Abrams y T-90, los perros de la guerra en Dombás

Rusia opondrá su mejor carro de combate, del cual apenas ha movilizado 200 unidades, frente a los blindados de EE UU.

El tanque Abrams durante una maniobra de la OTAN.
Tanques Abrams durante una maniobra de la OTAN.
INTS KALNINS

¿Abrams estadounidenses o T-90 rusos? La guerra de carros de combate en Ucrania ha comenzado ya sobre el papel. Y lo ha hecho por los dos blindados icónicos que previsiblemente se enfrentarán en la exrepública soviética el próximo otoño, más allá del Leopard alemán, el Leclerc francés o el Challenge británico que comenzarán a llegar a Kiev mucho antes, al inicio de esta primavera.

Estados Unidos se ufana de disponer de la máquina bélica terrestre más poderosa. El Abrams es la principal columna de su Ejército desde 1980 tras una década de desarrollo técnico. Nunca ha dejado de madurar. Es capaz de disparar a 2.500 metros de distancia y dispone de una autonomía de 449 kilómetros. Pero su gran virtud consiste en un sofisticado ordenador que reúne la información de distintos visores y determina el mejor rumbo de lanzamiento del misil. Su efectividad es del 95%.

Ante esa bestia tecnológica, Moscú opone dos modelos: el T-90 y el T-14 Armata. Los dos son también auténticos perros de la guerra. Sin embargo, el segundo no parece tener muchas probabilidades de llegar al campo de batalla. El Kremlin ha puesto en alerta a un reducido grupo de unidades, pero reconoce que su estado es "insatisfactorio" debido a los problemas mecánicos que están registrando.

El T-14 Armata rompe todas las reglas de diseño tanquista imperantes desde la Unión Soviética. Tampoco hay constructor en Occidente que haya hecho algo parecido. El habitáculo -o barcaza- es más amplio y equipa una torreta de disparo automática, además de una coraza reforzada. Esa amplitud suprime la norma rusa de inventar tanques de baja altura con el fin de ofrecer menos blanco al enemigo.

Sin embargo, su irrupción en el campo de la defensa militar no está exenta de polémica. El Kremlin anunció en 2015 su intención de producir más de 2.000 unidades y al principio de la guerra de Ucrania contaba únicamente con una docena. Se trata de un máquina cara. Supera los cuatro millones de euros. El Estado Mayor quiere experimentar con ella y averiguar si sus innovaciones técnicas son trasladables al resto de sus unidades motorizadas blindadas, y por ese mismo motivo su envío a Ucrania podría suspenderse.

En las retiradas que protagonizaron durante los primeros siete meses de guerra, los rusos se dejaron atrás cuatro T-90 en perfectas condiciones. Todos ellos de última generación, con innovaciones introducidas en los dos últimos años. Esta circunstancia ha permitido a la industria militar ucraniana, y por ende, a la Inteligencia de Occidente conocer algunos de sus dispositivos digitales más sofisticados, y el Estado Mayor ruso no quiere que eso ocurra con el T-14. Esto es la guerra tecnológica.

'The Economist' destacó en un artículo la impericia de los invasores, con el T-90 que permitió a EE UU cobrarse un botín largamente anhelado por el espionaje militar. Y expuso como ejemplo el caso de los T-72. A partir de que la Unión Soviética estrenase en 1974 este tanque, el Pentágono y la CIA tardaron trece años en conseguir uno de ellos para estudiar sus secretos. Lo hicieron por medio de un traficante de armas rumano que, por si fuera poco, les vendió el modelo más viejo.

El T-90M reemplaza precisamente a este legendario carro de combate, dramáticamente conocido por el número de veces que ha aparecido en fotografías pulverizado por los javelin y las minas de los soldados ucranianos. Paradójicamente, Kiev recibirá noventa T-72 soviéticos a lo largo de este año, que están siendo restaurados por los gobiernos de Estados Unidos y Países Bajos para modernizar su blindaje y dispositivos ópticos. La readaptación se realiza en la República Checa, en cuyos antiguos arsenales acumulaban polvo desde los tiempos de la URSS.

Dave Mjumdar, analista militar, considera que el Abrams M1 estadounidense equipa una mayor tecnología que el T-90, pero éste dispone de una estimable capacidad de fuego y resulta más bárato y sencillo de mantener. "En general, es un tanque bastante formidable, una mejora significativa sobre los anteriores tanques rusos", escribe en el portal militar 'The National Interest', El cañon, de 125 milímetros, permite a un proyectil alcanzar los cuatro kilómetros de distancia con enorme precisión, pero además mantiene el mecanismo de recarga automática tradicional ruso que posibilita una velocidad superior de disparo. Mientras, la munición de los Abrams debe reponerse de forma manual.

El efecto 'Jack in the box'

Esta circunstancia ha convertido históricamente a los carros rusos en una trampa mortal para sus tripulantes, que se sientan literalmente encima de los proyectiles: 41 obuses encajados en el fondo del vehículo de manera circular como si se tratara del tambor de un revólver. Basta que un misil acierte en esa zona para que se produzca el efecto 'Jack in the box', una gracieta irónica que alude a esos juguetes en los que un muñeco salta del interior de una caja. Los modernos T-90 incluyen ya una armadura de separación que evita que los tripulantes se volatilicen y la torreta salga despedida.

La última vez que tanques originarios de los dos países midieron sus fuerzas fue en la guerra de Irak en 2003. Los Abrams entablaron combate a las afueras de Bagdad con una unidad de T-72 soviéticos comprados por el régimen iraquí y puestos en manos de la División Medina de la Guardia Republicana. Los americanos salieron intactos tras destruir media docena de T-72. En ese sentido, el experto en defensa militar Sebastien Roblin se muestra convencido de que el "T-90A o T-90S sería superado por el M1 en una lucha mano a mano" gracias en parte a sus sistemas de localización más avanzados.

Las estimaciones más fiables apuntan a que el Ejército ruso dispone de más de 10.000 tanques -y un número todavía superior de vehículos blindados de apoyo-, aunque unos 7.000 permanecen desde hace muchos años en la reserva y lo más probable es que no todos funcionen. Una prueba de que el Kremlin se prepara para lanzar una ofensiva terrestre en primavera -de modo parecido a Ucrania, que ya está diseñando su estrategia para esa época- estriba en los 2.000 acorazados que ha ordenado poner a punto. Hasta ahora, el Estado Mayor ha movilizado 3.000 unidades para la invasión. La mayoría corresponden a la seríe T-72 y solo 380 a las más modernas T-80 y T-90.No todas han sido enviadas al frente, donde las bajas han sido numerosas.

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