Crisis en Ucrania | "Espero que la amenaza de Rusia no vaya a más, pero yo me acabo de comprar un rifle"

Los vecinos de Kiev han aprendido a vivir en la "inestabilidad" y hacen vida normal a pesar de los tambores de guerra que resuenan a 700 kilómetros de la capital.

La plaza de Maidan fue clave en las protestas de 2014 contra los acuerdos con Rusia y pidiendo acercarse a la UE.
La plaza de Maidan fue clave en las protestas de 2014 contra los acuerdos con Rusia y pidiendo acercarse a la UE.
ZURAB KURTSIKIDZE/Efe

El pasado 14 de enero, la Policía tuvo que inspeccionar 350 escuelas de Kiev por amenazas de bomba. Ese mismo día también se tuvo que desalojar algunas estaciones de Metro por alertas similares. Todos los avisos fueron falsos. Pero, en un momento como el actual, de preguerra entre Ucrania y Rusia, con 100.000 solados de Putin desplegados en la frontera, todas las amenazas han de tomarse en serio. Sobre todo, las más graves.

Darina Trakchenko sufrió directamente esta doble amenaza de bomba. La escuela a la que acuden sus hijos tuvo que ser inspeccionada y, además, uno de sus niños estaba en el Metro durante el nuevo aviso de ataque. En los grupos de Whatsapp una madre empezó a preguntar si al día siguiente iban a llevar a los niños a clase. Darina lo tenía claro. Sus hijos no iban a faltar a la escuela. Esas amenazas no eran más que otra "maniobra" de Rusia por "sembrar el caos" en Ucrania. "Llevamos así bastante tiempo, Pero ya he aprendido a filtrar la información falsa", subraya.

Estas amenazas son parte de lo que se denomina como la ‘guerra híbrida’, que no es otra cosa que una campaña de desinformación y ataques cibernéticos. Hay expertos que consideran que estas agresiones pueden ser la fase previa a un conflicto militar a mayor escala, pero en Kiev sus ciudadanos tratan de seguir con su vida habitual. Los tambores de guerra que resuenan desde el Donbass, a 700 kilómetros de Kiev, donde desde 2014 han perdido la vida más de 13.000 personas en combates entre separatistas ‘prorusos’ y el Ejército ucraniano, no se perciben de momento tan cercanos en la capital.

Las embajadas de algunos países como Estados Unidos y Reino Unido han empezado en los últimos días a evacuar a su personal ante la posibilidad de que, al margen de los enfrentamientos del Donbass, se produzca una invasión del Ejército ruso en Ucrania. En Kiev hay opiniones de todo tipo. Hay quién cree que estamos a las puertas de un ataque y se está preparando a conciencia para ello. Otros piensan que es sólo una maniobra intimidatoria de Vladimir Putin, que el presidente ruso sólo quiere «sacar los dientes» y mostrar al mundo su potencial militar. Pero la inmensa mayoría no tiene certezas.

Ayer las escuelas, las fábricas, las tiendas, todo en general, seguía abierto en Kiev, como cualquier otro día, como si la amenaza de una guerra no se cerniese sobre ellos. Iryna Dovmantovych es una profesora de español que estudio dos años en Bilbao, la mejor experiencia de su vida. Ayer su agenda laboral seguía muy apretada. Explica que los ucranianos han aprendido a vivir en la "inestabilidad". Y por eso han aprendido que lo mejor es adaptarse al momento que se vive y "no hacer planes a largo plazo".

Iryna cuenta que esta sensación de provisionalidad no es algo que venga de ahora. Es algo que han vivido generaciones y generaciones de ucranianos, con constantes amenazas de invasiones de países tan diversos como "Polonia, Rusia o Turquía". "Todos quieren este territorio. Y los que sufrimos las consecuencias somos nosotros", lamenta.

Los ucranianos son resistentes. Gente dura, que no se queja si el termómetro marca nueve grados bajo cero o si el metro lleva retraso. Pero muchos comparten la sensación de pertenecer a un país maltratado por la Historia. Es lo que Darina, experta en educación internacional y que se define "nacionalista", llama "memoria genética". Esto es, los testimonios de los sufrimientos familiares que van pasando de generación en generación.

En un momento como el actual, en el que muchos ucranianos temen que Putin esté buscando reedificar el "imperio ruso", las afrentas de Rusia y la Unión Soviética contra Ucrania están más frescas que nunca en la memoria colectiva. Muchos hablan de la gran hambruna: diez millones de campesinos murieron con los programas de colectivización agrícola de Stalin.

Enemigo del pueblo

El bisabuelo de Iryna no murió, pero se pasó unos años en un campo de concentración en Siberia por oponerse a las confiscaciones de tierras. Sobrevivió, pero llegó tan mal de salud que falleció poco después. Él tenía campos y caballos. "Todo el siglo XX fue muy malo. Pero tras la revolución soviética, los borrachos y los que no hacían nada en el pueblo se hicieron bolcheviques y se convirtieron en la gente que tenía el poder. Mi bisabuelo se convirtió en enemigo del pueblo porque se oponía a ellos", relata.

Valentina Kobylyanska está jubilada y tiene un hijo que, tras el servicio militar obligatorio, luchó dos años en la guerra de Donbass. Allí vio morir a muchos de sus amigos. Esta mujer explica que, hasta 2014, cuando se produjo la revuelta de Maidan y estallaron los enfrentamientos en la región fronteriza, muy pocos pensaban que Rusia podía iniciar -o promover- un ataque frontal contra Ucrania. No hay que olvidar -insiste- que hablamos de un país en el que hay en torno a un 30% de ciudadanos de origen y costumbres rusas. "Muchos los consideraban hermanos". Desde entonces, "todo ha cambiado e incluso la mayoría de los ‘prorusos’ están en contra de lo que Putin está haciendo", afirma.

Cuando se pregunta a los vecinos de Kiev sobre el por qué de lo que está pasando, la mayoría rechaza las explicaciones de Rusia de que todo se trata de una maniobra defensiva en sus fronteras por la aparición de drones armados. Para muchos, la clave es que Ucrania es vital para la expansión y la seguridad de Rusia. Sin ella, "Moscú queda arrinconado en los bosques del norte".

La mayoría de los vecinos de Kiev espera que la sangre no llegue al río y no adopta medidas. Pero no todos. La siguiente entrevista es en el Ayuntamiento de Kiev, ciudad en la que conviven los imponentes edificios soviéticos, las iglesias ortodoxas y las construcciones modernistas.

Espera Vadym Vasylchuk, uno de los cabecillas en 2014 de las revueltas de Maidan. Estas protestas son determinantes en la historia reciente de Ucrania: se trata de una serie de movilizaciones de carácter nacionalista y europeísta en contra de unos acuerdos con Rusia y la ruptura de otros pactos que alejaban a Ucrania de la UE. Fueron semanas de protestas que, tras 120 víctimas mortales, acabaron con la presidencia de Víktor Yanukóvich.

En 2015 fueron prohibidos los partidos comunistas en Ucrania. Vadym lleva varios años como concejal electo de Voz, el partido mayoritario en Kiev que se define como liberal en lo económico, proeuropeo y de tendencia demócrata cristiana en lo político. "Esperemos que no pase nada. Pero yo por si acaso me acabo de comprar un rifle", confiesa.

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