La importancia de ser presidente

Heraldo
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Dicen que la mayoría de las personas que han perdido una parte de su cuerpo continúan sintiéndola a pesar de ello; este fenómeno es lo que se conoce en medicina como dolor o síndrome del miembro fantasma. Hasta hace muy poco, el PP participaba en clave política de esta engañosa percepción. También Ciudadanos, aunque con la singularidad de que lo que ellos sentían como real nunca había existido fuera de las encuestas. Los resultados de las elecciones generales de 2015 acabaron con el ciclo virtuoso que habían iniciado los populares tras los comicios de 2011. Atrás quedaron más de 3.651.000 votos, de los que, eso sí, recobrarían una parte al repetirse meses después las elecciones. Sin embargo, a juzgar por la manera en la que se relacionaban con el resto de las formaciones y con la sociedad en general, daba la impresión de que para el PP todo seguía igual y que aún constituían la mayoría absoluta del Congreso. Lo que entonces no pudieron o no quisieron percibir, ahora han tenido que asumirlo a la fuerza tras la moción. Fruto de esta catarsis impuesta, entre otras cosas, el PP ha descubierto una gran oquedad en su censo ‘oficial’ de afiliados. Al final, los 865.000 militantes de los que presumían tanto en realidad eran solo 147.000 y de ellos únicamente 66.706 se inscribieron para renovar al líder del partido. Como resulta comprensible, ante semejante hallazgo, el PP no ha saltado precisamente de alegría; sin embargo, aunque les duela, ese dolor tiene un efecto cauterizante. Solo desde el conocimiento exacto de su situación real, dispondrán de una oportunidad para recomponerse. Si continúan apoyándose sobre extremidades fantasma, caerán al primer paso. Suceda quien suceda a Rajoy, Santamaría o Casado, conviene que lo tenga presente.

A diferencia del PP, dentro del PSOE sí que sabían lo que habían perdido y por qué les urgía recuperarlo. Como agudamente captó Andreotti, el poder desgasta, sobre todo al que no lo tiene. Estos últimos años, mientras el PP encarnaba la primera cara de la afirmación, el PSOE sufría su reverso, bordeando la ruina en la que ya han caído los partidos socialistas francés, griego e italiano. No resulta casual en absoluto que las divisiones internas afloren justo después de una derrota. Sobran los ejemplos: la batalla por la secretaría general del PSOE, Vistalegre II o, recientemente, las primarias del PP entre seis candidatos, algo excepcional en un partido poco acostumbrado a exteriorizar sus divergencias.

Un par de semanas atrás, Macron se encaraba con un adolescente por llamarle Manu en vez de señor presidente. Ambas fórmulas, independientemente de cuál de las dos se elija, la coloquial o la formal, hacen referencia a la misma persona, no obstante, la imagen que se proyecta de ella difiere de forma significativa en función del tipo de registro utilizado. ‘Manu’ transmite proximidad, mientras que ‘señor presidente’ remarca los atributos distintivos del poder. Cercano o lejano, el lenguaje en política importa y mucho, igual que ser presidente o no. Desde que llegó al Elíseo, Macron ha querido recuperar la solemnidad del cargo, en claro desmarque respecto a la actitud abierta que mantenía su predecesor. No puede decirse que haya un enfoque intrínsecamente superior al resto. Las preferencias de la sociedad van rotando con el tiempo y lo que ha funcionado durante años puede dejar de hacerlo súbitamente y a la inversa.

En cualquier caso, se ejerza desde un estilo u otro, no cabe duda de que el poder realza la figura de quienes lo ostentan mejor que cualquier cosmético. Basta comprobar la transformación que ha obrado sobre el PSOE el regresar a la Moncloa. ¡Qué mejor forma de volver a parecer un partido de gobierno que gobernando! Tanto han cambiado las cosas en tan poco tiempo que incluso cuesta reconocer al señor y al presidente Sánchez como la misma persona. Antes de la moción, el PSOE estaba viéndose expulsado hacía posiciones cada vez más secundarias, incapaz de contener el fulgurante ascenso demoscópico de Ciudadanos. Donde el señor Sánchez fracasó, el presidente Sánchez ha triunfado... de momento. Para lo bueno y para lo malo, hoy, la mayoría de los titulares políticos se conjugan con él y su gobierno como sujetos principales y las encuestas los sitúan a la cabeza. Queda claro que su audaz conquista del poder ha favorecido las perspectivas electorales del PSOE, ahora le espera lo más difícil: demostrar que su acción de gobierno es capaz de mejorar el país.