Kiev fortalece Bajmut mientras los mercenarios rusos piden munición para mantener el frente

Wagner avisa a Putin que toda la ofensiva se «desmoronará» si no logra conquistar la ciudad, que rodea casi al completo

Un soldado ucraniano cava una trinchera en el frente de Bajmut mientras otro compañero vigila.
Un soldado ucraniano cava una trinchera en el frente de Bajmut mientras otro compañero vigila.
Oleksandr Ratushniak/Reuters

Bajmut ya tiene su canción. La batalla por esta ciudad de la región de Donetsk se ha convertido en un enfrentamiento tan decisivo de la guerra que ha ocultado todo lo demás. Incluso el grupo de pop-rock ucraniano Antytila acaba de dedicarle un tema en el que se escucha: «Fortaleza de Bajmut, nuestras oraciones están aquí». Y es cierto. Los rezos abundan en este enclave en disputa desde hace siete meses y cuyo paulatino encarnizamiento lo ha transformado en un cementerio donde yacen centenares o miles de soldados muertos y se amontonan los carros blindados reventados.

Hace solo dos meses Bajmut era un lugar de escaso valor estratégico, salvo por el interés del Kremlin en las carreteras que facilitan el abastecimiento de los ucranianos en el frente oriental. Aun así, incluso la Inteligencia estadounidense se mostraba horrorizada por la tremenda inversión en vidas y armas que Kiev realizaba en su defensa. El Pentágono instó a Volodímir Zelenski a abandonar esta posición debido a la velocidad con la que gastaba la munición y la creencia de que su empecinamiento dificultará la contraofensiva prevista en primavera con el fin de bloquear una posible gran ofensiva rusa. El presidente ucraniano respondió a EE UU con una negativa rotunda: Bajmut tiene un valor moral incalculable para la tropa.

Al otro lado de la línea, los rusos sí consideran que merece la pena combatir, sobre todo porque su conquista supondría la culminación a una serie de pequeños éxitos militares en pueblos del este del Donbás. Bajmut protege un nudo de comunicaciones, es el umbral de entrada a Kramatorsk, Sloviansk y el resto de la zona controlada por Ucrania, y, por encima de todo eso, significa la posibilidad de lograr la victoria virtual que Vladímir Putin necesita para presentar en Moscú como un triunfo de la invasión.

La mutua obsesión por el carácter simbólico de Bajmut ha dado como resultado una línea de frente dura y brutal, posiblemente la más sangrienta de toda la guerra. Y ha dotado a la ciudad del mérito operativo del que carecía, hasta el punto de que los dos ejércitos creen que perderla en estos momentos puede tener efectos incalculables en el futuro de la ocupación.

«Si Wagner se retira ahora, todo el frente colapsará», advirtió este fin de semana Yevgeny Prigozhin, jefe del grupo de mercenarios que combaten en primera línea. El líder ha denunciado de nuevo la interrupción de los suministros de munición desde Rusia, que no sabe si atribuir a un «retraso burocrático» o una «traición» de altos mandos del Kremlin, y criticado que a uno de sus enviados se le haya denegado el permiso para entrar en un cuartel general. Pero deja claro que, sin nuevos pertrechos, sus soldados de fortuna deberán retirarse con el consiguiente «desmoronamiento» del frente «hasta las fronteras de Rusia y, quizá, más allá». Prigozhin subraya que esta lucha reviste indudable importancia puesto que «atrae a todo el Ejército ucraniano y no le permite concentrarse en otros sectores del frente», al tiempo que el avance de los mercenarios obliga a las tropas rusas «a seguirnos para no quedar en evidencia».

Estados Unidos sigue clamando ante Kiev por lo que contempla como un error operativo. «La caída de Bajmut no significará necesariamente que los rusos vayan a cambiar el rumbo de esta lucha», sostuvo ayer el secretario de Defensa Lloyd Austin, para quien una salida de las fuerzas ucranianas con vistas a reposicionarse más al oeste «no sería visto como ninguna derrota».

Sin embargo, si Kiev había pensado en algún momento barajar los consejos de su principal aliado occidental, ya no existe sombra al respecto. En una reunión con su Estado Mayor, Zelenski dio este lunes el visto bueno a continuar con la defensa y «fortalecer aún más las posiciones». La determinación del presidente parece diamantina, más todavía después de conocer los problemas de los mercenarios rusos con la munición. Según el diario Bild, habría mantenido una agria discusión con el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, Valery Zaluzhny, después de que éste valorase abandonar la ciudad.

En el Ejecutivo impera la convicción de que mantener ocupados a los invasores en este lugar les impide concentrarse en otros objetivos como Limán o Járkov, aparte de someterles a un fuerte desgaste humano y material. Entre los comandantes crece la idea de que sus fuerzas podrían incluso dar la vuelta a la situación y doblegar a los rusos tras haber rechazado por ejemplo 130 ataques solo el domingo, aunque reconocen que la resistencia resulta muy complicada.

La trituradora humana

La voluntad de prolongar este enfrentamiento ha creado un panorama espeluznante. Soldados de ambos ejércitos coinciden en calificar los combates como una «trituradora de carne» que ha llenado de cadáveres el espacio entre las trincheras. El horror llega a tal extremo que algunas unidades arrojan los cadáveres sobre arcenes y despoblados para que exploten las minas ocultas. «Aquí todavía tenemos este dicho: 'Ve a Bajmut y muere'», cuenta Pyotr Voloshchenko, uno de los defensores de la ciudad. «Los rusos mueren en manadas. Hay miles de muertos porque sus ataques se estrellan aquí. Por lo tanto, no tiene sentido dejar Bajmut hoy. Es una fortaleza que corta sus intenciones de capturar más ciudades y pueblos», añade. Su superior, el coronel Oleksandr Syrsky, asegura también que Moscú envía «las unidades más preparadas». «Se les ve deseperados», remacha Voloshchenko en el digital 'Obozrevatel'.

Nadie sabe la envergadura real de este matadero. En su día censaba 73.000 habitantes y ahora apenas cuenta con 5.000 en un estado de pura supervivencia. La violencia desmedida ha expulsado a todos aquellos civiles que no han sido asesinados. Kiev dice en unas ocasiones que sus tropas abaten a 500 soldados rusos al día. Otras veces eleva la cifra a 800.

Respecto a sus bajas, guarda silencio, pero los médicos afirman que continuamente llegan decenas de soldados heridos del frente, lo que ofrece una idea de lo despiadado de la lucha, que en algunos suburbios se realiza cuerpo a cuerpo. El precedente a la defensa de Bajmut se remonta a las batallas de Sievierodonetsk y Lysychansk el pasado agosto, cuando Occidente pensó que el Gobierno de Kiev actuaba impulsivamente defendiendo dos localidades prácticamente abandonadas con un coste de centenares de militares fallecidos cada día.

El jefe de los mercenarios rusos aseguró este lunes que «la pinza se está cerrando» alrededor de Bajmut, supuestamente cercada por tres flancos. Todas las carreteras, salvo una que conecta con Chasiv Yar, son sometidas a intensos bombardeos. El hilo de los abastecimientos se debilita y existe el peligro de que los resistentes se queden encerrados y deban enfrentarse a la disyuntiva de combatir hasta la muerte o rendirse. Huir no parece una solución. Las imágenes de la televisión mostraban ayer a los ucranianos cavando nuevas trincheras.

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