La artillería rusa asedia a Ucrania, que fía toda su defensa a las armas pesadas de Occidente

La inferioridad en arsenales, unida a las carencias logísticas y burocráticas, lastran a Kiev en una guerra que se decide con tanques y misiles.

Un militar del ejército ucraniano.
Un militar del ejército ucraniano.
GLEB GARANICH

Por cada proyectil de artillería que Ucrania fabrica, Rusia produce entre veinte y cincuenta. También multiplica por veinte el equipamiento militar de las tropas ucranianas. Y cuenta con la ventaja de que no debe perder tiempo en entrenamientos y trámites burocráticos sobre los arsenales que maneja, a diferencia de Kiev con el armamento enviado por terceros países. Son tres de los factores que favorecen al Kremlin en su nueva estrategia bélica en el Dombás: la guerra artillera. Una táctica que resultó decisiva en las dos guerras mundiales durante el siglo pasado y que ahora aprovecha las flaquezas del Ejército local para reportarle de momento al Kremlin resultados mejores que, cuando al inicio de la crisis bélica, puso en marcha una colosal apisonadora terrestre que se diluyó día a día empantanada entre emboscadas y problemas de suministro alrededor de Kiev.

Aunque de los fallos se aprende, señala el Instituto de la Guerra de Estados Unidos. En marzo Rusia sufrió sus mayores fracasos debido precisamente al uso recurrente de la artillería por parte de Ucrania. Ahora sucede lo contrario. En parte, Moscú obtiene los frutos de sus ataques a los almacenes y rutas logísticas del Ejército local. Un obús M107 pesa unos 50 kilos. La pieza encargada de lanzarlo puede realizar 40 disparos por hora. Es decir, se necesita un convoy capaz de desplazar toneladas para alimentar un solo sistema de baterías. Ucrania ha perdido muchos de ellos bajo las bombas enemigas precisamente por la falta de seguridad en las rutas.

En el esquema ruso actual, el papel protagónico no lo representa la infantería. Comienza con oleadas constantes de ataques aéreos mediante cohetes de largo alcance; continúa con bombardeos más próximos, precisos, a cargo de tanques y cañones, y finaliza con la intervención -ahí sí- de las unidades de infantería una vez barrido el territorio.

Como es lógico, está táctica conmina a Kiev a atacar en la primera etapa si quiere resultar eficaz. El problema es que lo tiene complicado. El escenario es diferente. Los javelins estadounidenses que han simbolizado la resistencia ucraniana durante los primeros dos meses de guerra, con más de 5.500 lanzados contra los blindados rusos, son inútiles a distancias kilométricas.

El Ministerio de Defensa kievita también carece de suficientes aviones de combate -la mayoría de su fuerza aérea ha sido eliminada- y artillería moderna. Un déficit que merma asimismo su capacidad de ofrecer cobertura a los centros logísticos -bombardeados fácilmente por los rusos- y de proteger sus trincheras. A excepción de los últimos envíos occidentales, la mayoría de baterías ucranianas funciona con munición de patente soviética y eso supone un hándicap, ya que apenas se produce en otros países salvo en Rusia. Por si fuera poco, esa munición no puede montarse en los cañones de más reciente fabricación.

Que no baje el suministro

Ese es el motivo por el que el presidente ucraniano, Volódimir Zelenski, volvió a pedir este jueves armas pesadas a Occidente en una retórica perenne. Él sabe que constituye la llave de la resistencia. Tampoco puede dejar de reclamarlas. Si la tensión decae y se reduce el suministro, Ucrania se quedaría sin defensa en semanas, o incluso en días, al ritmo que consume los recursos de Occidente para aguantar el embate de la artillería rusa. Dos ejemplos. Los obuses incluidos por España el 28 de abril dentro de un paquete de 200 toneladas de material militar se terminaron en dos horas de combate. Y un suministro de 144.000 proyectiles por parte de Estados Unidos se agotó en menos de una semana.

Zelenski sabe que Rusia es paciente a pesar de sus bajas y que aguarda el día en que el abastecimiento internacional decline, convencida de que en algún momento los gobiernos no podrán soportar el gasto ni el vaciamiento material de los almacenes de sus ejércitos. El presidente ucraniano reiteró que por este motivo hay en marcha una carrera contra el reloj, que el arsenal pesado que le llega es aún insuficiente pese a tener comprometidos solo en los últimos días más de 2.000 millones de euros en plataformas lanzacohetes, tanques, obuses y misiles Grad facilitados por países como Estados Unidos, Reino Unido, República Checa y Polonia, y que la artillería moderna es imprescindible para frenar el sólido avance de las tropas invasoras por el sur.

Ahora mismo, su objetivo es evitar la caída definitiva de Severodonetsk. En esta ciudad se libra una de las "batallas más difíciles de esta guerra" porque "decidirá el destino del Dombás", afirma Zelenski, quien, de manera hiperbólica, considera que el "odio" generado por Rusia es "más mortífero que la covid-19". Lo que el presidente de Ucrania trata de decir es que sólo con carros de combate y misiles de primer nivel su país podrá acometer la difícil tarea de reequilibrar su poder bélico con la maquinaria del Kremlin. Mientras tanto, el frente se consolida como un gran cementerio. Su ministro de Defensa ,Oleksiy Reznikov, reconoció ayer que cien soldados ucranianos mueren y otros 500 resultan heridos a diario.

"Tan pronto como tengamos artillería de largo alcance seremos capaces de enfrentarnos con la artillería rusa y nuestras fuerzas especiales podrían limpiar la ciudad en dos o tres días", señala Serguéi Gaidai, gobernador de esta región del este de Ucrania, en línea con las esperanzas de su presidente. El Ejecutivo británico ha prometido un sistema múltiple de lanzacohetes MLRS. La Casa Blanca, por su parte, otras cuatro baterías Himars. Severodonetsk y la vecina Lysychansk son puntos clave en el dominio de la cuenca minera del Dombás y Ucrania todavía confía en recuperarlas.

El ejemplo de Mariúpol

A finales de mayo, el Ejército ucraniano dio en Mariúpol claras muestras de su inferioridad respecto al arsenal pesado de Rusia. La derrota de los defensores de la acería Azovstal tras un asedio durante días con morteros y fuego de carros de combate representó la metáfora de la nueva táctica de guerra que el Kremlin aplica aprovechando su superioridad en armas y municiones. Y no es una simple apreciación, Medios militares internacionales afirman que el principal tesoro de las fuerzas armadas rusas ha sido siempre su artillería, superior a la del resto de ejércitos del mundo.

Kiev libra otra batalla en los despachos. La inexperiencia del Gobierno de Zelenski previo a la guerra y la percepción de que una invasión era improbable han desembocado en la ausencia de un sistema de compra y gestión de armas ágil en el Ministerio de Defensa. Algunos jefes territoriales deben viajar desde el frente a Kiev cada vez que han de tramitar la documentación sobre los arsenales que reciben.

La comunidad internacional también exige transparencia absoluta y ha impuesto severos controles con el fin de evitar el tráfico ilegal de armas, una sospecha siempre latente en esta exrepública soviética, que el año pasado ocupaba el puesto 122 de los 180 países más corruptos del mundo. Algunos expertos sostienen que el Ejecutivo ucraniano debería crear una oficina específica y, sobre todo, dejar de abarcar todo tipo de armamento y centrarse en el más perentorio para agilizar su gestión.

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