Cuba cinco años después de Fidel Castro

El comandante permitió a su hermano probar reformas que han abierto la caja de Pandora.

El expresidente cubano Fidel Castro en 2005.
El expresidente cubano Fidel Castro en 2005.
CLAUDIA DAUT

"El amor que solo es un ideal queda tan latente que nunca lo vas a olvidar, hasta el último día de tu vida". Lo decía Lía Cámara Blum a sus 82 años, cuando evocaba su romance con Fidel Castro, al que conoció en México como Alejandro González. Su apuesto cubano tenía un amor mayor: su revolución.

Ocho meses antes de su muerte, Louis Nevaer, director de Hispanic Economics, recibió del comandante cubano la audiencia que éste le negó a Barack Obama. Quería saber precisamente por qué no le recibió en aquella histórica visita de marzo de 2016, la primera de un presidente estadounidense a la isla desde el triunfo de su revolución. "Todo es mentira del imperio", espetó con rencor.

La muerte le había rondado toda su vida, pero ya empezaba a darle caza, como anunció después él mismo en una de sus largas comparecencias ante el congreso del Partido Comunista Cubano, quizás para dejar en evidencia la excusa de su "frágil salud" con la que el mandatario estadounidense excusó el desaire. "No es Carter", le dijo Castro a Nevaer. "Nos traicionó por su reforma sanitaria", añadió.

El comandante le había dicho a su hermano Raúl, al que había transferido el poder cuatro años antes, que no se molestara en restablecer relaciones diplomáticas. "Sin Guantánamo, ¿para qué?". Le indignaba que Estados Unidos utilizara un pedazo de su isla como circunvalación de los derechos humanos.

Incluso había supeditado el deshielo a la entrega de Guantánamo y, como mínimo, al cierre dela prisión, lo que ya había prometido el mandatario estadounidense en una de las primeras órdenes ejecutivas. "Empezó bien, pero no lo continuó", contó Fidel decepcionado. Si aceptó a regañadientes las concesiones de su hermano fue porque "se les estaban agotando las ideas para sostener la revolución", interpreta Nevaer.

También la vida. Tal día como hoy Raúl Castro compareció desde su despacho para anunciar "con profundo dolor" que a las 22:29 minutos, hora local, "falleció el comandante en jefe de la revolución cubana". Nunca habló de las causas, que el propio Fidel declaró en 2006 "secreto de Estado, debido a los planes del imperio". Se especulaba con diverticulitis, particularmente desde que el cirujano jefe del Gregorio Marañón, José Luis García Sabrido, desmintiese que fuera cáncer, tras volar a Cuba para tratarle.

Su muerte "no fue tan importante como habíamos esperado, porque ya había transferido el poder a su hermano", analiza Ted Henkens, profesor de sociología y Estudios Latinoamericanos de la Facultad neoyorquina de Baruch y coautor del libro 'Entrepreneurial Cuba: The Changing Policy Landscape'. "Quienes pensaban que sin Fidel no había régimen demostraron que podían seguir en el poder incluso sin su hermano", dice.

Internet y el capitalismo

Para mantener el pálpito de la revolución y de la economía de estado, Raúl dio un paso crucial: abrir internet y permitir la entrada del capitalismo a través de un estrecho canal de empresa privada. Los "cuentapropistas" o trabajadores autónomos pagaban impuestos. Antes de la pandemia los 605.000 registrados suponían más del 40%, aunque todavía después de la expansión de febrero pasado a 127 oficios seguían prohibidas 124 actividades.

El deshielo estadounidense y la apertura económica de Raúl Castro permitió a los cubanos viajar y llenar con sus impuestos las maltrechas arcas del estado, pero sobre todo, soñar. Por primera vez empezaron a disfrutar de sus propios restaurantes y hoteles, montaron prósperos negocios y su chispa creativa encendió la mecha de los emprendedores americanos.

El Internet por wi-fi se había expandido un año antes de la muerte de Fidel con una notable rebaja de precio que todavía seguía siguiendo prohibitiva. En 2017 el plan Nauta Hogar lo amplió a 124.000 usuarios de todo el país, pero el momento clave llegó con la apertura de datos móviles en los teléfonos, que ese año alcanzó cuatro millones de líneas.

El 39% de la población estaba conectada al mundo en tiempo real y con ello surgieron también los medios digitales independientes. "El Gobierno perdió el control casi absoluto que tenía sobre los medios", observa Henkens. "La gente también perdió el miedo. Solo con saber que hay otros que piensan como tú es una manera de perder el miedo", señala.

La narrativa oficial es que todo se paró con la llegada al poder de Donald Trump, que deshizo lo que había hecho Barack Obama y endureció el embargo más largo del mundo con 243 medidas adicionales, agravado por el fin del petróleo venezolano y la pandemia, pero según el periodista Abrahán Jiménez, de 32 años, fundador de la revista 'El Estornudo¡ en 2016, el Gobierno ya había dado el frenazo antes de que Trump reforzara el embargo. "Estaban asustados -explica-, se dieron cuenta de que el país se les iba de las manos".

Es difícil cerrar la caja de Pandora. Su generación no ha salido a las calles para oponerse a la política socialista, pero tampoco se identifica con los logros sanitarios y educativos de la revolución, con los que ha nacido. Henkens reconoce que Miguel Díaz-Canel se ha enfrentado a "una tormenta perfecta de desafíos" desde una economía disfuncional de socialismo de estado, lo que incluye la inflación que ha traído el ordenamiento monetario de enero pasado, al eliminar el peso convertible (CUC). "Fidel no pasará a la historia por ser un gran economista, su legado fue la sanidad, la educación y otros logros sociales", concluye.

También Jiménez reconoce que Raúl Castro llevó a cabo "reformas impensables" que hicieron pensar a la sociedad cubana que le aguardaban "años de mucha alegría y esperanza", recuerda nostálgico. "Si Fidel estuviera vivo, Cuba sería otro país", admite.

Acción y reacción

El comandante que dedicó su vida a la revolución gozaba de un respeto y una legitimidad que su hermano no ha podido transferir al primer presidente, pero sí el sistema que ha reprimido las ansias de libertad "de manera orgánica", dice Jiménez, tras pasar tres días bajo arresto domiciliario. Toda acción genera una reacción. Pero el proceso ha radicalizado a quienes solo buscaban una apertura del sistema para disentir y expresar sus ideas. Esta vez los dirigentes cubanos "han ganado", admite Jiménez Enoa, "gracias al miedo y las prebendas".

Las calles, mientras, están relativamente tranquilas. "Van a celebrar con mucha euforia estás Navidades", concede. Solo que "el olor de las almendras amargas le recordaba siempre el destino de los amores contrariados", escribió García Marquez en 'El amor en los tiempos del Cólera'. Una novela sobre las aventuras, el amor, el tiempo, la vejez y la muerte, define Wikipedia.

Antes de acabar la entrevista, Fidel Castro, "cansado y exhausto" le preguntó a su entrevistador "cómo estaba ella, su único amor verdadero", escribió Nevaer. "Preguntó si era feliz y sonrió cuando le dije que sí". Ocho meses después, se le apagó el corazón.

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