Por
  • Guillermo Pérez Sarrión

Adoctrinamiento ministerial

Mani
Manifestación independentista en Barcelona
Enric Fontcuberta / Efe

La reciente declaración de la ministra de Educación, Isabel Celaá, de que no hay adoctrinamiento en los libros de texto españoles de primaria y secundaria porque eso solo sucede con el 0,2% lleva a preguntarse qué puede llevar a la ministra para ir contra toda lógica y además faltar a la verdad. Tengo delante de mí unos cuantos textos de Historia de España, del bachillerato, en Cataluña: hay manipulación y grave de los hechos históricos, yo no tengo ninguna duda. Cualquier historiador que los vea puede comprobarlo. Entonces ¿qué pasa? Simplemente que estas declaraciones concuerdan con la política de ‘apaciguamiento’ del Gobierno socialista saliente. La intención es buena, la ejecución, fatal.

Y para eso hay que cuadrar la declaración aunque sea a martillazos. La ministra afirma erróneamente que los datos provienen del gremio de editores, pero precisamente los editores, por la propia naturaleza de su oficio, jamás han entrado a valorar los contenidos de los libros, cuya elaboración es competencia de las autonomías y los autores. En realidad la cifra proviene de un informe de la Alta Inspección sobre una muestra de 125 libros, un 0,2% del total, que sus autores hicieron para demostrar tal. La ministra nunca le ha concedido crédito sin decir por qué: pero los que lo han visto no opinan así. Pero además, como lo importante es el mensaje, y no la argumentación, la autora retuerce las cifras sin pararse a pensar: ¿0,2% de qué total? Si suponemos que la Historia genera un total de un 10% de los libros de texto en toda España el porcentaje de libros manipulados es del 2%; si dividimos el total de los libros manipulados por 17 autonomías y nos encontramos con que el adoctrinamiento aparece en solo tres o cuatro autonomías resulta que en esas zonas los textos con adoctrinamiento pueden llegar a un 10-20%, y si ese porcentaje 10-20% de libros no admisibles son precisamente los más vendidos en la autonomía puede resultar perfectamente que el adoctrinamiento sea mayoritario o total. Por tanto, decir que ese porcentaje no tiene ninguna importancia es falso: hay que situar los datos en su contexto correcto y eso no se hace.

A la hora de enjuiciar el contenido ideológico de los libros de texto en primaria, secundaria y bachillerato, los textos de ciencias tienen menos importancia, los de ciencias sociales tienen mucha más y los más importantes son los de Historia y los de Lengua y Literatura. En definitiva, lo que pasa es que la ministra desea justificar la política del Gobierno y la suya propia. Y, apreciando otras acciones de la ministra, dudo aquí de su neutralidad, porque antes fue consejera de Educación del gobierno vasco (PNV-PSOE), de una de las autonomías que ha sido acusada de adoctrinamiento.

Tampoco esto quiere decir que los socialistas sean únicos responsables de la manipulación de los textos. La Alta Inspección educativa está por encima de las inspecciones regionales y no ha ejercido las competencias que le corresponden con gobiernos populares. De hecho en 2002 fue el Gobierno del PP de Aznar el que eliminó la supervisión previa de los libros de texto, probablemente como efecto de algunas de las frecuentemente envenenadas negociaciones con los hoy independentistas catalanes. Las consecuencias han sido explosivas: el programa de catalanización masiva de Jordi Pujol se firmó el 2000 y desde esos años el control del contenido de los libros de texto por parte de la Generalitat ha llevado a la situación actual. De otras autonomías como la vasca no tengo datos fidedignos, y sí hay datos de que por lo menos los gobiernos de Mallorca y Valencia han tomado el mismo camino en fechas recientes.

Los manuales de historia son muy importantes para conformar el universo cultural de los estudiantes que, casi a la vez, se convierten en ciudadanos y votantes. Algún día la izquierda tendrá que reflexionar por qué se ha pasado con armas y bagajes al nacionalismo identitario. Yo creo que fue en los 90, cuando el PSOE percibió que ya no reuniría mayorías suficientes por sí mismo: es decir, por interés electoral, no por ideología, pero al final todo ha acabado en puro interés político, nada más. Probablemente haya otros factores intelectuales que influyeron, pero el caso es que el PSOE ha abandonado un bien concebido patriotismo constitucional, que debería ser la base de una democracia sana que permitiera aplicar políticas socialdemócratas, que es para lo que una mayoría les vota, para formar alianzas tóxicas que de seguro la impedirán porque su prioridad es segmentar el territorio. Así, permitiendo esta manipulación, seguirán ‘fabricando’ independentistas. Y hay alternativas: ¿para cuándo una coalición constitucionalista?

Guillermo Pérez Sarrión es catedrático de Historia Moderna en la Universidad de Zaragoza

gperez@unizar.es

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