La justicia de EE. UU. le pisa los talones a Trump por sus acciones durante el asalto al Capitolio

La Fiscalía llama a declarar ante un gran jurado a altos asesores de la Casa Blanca para que testifiquen sobre el expresidente.

Donald Trump reaparece en Washington.
Donald Trump reaparece en Washington.
Shawn Thew

Dos investigaciones intentan determinar responsabilidades por la insurrección del 6 de enero: una muy pública y otra muy privada. Es esta última la que más debe preocupar a Donald Trump. No hay duda de que habrá seguido con indignación las ochos audiencias públicas que ha llevado a cabo el comité bipartidista de la Cámara Baja que presenta las investigaciones con producciones televisivas. Dos de ellas han ocurrido en horario nocturno de máxima audiencia, la parrillas de los rating que más le gusta a Trump. Al final, se trata de un espectáculo gratificante para los que ya habían le habían juzgado por esos hechos y quieren conocer más detalles con los que avalar su conclusión inicial.

La que lleva a cabo el Departamento de Justicia tras bambalinas es un caso muy distinto. Desde abril ha estado pidiendo al comité del Congreso documentos oficiales, registro de llamadas y transcripciones de los testimonios, pero desde el martes también se sabe por el 'Washington Post' que interroga a los testigos para presentar sus declaraciones a un gran jurado.

Según sus fuentes, el círculo se estrecha en torno a Trump por cargos que pueden ir desde la sedición hasta el fraude electoral. La Fiscalía habría interrogado durante horas a algunos de sus asesores y altos cargos de la Casa Blanca sobre la campaña de presión que montó el presidente para alterar el resultado de las elecciones que dieron la victoria a su rival, Joe Biden. Entre los interrogados se encontrarían también dos altos cargos del gabinete del vicepresidente Mike Pence, que ha decidido echar borrón y cuenta nueva a lo que pudo haber acabado con su linchamiento. Pence tiene la vista puesta en convertirse en candidato presidencial para el 2024 y volver a la Casa Blanca como ocupante del Despacho Oval, pero el Departamento de Justicia no tiene aliciente en enterrar el caso. Tampoco en publicitarlo.

Nadie consiguió arrancarle este miércoles al fiscal general Merrick Garland una palabra que lo incrimine. La Fiscalía se limita a decir que está "mirando sus acciones" de los días críticos que acabaron en la insurrección del 6 de enero. Garland aseguró a NBC que irá a por "cualquiera" que resulte responsable de ese oscuro capítulo o intentase alterar la transición pacífica de poderes. "Cualquiera", insistió cuando le presionaron.

Nunca en la historia de EE UU se han presentado cargos contra un expresidente. De hecho, si se presentan no hay duda de que los abogados de Trump retarán la legalidad de los mismos basándose en la inmunidad presidencial. Un desafío constitucional que podría acabar en el Supremo, con mayoría de jueces conservadores nombrados por Trump. Algo que tampoco asusta a Garland.

El fiscal general pudo haber sido uno de esos jueces con cargos vitalicios que deciden hoy la vida del país, pero el líder republicano del Senado Mitch McConnell no quiso poner a votación su candidatura, elegida por Barack Obama, y esperó a que Trump fuese elegido presidente. Como premio de consolación, Biden le nombró fiscal general, un cargo que incluye también las funciones equivalentes a ministro de Justicia. Su fama de hombre justo y moderado políticamente le convertían en el hombre perfecto para el momento. Ese es el listón que intenta mantener.

"Cientos" de investigadores

Quienes han seguido de cerca las audiencias del 6 de enero le acusaban de no estar tomando medidas legales contra los que quedan en evidencia, empezando por el expresidente. Garland dejó claro el martes que tiene "cientos" de hombres y mujeres trabajando en estas investigaciones.

Según 'The New York Times', uno de los correos electrónicos que habrían encontrado pertenece a uno de los abogados de Trump basado en Arizona, un Estado cuyo resultado electoral fue disputado. Jack Wilenchik describiría allí un plan "salvaje/creativo" para "enviar falsos electores" (representantes del Colegio Electoral) a la sesión del pleno del Congreso en Washington en la que se habrían de certificarse los resultados de las elecciones. El plan sería que "alguien" del Congreso objetase cuando empezaran a contarse los votos, con el argumento de que se estaban contando votos falsos. "Una palabra mejor sería llamarlos 'votos alternativos'", añadió, con la carita sonriente de un emoticono.

El vicepresidente Mike Pence no estuvo dispuesto a participar en ninguna estrategia para impedir la certificación final de los resultados, algo que Trump no le ha perdonado. El exmandatario redobló este miércoles sus acusaciones de fraude y acusó a los demócratas de ir a por él con cualquier pretexto. "La gente se olvida de que esto trata de Elecciones Corruptas y Robadas", escribió el expresidente en las redes sociales. "Debería ir a por la gente que busca la verdad y perseguir el Crimen del Siglo".

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