EE. UU.

Bush lucha contra el olvido

Cuando George W. Bush abandonó en helicóptero el edificio del Capitolio el pasado 20 enero, la mayoría de los estadounidenses hacía semanas que casi ni se acordaban del hombre que durante ocho años había dirigido los destinos del país. Toda la atención la acaparaba su sucesor, cuyo mensaje de esperanza lanzado aquella fría mañana en Washington fue recibido por la mayoría como la gran medicina para salir de las múltiples crisis que golpeaban a la nación americana.


Consciente del signo de los nuevos tiempos o quizás marcado más que nunca por el lado de su personalidad que gusta identificarse con el 'hombre corriente', el ex presidente casi ha desaparecido de foco en los últimos siete meses. Tras una corta reclusión en su aislado rancho de Crawford, Texas, los Bush optaron por mudarse a Dallas, mejor ubicada para poner en marcha el tipo de actividades sociales y filantrópicas propias de las ex parejas presidenciales.


Pese al bajo perfil que ha adoptado desde entonces, el líder conservador apuntó en una de sus contadas apariciones que consideraba su 'Freedom Agenda' -la campaña lanzada durante su mandato para promover la democracia en el mundo, sobre todo en Oriente Próximo- el gran legado de su mandato.


Con esos mimbres, y mientras Obama y su equipo tratan de destejer los complicados nudos de la contradictoria política exterior de su predecesor, Bush trabaja ahora en lo que denomina Freedom Institute -Instituto por las libertades-, un centro político que funcionará paralelamente a su biblioteca presidencial y museo en un campus universitario de Dallas desde donde intentará que su nombre vuelva a brillar en el mundo.


Formalmente, todo encaja con la orientación que suelen dar a sus actividades públicas los ex presidentes en EE UU: aprovechar su gran experiencia en el manejo de los resortes de poder y usar esa influencia para promover todo tipo de causas. Jimmy Carter, con su respetado centro en defensa de los derechos humanos, y Bill Clinton, que mantiene altos niveles de influencia, tanto dentro como fuera de EE UU, son los ex mandatarios vivos más activos.


En el caso de Bush, con su prestigio seriamente dañado tras su salida de la Casa Blanca -tenía el índice de aprobación más bajo en los últimos 60 años- todo indica que si no se atreve a asomar la cabeza con más frecuencia y recupera cierta presencia en los medios va a tener muchos problemas para difundir su mensaje de libertad más allá de los costosos recintos de su fundación en Dallas. Hasta ahora, su aparición pública más significativa tuvo lugar el pasado 17 de marzo en la ciudad canadiense de Calgary donde pronunció una conferencia titulada 'Una conversación con George Bush'. Tras hacer un repaso a lo que consideró lo mejor de su mandato, prometió no criticar a Obama y le deseó éxito al frente del Gobierno. «El presidente merece mi silencio», afirmó, una frase que resume, en cierto modo, todo un estado de ánimo. Incluso su esposa Laura mantiene una agenda social mucho más activa, presidiendo actos benéficos o ayudando a recaudar fondos para las escuelas en Texas.


Libro de memorias


Durante aquella intervención en Canadá, Bush anunció que dedica parte de su tiempo a escribir su libro de memorias, que pretende publicar en 2010 bajo el título 'Decision Points'. Su obra se centrará en el análisis de las «12 decisiones personales y políticas más difíciles» a lo largo de sus años en la Casa Blanca.


Después de otro largo período de silencio, el ex presidente se dejó ver el pasado junio en una entrevista grabada para un programa de televisión dedicado a Irak. Sus palabras sobre la guerra sonaron con su acostumbrado tono de victoria y alabó con solemnidad a las tropas norteamericana de las que dijo «se han ganado un lugar especial en la historia de Estados Unidos».


En cuanto al sitio que ocupará en la memoria el líder republicano, puede que Obama tenga todavía mucho que decir. La revelación de que Dick Cheney ordenó a la CIA matar a los jefes de Al-Qaida sin informar al Congreso es la última muestra de los abusos de poder cometidos por la Administración republicana y un argumento más de aquellos que presionan al presidente para que autorice una investigación a fondo de la era Bush.