Expulsión de embajadores

Es lamentable que el régimen de Maduro, en su huida hacia adelante para intentar mantener el poder, haya buscado un enfrentamiento directo con España. La expulsión de los embajadores aísla aún más a Venezuela y reduce las posibilidades de mediación internacional para encontrar una salida democrática a la grave crisis que vive ese país.

El régimen instaurado por Hugo Chávez y heredado por Nicolás Maduro en Venezuela ha buscado reiteradamente el cuerpo a cuerpo con España, mediante una retórica demagógica e insultante. Ya el rey Juan Carlos tuvo que hacer callar a Chávez, en la Cumbre Iberoamericana de 2007, cuando el líder bolivariano se excedió en una de sus diatribas. En los últimos años, el populismo chavista ha entrado en una espiral de decadencia, una vez que el desastre de una política incompetente y derrochadora, que lo fiaba todo a los altos precios del petróleo, se ha puesto de manifiesto. Los venezolanos sufren hoy, y desde hace años, una situación de penuria de la que es responsable el propio régimen. Ante la victoria de la oposición en las últimas elecciones parlamentarias, Maduro ha reaccionado creando una estructura paralela, a través de la Asamblea Constituyente, que ahora le sirve de base para convocar unos comicios presidenciales que espera que lo perpetúen en el poder. La Unión Europea, como era lógico, ha condenado la expulsión del embajador español y ha respaldado a España. El Gobierno español no tenía otra opción que replicar con el veto al embajador venezolano. La ruptura con España aísla todavía más a Maduro y demuestra que tampoco está dispuesto a buscar un entendimiento con la oposición, lo que solo puede agravar la crisis política venezolana.