Por
  • José Javier Rueda

El PP y el canto de Vox

Pablo Casado, en el viaducto de Teruel.
Pablo Casado, en el viaducto de Teruel.
Antonio García/Bykofoto

En 1988, Viktor Orbán fundó el partido Fidesz. Su objetivo era poner fin en Hungría a la dictadura comunista e ingresar en el club de la Europa democrática y plural. En 2010, cuando llegó al poder al frente ya de la principal formación conservadora, quiso acabar con un partido de extrema derecha que crecía exponencialmente, Jobbik; para ello abrazó el populismo ultranacionalista y racista. En 2018, el Europarlamento ha acusado a Orbán de haber puesto a Hungría a la vanguardia de la Europa reaccionaria.

Este giro de Hungría se asemeja a lo ocurrido en otros países de la UE: los partidos extremistas están fagocitando a las grandes formaciones de derecha. Estos clásicos partidos conservadores copiaron el programa más radical, pero la gente siempre prefiere el original a la copia. Algo así amenaza al PP si asume los postulados de Vox para intentar detener la pérdida de votos como la que ha sufrido en las últimas elecciones.

El PP es un partido que, como el PSOE, ha sido fundamental en la modernización de España en los últimos cuarenta años. Es una formación esencialmente centrista, europeísta y flexible dentro del abanico ideológico liberal-conservador. Es heredera de la democracia-cristiana alemana y de su capitalismo social. Pero ahora se le ha desgajado Vox, la organización que se presenta como referente español del ultra Steve Bannon (el ideólogo de la victoria de Trump).

Tras su fracaso en Andalucía, el PP escucha hoy los cantos de sirena que le animan a que abandone su raíz liberal para adoptar los postulados del populismo de extrema derecha. Son los mismos cantos que oyeron los conservadores franceses e italianos antes de hundirse ante el avance imparable del Frente Nacional de Le Pen y la Liga de Salvini.