Trump, primer candidato a la Casa Blanca que debe enfrentarse a una causa penal

El expresidente mide esta semana su popularidad política en un proceso por 34 cargos de violación de leyes electorales castigados con cárcel.

Donald Trump, candidato a la presidencia de Estados Unidos.
Donald Trump, candidato a la presidencia de Estados Unidos.
Fulton County Sheriff's Office

Llegó el momento con el que soñaban muchos votantes del Partido Demócrata: ver a Donald Trump sentado en el banquillo de los acusados en un caso penal. Nunca antes un expresidente había sido enjuiciado criminalmente. El magnate vuelve a hacer historia con su irreverencia a lo establecido y se prepara para medir su popularidad política durante las próximas seis u ocho semanas.

El juez de origen colombiano Juan Merchán dará este lunes el pistoletazo de salida en la corte estatal del Bajo Manhattan con la selección del jurado. Se trata de encontrar ente el millón y medio de estadounidenses adultos que viven en la isla de los rascacielos a doce hombres o mujeres justos que puedan ser imparciales a la hora de juzgar a alguien que no deja indiferente a nadie.

Desde antes de que jurase el cargo en 2017, a Trump le precedía su fama de hombre de negocios sucio y despiadado que había aprendido el oficio inmobiliario entre ruletas de casinos y campos de golf.

Son esas prácticas, amplificadas por la luz de los focos, las que le han llevado a los tribunales múltiples veces en los últimos dos años. Primero, con la demanda civil por abuso sexual y difamación que interpuso la periodista de 'Vanity Fair' Jean Caroll. Luego, para enfrentarse a las acusaciones de fraude fiscal por inflar y devaluar a su antojo sus propiedades para obtener préstamos ventajosos y pólizas baratas.

En todos esos casos se buscaban reparaciones por daños y perjuicios, pero el juicio que comienza hoy es mucho más serio, porque no se puede resolver con dinero. A los 77 años Trump se encuentra ante la posibilidad de acabar en la cárcel, aunque nadie cree que ocurra, ya que no tiene antecedentes penales ni se trata de un crimen violento.

Al expresidente, que según las encuestas podría volver a ocupar la Casa Blanca a partir de enero, se le acusa de haber camuflado los pagos que hizo doce días antes de las elecciones de 2016 a la actriz porno Stormy Daniels para comprar su silencio. En lugar de declararlos como gastos de campaña, los anotó en los libros de contabilidad como honorarios de su abogado, Michael Cohen, que hizo de intermediario. En total fueron 150.000 dólares, pero como los aplazó en diferentes entregas, cada uno de los cheques que firmó y las subsiguientes entradas en los balances suponen un delito. En total, 34 cargos que conllevan cada uno un máximo de cuatro años de prisión.

"Manhattan es el hogar del mercado de negocios más significativo del país", explicó el fiscal de distrito Alvin Bragg al anunciar la imputación. "No podemos permitir que las empresas de Nueva York manipulen su contabilidad para encubrir una conducta criminal". A lo largo de seis semanas tendrá que probar no sólo que Trump falsificó la contabilidad, sino que lo hizo con la intención de defraudar a los votantes estadounidenses, a los que ocultó la información.

Stormy Daniels

No hay dudas de que el dinero con el que pagó a Cohen iba destinado a comprar el silencio de Stormy Daniels, porque el propio Cohen y la empresa mediática que colaboró con Trump para alertarle de que la actriz buscaba vender su historia lo han confesado. Tampoco hay nada ilegal en pagar a alguien para que guarde un secreto inconveniente. Lo ilegal para un candidato electoral es ocultarlo en los libros, algo que en el Estado de Nueva York sería delito leve, salvo que se haga con la intención de ocultar otro mayor. Ahí es donde el fiscal ha forzado la cuerda.

Algunos juristas muy críticos de Trump reconocen que si no fuera por su relieve difícilmente se habría elevado esa falta leve, que se podría saldar con una multa, a un delito grave que conlleva pena de prisión. El fiscal no está obligado a demostrar que Trump cometió un delito de violación de leyes electorales, pero sí necesitará probar que tuvo la intención de hacerlo. Eso lo tendrán que decidir los doce miembros del jurado que a partir de esta semana perderán su identidad y se convertirán en un número. Su nombre no volverá a ser mencionado. Sus vidas están a punto de cambiar drásticamente.

Trump ya conoce las instalaciones de la planta 15 del número 100 de Center St., donde entró por primera vez el año pasado rodeado de un circo mediático y manifestantes a favor y en contra de su imputación. A partir de hoy tendrá que sentarse en ese juzgado de lunes a viernes, de nueve de la mañana a cuatro de la tarde, salvo los miércoles.

Nadie duda de que por incómodo que le resulte aprovechará la situación para acaparar la atención de las cámaras y recaudar fondos entre sus seguidores. Tras su primera comparecencia el año pasado sus seguidores le donaron cuatro millones de dólares, según sus declaraciones de campaña, cifra que aumentó hasta 7,1 en los cuatro días que siguieron a su imputación en Georgia.

En total el mandatario está acusado de 88 delitos graves en cuatro jurisdicciones diferentes, pero todo indica que el único caso que se juzgará antes de las elecciones es el que hoy le tendrá sentado frente al juez Merchán. En sus manos estará dictar una sentencia que puede o no conllevar la cárcel dependiendo de su criterio personal. Se diría que alguien que tiene su suerte en manos de un juez haría lo posible por no irritarle, pero el expresidente le ha acusado públicamente de ser parte de una campaña política para despejar el camino a Joe Biden.

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