienen más miedo que a un nublado. Ninguno fue capaz de decirle 'no nos puedes tener así' y eso habla muy mal de ellos", censura un dirigente territorial. Los colaboradores más cercanos al jefe del Ejecutivo niegan, en cambio, la mayor, minimizan las muestras de cesarismo que han dejado sus últimos siete años al frente del PSOE y ponen pie en pared. "Esto ha sido un episodio excepcional y ya está superado. No hay ningún cambio que hacer", zanja uno de ellos. "Extrapolar una situación en la que los sentimientos personales se han impuesto a un funcionamiento general es un error", replica otro.

Es cierto que cunde cierta sensación de que lo vivido en la última semana puede convertirse en un punto de inflexión interno y externo, porque Sánchez también se ha dejado algunos pelos en la gatera con sus socios. Por ahora, sin embargo, la idea más extendida es la de que hay que esperar a ver cómo se desarrollan los acontecimientos y reposar los ánimos. Al menos, hasta que pasen las elecciones catalanas del próximo domingo, determinantes para la estabilidad de la legislatura, y las europeas del 9 de junio. "Hace falta adquirir algo de perspectiva", remarca un cuadro autonómico.

Incluso los pocos que hablan abiertamente de empezar a pensar en un PSOE sin Sánchez lo plantean como una operación a medio plazo, como mera red de seguridad. "Nos hemos asomado al abismo y hemos visto que no hay nada pensado, pero este debate ya se abrió entre las municipales y las generales del año pasado, cuando creíamos que se perdía. Ahora, se ha retomado", subraya otro mando intermedio.

Si como él mismo aseguró el pasado martes, 24 horas después de poner fin al suspense sobre su posible dimisión, Sánchez opta por ser candidato a un cuarto mandato, es poco probable que nadie se lo discuta. Pero algunos creen que la suya fue una declaración meramente coyuntural pensada para atajar una discusión inconveniente en este momento procedimental y no necesariamente definitiva. Y ante esa eventualidad, hay voces que apuntan a que convendría estar preparados.

Tomar posiciones

En qué se traducirá ese estado de alerta es todavía difícil de anticipar. No se descarta que, en función de cómo evolucionen las cosas, el congreso federal previsto para 2025 se adelante a este otoño y tras él se aceleren las renovaciones de liderazgos territoriales pendientes. Ese podría ser un momento para tomar posiciones, pero no pocos dirigentes advierten contra las prisas.

Cierto o no, en el PSOE está asumido que el presidente del Gobierno apartó en 2022 a la entonces vicesecretaria general del partido, Adriana Lastra, precisamente por estar preparando el 'postsanchismo'. Aunque formalmente fue ella quien dimitió por necesidades personales (un embarazo de riesgo), la lectura que acabó cuajando fue otra. Y el hecho de que con posterioridad también fueran excluidos de cualquier puesto de responsabilidad quienes formaban su círculo más cercano solo sirvió para que se asentara una idea: que no habrá miramientos con quien se mueva por su cuenta.

Sus detractores ya se apresuraron a tomar nota de la reaparición de Lastra en el comité federal del pasado sábado -convertido en un clamor por la continuidad de Sánchez, para la mayoría, y en un funeral anticipado para unos pocos- junto al presidente asturiano (y líder de su federación), Adrián Barbón. Otros creyeron ver en cambio un deseo de postularse en la potente intervención del ministro de Transportes, Óscar Puente. "¿Qué sentido tenía que hablara? No es secretario general de ninguna federación y está en la ejecutiva", arguyen.

El nombre del exalcalde de Valladolid se suma así en las quinielas a los otros dos que, desde hace tiempo, acompañan cualquier conversación sobre un PSOE sin Sánchez, el de la vicepresidenta primera y número dos del partido, María Jesús Montero, y el de la ministra de Educación, Pilar Alegría. Todo puede acabar en agua de borrajas, pero el miércoles 24 de abril, con su carta, el presidente destapó una olla y el vapor sigue flotando en el aire.

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