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Perfil de Yolanda Díaz, el revulsivo que iba a relanzar a la izquierda alternativa

La gallega se presentó a las elecciones generales como la candidata de Sumar pero la plataforma no ha logrado los resultados esperados en ninguna convocatoria electoral.

Llenazo de Yolanda Díaz en la presentación de Sumar.
Llenazo de Yolanda Díaz en la presentación de Sumar.
Lerena/Infantes/EFE/EP

Yolanda Díaz, actual vicepresidenta del Gobierno y ministra de Trabajo, abrió una nueva página en sus veinte años de biografía política al postularse como candidata de Sumar a las generales de 2023 para recuperar el pulso electoral de la izquierda alternativa y ser el "comodín" de los socialistas que permitiera reeditar un gobierno de coalición con Pedro Sánchez. Nada ha sucedido como se esperaba. 

El primer golpe llegó a raíz de la exclusión de la exministra Irene Montero de las listas electorales, con la consiguiente separación del proyecto de Unidas Podemos. Las diferentes citas electorales han confirmado que Sumar no estaba consolidado y que el electorado de esa parte de la izquierda anda disperso y dividido. 

Las elecciones de este pasado domingo han sido un nuevo golpe al quedar igualado en votos Sumar al proyecto de Se Acabó la Fiesta.

Gallega a tiempo completo, esta coruñesa del municipio de Fene -donde nació el 6 de mayo de 1971- vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo, se empeñó en julio del 2022 en dar la vuelta al proyecto a la izquierda del PSOE, ante el declive inexorable de Podemos, con una propuesta transversal y sin siglas asentada en escuchar lo que la sociedad civil demanda.

Y tras patearse España durante todos meses y concluir el llamado "proceso de escucha", esta abogada laboralista, hija del veterano sindicalista de CCOO Suso Díaz, se decidió a ocupar un nuevo espacio de la izquierda.

Licenciada en Derecho y con tres másteres ( en Recursos Humanos, Relaciones Laborales y Urbanismo) Yolanda Díaz inició su trayectoria política en 2003 como concejala de IU en Ferrol, donde se mantuvo hasta 2011 para dar luego el salto a la política autonómica y resultar elegida diputada en el Parlamento gallego en 2012 dentro de la coalición Alternativa Galega de Esquerdas, que lideró el histórico nacionalista Xosé Manuel Beiras.

Casualidades del destino, Pablo Iglesias trabajó como asesor de aquella campaña en la que la líder de Sumar empezó a despuntar. Allí forjaron una amistad que, como tantas, luego se ha visto magullada por los devenires políticos.

Fue años antes de que el exsecretario general de los morados se convirtiera en su padrino a nivel nacional y peleara para que entrará en el Gobierno de Sánchez porque ella no compartía la idea de que Unidas Podemos se integrase en el Ejecutivo que tomó posesión en enero de 2020.

Cuando Iglesias se marchó, la nombró su sucesora, sin su permiso, y Díaz escaló de vicepresidenta tercera a segunda en julio de 2021.

Después, Sumar se interpuso entre ellos y acabaron totalmente distanciados, lo mismo que le ha pasado con Podemos, con choques que no han cesado desde que la ministra dejó caer sus aspiraciones electorales hace más de un año sin contar con los morados.

Yolanda Díaz no se ha dejado tutelar. El talante de la ministra de Trabajo, que se proclama defensora del acuerdo y el diálogo con discreción y reacia al ruido, ha encajado poco con las estrategias de presión emprendidas por Podemos en cada encontronazo dentro del Gobierno de coalición. Se vio con la guerra de Ucrania pero, sobre todo, con la ley del sólo sí es sí, donde abiertamente le han criticado que se haya puesto de perfil.

Diputada en el Congreso desde las elecciones de diciembre de 2015, Díaz mantiene la militancia en el Partido Comunista de España tras descolgarse de Izquierda Unida por discrepancias con Alberto Garzón en 2019, aunque sostiene que sus políticas son socialdemócratas.

Sin llegar al aprobado, la vicepresidenta segunda lleva meses siendo la líder más valorada en el barómetro del CIS y marcando un perfil "presidenciable" que muchos destacaron en su reciente intervención en la moción de censura de Vox, dando la réplica a Ramón Tamames, otro comunista en su pasado remoto, y haciendo equipo con Pedro Sánchez.

De sus momentos más personales, la vicepresidenta guarda "con mucho cariño" el recuerdo del día en que Santiago Carrillo le besó la mano cuando apenas tenía cuatro años y que por su casa acostumbraban "a desfilar camaradas comunistas" del mundo de la política y la cultura que militaban en la clandestinidad.

Separada de Juan Andrés Meizoso, dibujante técnico de profesión, tienen una hija, Carmela.

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