El sesgo electoral catalán

No puede decirse que en el sistema electoral catalán, que es el mismo que el del conjunto de España, se produzca un déficit de proporcionalidad. Lo que sí existe, debido a la distribución provincial de escaños, es un sesgo que favorece a los independentistas.

Tras las elecciones catalanas y la obtención de la mayoría absoluta de escaños de los independentistas, las críticas al sistema electoral catalán se multiplican. El bloque no independentista ha obtenido un 43,43% de los votos (50,82% si contamos ‘CatComú-Podem’) y el 42,2% de los escaños (48,1% si contamos CatComú-Podem). El bloque independentista suma el 47,27% de los votos pero obtiene el 51,85% de los escaños.

Cataluña no tiene ley electoral propia y, por tanto, se aplica la ley electoral estatal. He defendido en este mismo diario la ley electoral española y los argumentos que utilicé podrían extrapolarse a Cataluña. El sistema electoral español y, por tanto, el sistema electoral catalán no tienen un problema de falta de proporcionalidad.

Si tomamos en consideración los resultados de las elecciones catalanas y comparamos el porcentaje de votos y escaños obtenidos por cada uno de los partidos políticos obtendremos que tenemos una proporcionalidad, según el índice Rose, del 92,57%. Ciudadanos ha obtenido un 25,37% de los votos y un 26,6% de los escaños (una sobrerrepresentación de 1,23), aunque el partido más sobrerrepresentado ha sido JuntsxCat que ha obtenido un 21,56% de los votos frente a un 25,37% de los escaños (una sobrerrepresentación de 3,81), junto con ERC, con el 21,31% de los votos y el 23,7% de los escaños (una sobrerrepresentación de 2,39). Los partidos más perjudicados han sido CatComú-Podem, con un 7,42% de los votos y un 5,92% de los escaños (una infrarrepresentación de 1,5), seguido de la CUP, con un 4,4% de los votos y el 2,96% de los escaños (una infrarrepresentación de 1,44), el PP, con el 4,24% de los votos y el 2,96% de los escaños (una infrarrepresentación de 1,28) y el PSC, con el 13,82% de los votos y el 12,59% de los escaños (una infrarrepresentación de 1,23).

Si matemáticamente estamos por encima del 92% en proporcionalidad, tampoco se puede decir que se adolezca de falta de proporcionalidad desde el punto de vista de otros sistemas electorales autonómicos. Según los cálculos de los investigadores Fernández Esquer y Rama Caamaño, Cataluña se sitúa entre las cinco comunidades autónomas más proporcionales de las diecisiete españolas.

En Cataluña no existe un problema de proporcionalidad, o falta de ella, como se reitera en los últimos días. En la coyuntura actual lo que sí puede apreciarse es un problema de cierto sesgo independentista. Me explico.

Todos los sistemas electorales, persiguiendo el objetivo de la gobernabilidad, ayudan a que los partidos con más número de votos obtengan una prima o mayor número de escaños que el que les correspondería. Ello siempre a costa de los partidos que obtienen menos número de votos. Siguiendo una metáfora utilizada hace años por un politólogo estadounidense, los sistemas electorales hacen como el ‘sheriff’ de Nottingham, el villano en la leyenda de Robin Hood, que entregaba a los ricos lo que robaba a los pobres.

La peculiaridad del sistema catalán es que no ha sido el partido con más votos el que mayor prima ha conseguido. Ello se debe fundamentalmente al reparto de escaños por provincias, según el cual, las circunscripciones menos pobladas (Tarragona, Lérida y Gerona) están sobrerrepresentadas. Y el problema reside no en esa sobrerrepresentación, que podría ser neutra, sino en que fundamentalmente en Lérida y en Gerona es donde se concentra el voto independentista. Por eso, existe una tendencia en el sistema electoral catalán a dar ventaja siempre a un mismo bloque: al bloque independentista.

El posible objetivo de una reforma del sistema electoral catalán no debería ser una mayor proporcionalidad. La fragmentación de su Parlamento es ya más que suficiente (solo superada en el ámbito autonómico por Aragón y Navarra) para encontrar dificultades de gobernabilidad. En todo caso, el objetivo debería ser la desaparición del sesgo independentista.