La fe como único vecino

El sacerdote de San Pedro Manrique, Toño Arroyo, atiende 56 núcleos de población, buena parte de ellas apenas habitados.

Antonio Arroyo, en una fotografía de archivo
La fe como único vecino
Mariano Castejón

Antonio Arroyo, conocido popularmente como Toño, lleva 35 años como párroco de San Pedro Manrique y buena parte de ese tiempo también ha sido el encargado de llevar la palabra de Dios a un total de 56 núcleos de población, una labor en la que se entremezclan el esfuerzo del cura y la gratitud de los vecinos que resisten en una de las comarcas más despobladas de España, la de Tierras Altas.


"Creo que la unidad pastoral de San Pedro Manrique es la más amplia al contar con 56 pueblos ", explicó este cura , quien se apresuró a explicar que "buena parte de ellos apenas cuentan con vecinos en invierno". "De éstos hay 11 en los que de normal no vive nadie, otros 15 que están medio deshabitados, en los que hay vecinos de manera puntual y poquita gente", comentó. Es en estos lugares en los que durante los meses de primavera, otoño e invierno "apenas hay labor pastoral". "Hay más jaleo en verano, cuando llega gente de fuera y son las fiestas patronales", comentó.


Por el contrario, "otros ocho sí que tienen un poco más de vida y 22 que aunque cuenten con pocos vecinos tienen algo más de movimiento de manera habitual".


Según explicó, la "falta de curas" conlleva que los existentes tengan que atender numerosos núcleos de población.


Hasta el pasado mes de octubre, Arroyo contaba con la ayuda de un compañero, Jesús, destinado desde entonces en Covaleda.


La eucaristía se celebra cada domingo en San Pedro Manrique pero cada 15 días Arroyo visita "alguna zona". "Por ejemplo un día voy a un conjunto de pueblecitos pequeños y visito a los vecinos en los que hay pocos", comentó. "Me conozco todas las cocinas porque pasamos la tarde juntos, vemos qué tal están, charlamos de lo humano y lo divino, rezamos y nos tomamos unos choricillos para merendar", afirmó.


Arroyo explicó además que los vínculos se estrechan aún más en este tipo de situaciones. "Estamos en contacto con los trabajadores sociales de la zona y en muchas ocasiones tratamos otros temas que no son pastorales ni eclesiales", señaló.


"Muchas veces también estamos en contacto con las familias, que nos agradecen, por ejemplo, que vayamos a ver a sus padres porque ellos viven fuera y no pueden ir a visitarles tanto como les gustaría", comentó.


El párroco aseguró que son situaciones que se tratan "con cariñejo". "Cuando les visito lo hago sin prisas", añadió.


Para Arroyo, "la gente sencilla, de los pueblos, tiene su encanto y su riqueza y cuando estás en contacto con ellos ves realidades distintas".


Las localidades van recobrando vida "a partir de Semana Santa", cuando llegan las primeras personas para disfrutar de unos días de asueto, y el ajetreo va en aumento de cara al verano.


Por ello solicitó "un compañero de cara a esos meses para reforzar". "En esta zona creo que en proporción aumenta más la población que en otras zonas. En Villarijo, por ejemplo, no suele vivir nadie y en verano llegan a ser unas 80 personas", explicó.Falta de vocaciones

Para Arroyo uno de los inconvenientes a los que se enfrentan los sacerdotes que atienden el medio rural es "la falta de vocaciones". "Estamos pocos curas. En activo en la provincia de Soria seremos unos 65 y un alto porcentaje de ellos tienen más de 65 años", lamentó.


Para evitarlo, desde la Diócesis de Osma-Soria trabajan "en el Seminario Diocesano con los chavales".


Arroyo comentó además que "una línea para solucionar la falta de vocaciones podría ser dar cancha a los laicos para que vivan también la iglesia". "En algunas zonas hacen celebraciones y eso también aliviaría bastante nuestra labor", comentó.


También hizo referencia al acogimiento de sacerdotes llegados desde otros países. "Igual que España aportó misioneros a otros países, a algunas diócesis están llegando sacerdotes de otros países, a los que hay que cuidar bien porque puede que ahí esté otra de las vías para alcanzar un mayor número de curas", comentó. "Tendremos que seguir rezando para ver si Dios sigue llamando a gente al sacerdocio", sentenció.Pendiente del cielo

Este cura vive también pendiente de la meteorología, ya que cuando las inclemencias no lo permiten no puede desplazarse a los núcleos de población asignados.


"Los dos primeros domingos de febrero, el 1 y el 8, no pude salir a ningún pueblo a causa de la nieve. Tengo una radio aproximado de 30 kilómetros en el que se encuentran todos los municipios y hay zonas, como la de Santa Cruz de Yanguas o como la de Oncala, que cuando nieva se ponen bastante complicadas", explicó.Gestión del patrimonio

Otro de los inconvenientes a los que se enfrentan los sacerdotes del medio rural, y más en comarcas tan despobladas, es la gestión del patrimonio.


"En los 56 puntos de los que me encargo no hay iglesias o ermitas pero sí en bastantes de ellos y la gestión es complicada porque no es lo mismo solicitar ayudas para arreglar un templo al que se le da uso de manera más o menos continua que para uno ubicado en un pueblecito pequeño y que prácticamente sólo acoge celebraciones un par de veces al año", comentó.


Por ello quiso reseñar la "labor desinteresada" que realizan los vecinos o los hijos del pueblo que acuden en verano a los lugares de origen de su familia.


"La gente suele colaborar mucho y ayuda con lo que puede para arreglar los templos de las poblaciones de las que provienen", explicó, y añadió que "las instituciones colaboran pero hay que ponerse a la fila".


Arroyo reseñó que durante algunos años varias de las localidades de Tierras Altas han contado con campos de trabajo en los que han participado personas desplazadas desde Madrid o Valladolid, "y la gente ha sido generosa abriendo sus casas y dando cobijo y comida a los chicos".


"Los vecinos están comprometidos con su municipio y su entorno y también sugieren los arreglos u obras que echan en falta, aquello que se necesita", explicó.


A la falta de financiación para ejecutar estos trabajos hay que sumar la "preocupación" por los expolios en el patrimonio eclesiástico del medio rural. "A Dios gracias contamos con alarmas y con el trabajo de los agentes de la Guardia Civil y en nuestra zona no hemos tenido excesivos robos", señaló.


"Hay que trabajar por el mantenimiento de los pueblos y del patrimonio", sentenció.