World Center Kitchen o cómo se lucha con un tenedor contra las balas

La ONG ha distribuido 350 millones de comidas desde 2010 con la premisa de proporcionar dignidad y esperanza a las víctimas de guerras y catástrofes

La primera dama estadounidense Jill Biden y el chef español José Andrés saludan a los voluntarios de la asociación World Central Kitchen
La primera dama estadounidense Jill Biden y el chef español José Andrés saludan a los voluntarios de la asociación World Central Kitchen
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"Hay muchas formas de luchar" y una de ellas es la "comida". El afamado chef José Andrés se pronunció así el 17 de abril de 2022, solo unas horas después de que un misil ruso impactase contra una cocina de World Central Kitchen en Járkov. Un civil ucraniano murió en la explosión. Cuatro colaboradores de la ONG resultaron heridos. El establecimiento voló por los aires. Pudo haber sido una masacre.

Pero los proyectiles no descansan. Persiguen. Casi dos años después de Járkov, una nueva guerra. Un nuevo misil. Una nueva tragedia. Ésta, letal. Siete voluntarios han muerto a causa de un bombardeo israelí cuando regresaban en un convoy después de dejar cientos de kilos de alimentos en un almacén en el centro de Gaza. Formaban parte de un peculiar ejército humanitario que hoy en día se reparte por decenas de países, cuyo volumen el cocinero que sedujo a Obama a base de tapas quizá nunca pensó que llegara a ser tan monumental hace catorce años. Las primeras víctimas mortales de la ONG lo han sido por un lema bendito: la comida es el "alimento" y la "esperanza" de los más desfavorecidos en los momentos peores.

José Andrés dio forma a este pensamiento por primera vez en 2010 en Haití, a donde se desplazó tras el catastrófico terremoto que sacudió el país y del que todavía no se ha recuperado, como muestran los disturbios provocados en la actualidad por las pandillas, que amenazan con tomar el poder. Allí, en mitad de un inmenso cementerio donde perdieron la vida 220.000 personas, se puso a cocinar platos haitianos para una población traumatizada, sin techo ni alimentos. Puré de frijoles negros. La primera receta de muchas que llegaron a continuación. Hasta hoy, que ha repartido 350 millones de raciones.

De aquella experiencia nació World Central Kitchen, que fundó con su mujer, Patricia, y ha logrado ampliar hasta convertirla en una multinacional de la dignidad. Porque la idea es esa. "Una comida bien pensada y recién preparada no es solamente algo menos por lo que preocuparse después de sufrir una catástrofe, sino que además sirve para recordar que esa persona no está sola, que alguien está pensando en ella y que a alguien le importa", explica en la presentación de la ONG.

José Andrés comenzó trasladando pucheros a zonas del planeta arrasadas por huracanes, inundaciones, erupciones volcánicas, seísmos o incendios forestales. Arrastró a cientos de cocineros y profesionales de la gastronomía que cumplen sus directrices o le siguen a todas partes. Pueden viajar desde Polonia a Gaza, donde hoy ha encontrado la muerte uno de los colaboradores asesinados, Damian Sobol. O de México a un barrio de Madrid, donde en una sola jornada podían despacharse 4.300 envases de comida en medio de la oscuridad de la covid.

Houston, Puerto Rico, Hawái o Japón han sido destinos azotados por el diablo donde las cocinas provisionales del chef han humeado. También han señalado la frontera de Texas. En medio de uno de los escenarios más absorbentes de la degradación humana, la organización del distintivo azul ha proporcionado comida a los migrantes procedentes del centro y el sur de América. La imagen es una vela en el caos: un precepto de los cocineros es que la presentación de los alimentos (verdura, arroz, legumbres y proteínas) sea "bonita" para reconfortar a sus demandantes.

Idear otras fórmulas

Las escalas aumentaron asombrosamente con la pandemia. Entonces, hubo que idear otras fórmulas. Cocinar y congelar millones de raciones individuales que luego se distribuían para que los ciudadanos pudieran consumirlas en casa. La ayuda se extendió a medio mundo. Incluida España. En Estados Unidos, el país donde se cebó especialmente el coronavirus, cuenta la propia web del grupo que resultó necesario crear una red de 2.500 restaurantes en 400 ciudades. José Andrés convirtió algunos de sus establecimientos en comedores.

Tras la pandemia, la guerra. En Ucrania WCK ha distribuido más de 260 millones de comidas. Los cocineros llegaron a las pocas horas del comienzo de la guerra. Quienes recuerden los inicios de la invasión rusa todavía conservarán las imágenes de miles de civiles en la frontera con Polonia. Allí empezaron a popularizarse las enormes cocinas de campaña azules de la organización, que en estos dos años de conflicto se han trasladado a la primera línea de fuego. Al frente. Allí decenas de voluntarios luchan estos días con tenedores contra las balas. Hay un equipo mágico. El equipo de respuesta a emergencias. Siguen la trayectoria de los disparos de artillería porque saben que allí donde ha explotado un cohete hay gente herida, montañas de escombros y grupos de rescate que necesitan sustento durante la búsqueda de víctimas. Dan de comer a las familias que no han querido o podido escapar de sus pueblos antes de la llegada del apocalipsis. Cada envase, con los ingredientes perfectamente alineados.

Este detalle proporciona una idea ajustada del mecanismo que representa WCK, convertido en Israel en el principal proveedor de comida a las familias gazatíes después de la propia ONU. Lo mismo sucede en Ucrania y desde hace unas semanas en Haití, al borde un golpe de Estado, con su primer ministro refugiado en Puerto Rico y miles de pandilleros armados en las calles. Se sirven más de 10.000 comidas al día en una red de doce cocinas comunitarias, con base en Puerto Príncipe.

Antes del mortal bombardeo de este martes, José Andrés y su equipo estaban ilusionados. El lunes partió de Chipre el segundo convoy marítimo que traslada suministros por mar a Gaza. Transporta 330.000 toneladas de víveres y artículos de primera necesidad. Los voluntarios fallecidos pertenecían a uno de los equipos que transportan los paquetes hasta el centro de Gaza. Otro precepto de la ONG es que "todos hacen de todo". Cargar con los alimentos, limpiarlos o almacenarlos. Entre las víctimas se encuentran Frankcom Lalzawmi, el polaco Damian Soból y el gazatí Saif Abo Taha, el conductor del grupo. Frankcom, conocida como Zomi, hacía apenas una semana que divulgó un vídeo donde explicaba las características del trabajo de la ONG. Hoy, esa grabación adopta una dimensión diferente.

Una maquinaria tan amplia necesita recursos. La ONG dispone de cientos de cocinas. Solo en Israel se acercan a las setenta. Una gran parte de los suministros e ingredientes que utilizan proceden de redes sostenibles que WCK ha creado con el paso de los años, así como de las granjas locales y de los comercios y restaurantes situados en las zonas críticas. Muchos cocineros y tenderos se ven imposibilitados para rentabilizar sus negocios en medio de una guerra o una catástrofe natural, de modo que la organización les contrata para dirigir sus cocinas y comedores. La primera cláusula dicta: "La comida no solo alimenta el cuerpo, sino que también alimenta el alma y proporciona un sentido de normalidad y esperanza en medio del caos".

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