Por
  • Astrid Barrio

La evolución del PDECat

Puigdemont ha fagocitado al PDECat y ha desnaturalizado el proyecto.
Puigdemont ha fagocitado al PDECat y ha desnaturalizado el proyecto.
Krisis'18

El PDECat surgido de la primera asamblea celebrada en julio parece haber renunciado a todo lo novedoso por lo que apostó en su asamblea fundacional de hace dos años y, protagonizando una vuelta a los orígenes en toda regla, ha acabado por convertirse en lo más parecido a la vieja Convergencia. Y no precisamente por la impericia, la dejadez o la falta de ganas de la nueva hornada de dirigentes que, con Marta Pascal y David Bonvehí al frente, tomaron las riendas del partido, sino por culpa de la perturbadora influencia ejercida por Carles Puigdemont, que se ha dejado sentir con toda crudeza.

El PDECat, concebido como una mutación de una CDC lastrada por los escándalos de corrupción, hizo todo lo posible por distanciarse del original. Cambió de nombre, adaptó la organización, modificó el método de selección de candidatos y diseñó un nuevo modelo de liderazgo. En vez de una organización interna centralizada y opaca se decantó por un modelo de partido más participativo y transparente y, en vez del tradicional método dactilar en la selección de candidatos, se inclinó por celebrar primarias. Alejándose del clásico liderazgo personalista, adoptó una dirección colegiada y solo in extremis creó figuras de dirección unipersonales. Seguramente en lo que más se siguió pareciendo el PDECat a la vieja CDC fue en que, más allá de resguardarse bajo el paraguas del nacionalismo mutado en independentismo, seguía haciendo gala de una notable indefinición ideológica. Consciente de ese déficit, el propósito de la primera asamblea no era debatir en torno al liderazgo ni acerca de la OPA de Puigdemont, como ha acabado pasando, sino concretar el contenido ideológico del nuevo partido situándolo claramente a la izquierda.

Pero el 1 de octubre, la declaración de independencia, la aplicación del artículo 155 y la huida de Puigdemont han acabado por convertir los cambios del PDECat en papel mojado. La decisión de Puigdemont de presentarse a las elecciones y la constitución de ‘Junts per Catalunya’ lo dejó fuera de juego. Descargado el partido de la gestión parlamentaria y del gobierno -primero por el 155 y más tarde por su absoluta marginación-, se pudo consagrar a la preparación de las elecciones municipales, terreno donde se disputa la implantación territorial y el control de la organización. Así, el PDECat, pese a todo, hizo lo que tocaba y fue eligiendo los alcaldables a través de primarias y ha registrado el partido ‘Junts per Catalunya’ por lo que pudiera suceder en el volátil campo independentista. Pero fue la pérdida de protagonismo de Puigdemont desde la investidura de Torra y el determinante papel de Pascal en la moción de censura de Pedro Sánchez, haciendo gala de un posibilismo que ya se había expresado bastantes meses antes, lo que verdaderamente pareció abrir una ventana de oportunidad para el PDECat.

Pero el independentismo parece estar destinado a protagonizar súbitos cambios de guion. Un Puigdemont muy reforzado tras la decisión de la Justicia alemana de no extraditarlo por el delito de rebelión lanzó la iniciativa ‘Crida Nacional per la República’, por medio de la cual se pretende construir un movimiento nacional fagocitando al PDECat y a todo independentista que se deje. Ante la resistencia de Pascal, sintiéndose también muy reforzada, el expresidente amenazó con romper el carné del partido si esta mantenía su aspiración a seguir liderándolo. Ante la falta de suficientes apoyos, la coordinadora general ha optado por abandonar y el partido ha aceptado diluirse en el nuevo movimiento no sin una notable contestación interna.

Con ello se ha esfumado todo lo que de novedoso tenía el PDECat y ha resucitado lo peor de la vieja Convergencia: la vocación de ser más un movimiento que un partido; menos participación y transparencia y más centralización; de nuevo un líder monocrático, y otra vez, vergonzantemente, un absoluto menosprecio al liderazgo femenino. Y como sucedía con la vieja CDC, quien osa desafiar al líder supremo es apartado. Le pasó a Roca con Pujol y le ha pasado a Pascal con Puigdemont. El expresidente no ha perdonado a Pascal que hiciera valer la autonomía del partido para contribuir a un cambio de aires en la política española que ha puesto en entredicho su estrategia de la confrontación.

Astrid Barrio es profesora de Ciencia Política de la Universidad de Valencia

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