Aniversario

En el diván de González

Dos mil personas se reúnen para rendir homenaje al ex presidente del Gobierno 30 años después de su llegada al poder.

El PSOE ha mirado este domingo hacia atrás para tomar impulso. El acto de homenaje que ha organizado en Madrid a Felipe González con motivo del 30 aniversario de su llegada a la Moncloa le ha servido para hacer terapia ante una de sus etapas más difíciles y buscar resuello en el diván del expresidente.


No se trata de un sentimiento de nostalgia, han precisado algunos de los que protagonizaron la Transición desde las filas socialistas, sino de buscar unas señas de identidad que, si no perdidas, sí han quedado diluidas en un momento de crisis en el que los españoles buscan referentes.


Es el mensaje que ha lanzado González en su intervención en forma de diálogo con quien hoy es el líder del partido, Alfredo Pérez Rubalcaba, y ante el que ha instado a sus compañeros a moverse ya y a no dejar para más adelante sus asignaturas pendientes.


Entre ellas, una en especial, presentar ideas sin demora para recuperar la perdida vocación mayoritaria y volver a conectar con los ciudadanos. Para ello, ha prescrito más recetas: por ejemplo, listas abiertas.


Rubalcaba se ha aferrado al espíritu que aún ve joven de González (aunque éste se haya negado a abrirse un perfil en Twitter) y ha mirado también hacia adelante para rubricar una propuesta, un "radicalismo reformista" para que el PSOE siga siendo el partido que aún ve sólido y fuerte pese a momentos tan delicados como el que ahora está atravesando.


No es que haya habido diferencia de criterios, pero sí han escenificado algunos matices recibidos con sonrisas y aplausos del aforo.


Han sido unas 2.000 personas las que han querido sumarse al homenaje de González, en el que en primera fila se han situado el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero y once de los dieciséis ministros del primer gobierno socialista.


Entre ellos Alfonso Guerra, José Barrionuevo, Carlos Solchaga o Miguel Boyer, muy recuperado del ictus sufrido hace varios meses y que ha sido uno de los receptores de más abrazos de la jornada.


Una silla vacía con una rosa roja ha rendido homenaje a otro de ellos, Ernest Lluch, asesinado por ETA y para el que no han faltado palabras de reconocimiento de González y Rubalcaba, quien, en medio del cariño que profesa hacia él, le ha puesto un pero.


Siendo ministro de Sanidad, le llamaba cada lunes que perdía el Real Madrid y que ganaba el Barcelona para burlarse de él, y una de esas veces le citó en su despacho y le aconsejó un medicamento para su calvicie. Conclusión: "Lluch era un excelente ministro y un desastroso dermatólogo".


Entre los asistentes, la actual esposa de González, Mar García Vaquero, que ha ocupado asiento tras la mujer de Rubalcaba, Pilar Goya, y hasta cuatro decenas de miembros de gobiernos socialistas de toda la etapa democrática.


"Treinta años después, gracias Felipe", rezaba el lema del acto, en cuyos prolegómenos se ha proyectado el vídeo realizado para la ocasión y que cuenta con numerosas imágenes de una España aún en blanco y negro que los socialistas se atribuyen el haber coloreado con la gestión de González.


Muchos de los asistentes no habían nacido o habían cumplido pocos años aquel 1982 en que González llego a Moncloa. ¿Y cómo lo hizo?: "acojonado". Es lo que ha confesado hoy quien tuvo aquel sentimiento.


Pronto fue dejándolo atrás pese a la dificultad de la gestión y de momentos muy complicados como el referéndum de la OTAN, que hoy ha dicho estar seguro de que le costó más votos al PSOE que, por ejemplo, la reconversión industrial.


González ha situado el consenso como uno de los elementos clave para superar crisis como la económica que atraviesa en la actualidad España.


Él asegura saber de eso, pero ha dicho que se cerraron las puertas para el pacto en 1989. No ha concretado más y ha dejado la conclusión para quienes le escuchaban. Una pista es que ese año José María Aznar llegó a la presidencia del PP.


Y Aznar fue quien, en 1996, apartó a González del Gobierno. Dieciséis años después ha agradecido los muchos votos que siguió recibiendo entonces.


"Me seguían votando cuando yo ya estaba harto de mí mismo", ha confesado antes de ofrecerse de nuevo a su partido hasta que, como diría Ramón Rubial, el cuerpo aguante. Hoy no ha parecido que el PSOE esté aún harto de él.