RUSIA

El Kremlin prescinde de Abramóvich como gobernador de Chukotka

El multimillonario ruso de origen judío, Román Abramóvich, ha logrado por fin desembarazarse del cargo de gobernador de la remota región de Chukotka, situada en el extremo noreste de Rusia y una de las más pobres. El presidente ruso, Dmitri Medvédev, satisfizo su deseo y le destituyó, nombrando en su lugar a Román Kopin.


Abramóvich, no obstante, ha asegurado que continuará invirtiendo en Chukotka para ayudar a desarrollar su economía.


La nota oficial anunciando la promulgación del decreto presidencial incluía una pequeña biografía del célebre magnate ruso. Nació en Sarátov el 24 de octubre de 1966. En 1996 entró en el consejo de accionistas de la petrolera Sibneft, compañía de la que terminaría haciéndose dueño. Fue diputado y después gobernador electo de Chukotka desde diciembre de 2000. En 2005 volvió a ser reelegido, pero por la Asamblea local, no por sufragio universal.


Su designación corrió a cargo del entonces presidente Vladímir Putin. Su mandato debería haberse prolongado hasta 2010.


Abramóvich posee una fortuna que se calcula en 24.300 millones de dólares, la tercera de Rusia y una de las 20 más importantes del mundo. Por 'consejo' de Putin, el potentado ruso vendió Sibneft a Gazprom hace dos años. Es además dueño del equipo de fútbol londinense Chelsea desde 2003. Su abultado patrimonio incluye dos mansiones en Reino Unido, un chalet en Francia, tres lujosos yates, dos aviones y una abundante flota de vehículos.


En mayo se gastó 80 millones de euros en comprarle a su nueva pareja, la modelo Dasha Zhúkova, dos impresionantes cuadros, uno de Francis Bacon y otro de Lucian Freud, nieto del padre de la teoría del psicoanálisis. Abramóvich se divorció de su esposa Irina el año pasado.


El multimillonario ruso reside la mayor parte del tiempo en Londres. Dirigía desde allí la región de Chukotka, cuya superficie es mayor aún que la de Francia. Viajaba a la zona muy de vez en cuando. Se dice que la idea de ponerle al frente de la gélida región, habitada por algo más de 50.000 personas y en donde no hay más que renos, focas y osos blancos, fue de Putin. Pretendía así dar un impulso a la aletargada economía de esa peculiar región del Ártico.