En la Juntura

La escritora oscense habla del lugar donde se juntan el Isuela y el Aranda, dos ríos de aguas claras y frías, "en ese punto donde se cogen de la mano como dos adolescentes para morir un trecho más abajo en el Jalón".

La Juntura, donde se unen el Isuela y el Aranda, el castilla de Arándiga, visto desde la fuente de La Anilla.
En la Juntura

Este es un viaje muy corto, de apenas 10 km y tres ríos. Transcurre por el río Isuela, afluente del río Aranda que desemboca en el Jalón. Mi punto de partida es Mesones de Isuela. Siempre que vienen amigos al granero de Arándiga, donde paso algunos días de mi vida retirada, les animo a visitar el castillo de Mesones. Es una fortaleza del siglo XIV bastante bien conservada. En palabras de Severino Pallaruelo "la limpia elegancia de las líneas y de los volúmenes de los muros se ve realzada por la palidez dorada de la piedra". Tiene seis torres cilíndricas y merece la pena la visita guiada y las vistas del valle. En su capilla se conserva una techumbre mudéjar con ángeles policromados y dorados que me deja maravillada siempre que voy.


Siguiendo el curso del río, pasado Nigüella, donde hay un edénico merendero a la orilla del río y ya en el término de Arándiga, llegamos a la Juntura del Isuela con el Aranda. Oficialmente el Isuela desemboca en el Aranda, pero la realidad es que los dos ríos se juntan, se cogen de la mano como dos adolescentes, para morir en el Jalón un trecho más abajo. Tanto el Isuela como el Aranda tienen poco más de 40 km de recorrido desde su nacimiento y sus aguas son claras y frías.


La Juntura es un ‘locus amoenus’ que habría podido inspirar la poesía bucólica de Gonzalo de Berceo, de Garcilaso de la Vega, o de Antonio Machado. Es un paraje idílico de frondosos álamos, fresnos, sauces y juncos entre los que te parece escuchar el canto de la esquiva oropéndola. Hay agua por todas partes. Muchos huertos han dejado de cultivarse y las zarzas se apoderan de los ribazos, se enganchan a las piernas de los paseantes despistados como si no quisieran dejarlos ir.


Hay dos caminos para llegar a la Juntura: uno baja desde el pueblo por el camino de los novios (o de los enamorados, que hay varias versiones) dejando a la derecha la vieja y casi oculta fuente del Lugar; y otro camino es el que baja por la fuente de La Anilla, junto al río Aranda. Me gustan los dos caminos. Me gusta ir sola. Me gusta ir acompañada. Me gusta descalzarme y meter los pies en los dos ríos.


Pasada la Juntura, cuando ya son un solo río, los vecinos han tendido un par de troncos atados a modo de puente. Un día estuve allí un buen rato, dudando si cruzar o no. La tentación era grande, pero la duda y el miedo fueron más grandes y me quedé en la orilla tan contenta. Ya he llegado a una edad en que no tengo que superar mis miedos, qué alivio, me dije. Y seguí mi camino por si encontraba una oropéndola entre la fronda. Solo vi una pareja de cigüeñas pescando en medio del río Isuela. Me quedé muy quieta para no asustarlas y cuando levantaron el vuelo me volví a casa. Me sentía muy machadiana ese día de primavera y encontré unos versos de sus ‘Soledades’ que dicen: "En el ambiente de la tarde flota ese aroma de ausencia, que dice al alma luminosa: nunca, y al corazón: espera".

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