¿Nadie quiere ser candidato?

El desprestigio de la política hace que las personas más preparadas y honestas huyan de ella.

Los partidos buscan candidatos con gancho.
Los partidos buscan candidatos con gancho.

Andan todos los partidos haciendo ‘fichajes estrella’ de cara a las elecciones. Les mueven dos razones. La primera, porque la ‘política espectáculo’ los lleva a poner como cabeza de lista electoral a ‘famosos’ que les garanticen un éxito de audiencia que pueda trasformarse en votos. La segunda, porque no hay figuras que destaquen por sus conocimientos y calidad ética, y estén dispuestas a meterse en política.

Tras la II Guerra Mundial, la consolidación de las democracias en Europa se logró con partidos (democristianos y socialdemócratas especialmente) funcionando como representantes de la sociedad al tiempo que como gestores del Estado con el objetivo de contribuir al bien común. La política era una actividad honorable porque se regía por el principio del servicio. Esto ha cambiado totalmente. La democracia actual padece una corrosiva defección de las élites, tanto de derechas como de izquierdas. Unas y otras huyen de la política como de la peste. Se ha convertido en una tarea sin prestigio, sobreexpuesta al escrutinio público, en la que hay que convivir con piratas y patanes, y, además, mal pagada.

Esta evolución ha generado un grave problema a las democracias: el reclutamiento de candidatos. Aunque hay excepciones, son abundantes los pícaros de escasa formación, sin maneras ni modales y con numerosas conexiones peligrosas. Resulta inquietante, pero son estos los que acabarán gobernándonos si no se dignifica la política.