EL FUTURO DE OPEL

Merkel se ve obligada a justificarse y afirma que no es proteccionista

La canciller intenta acallar las críticas de la oposición y de varios gobiernos europeos.

A falta de diez días para los comicios federales alemanes, Angela Merkel retomó ayer el tema estrella de la campaña electoral: el futuro de Opel. Durante su visita a la Feria del Automóvil de Fráncfort, la Merkel candidata regaló sonrisas por doquier, se fotografió al volante del nuevo Astra y se deshizo en elogios ante cada stand con producción alemana. Su otra faceta, la de canciller, la exhibiría después al defender el cuestionado papel del Gobierno germano en la venta de la marca europea de General Motors.


Para Merkel, las ayudas públicas ofrecidas por Berlín a la nueva Opel (un crédito puente de 1.500 millones de euros, a los que se sumarían otros 3.000 millones en avales) no deben ser contempladas como una muestra de proteccionismo, sino de responsabilidad: "De no haber intervenido con el crédito puente en el momento de la quiebra de GM, muchos europeos habrían tenido dificultades", alardeó la líder cristianodemócrata.


Trataba así la canciller de enjugar las críticas recibidas los últimos días por imponer sus criterios políticos por encima de la viabilidad económica de la automotriz. Para la oposición germana, la Comisaria Europea de la Competencia y, especialmente, algunos gobiernos europeos afectados (como el belga o el español), la intención de GM de vender Opel a la fabricante de componentes austriaca Magna chirría por inesperada y carece de argumentos empresariales.


La 'Gran Coalición'

Conservadores y socialdemócratas, la 'gran coalición' que gobierna Alemania, apostó desde el primer momento porque Magna, respaldada financieramente por el banco semipúblico ruso Sberbank, se hiciera con el volante de una Opel independizada de GM. Los planes de Magna requerían una inversión pública más elevada (1.300 millones de euros) que la ahora descartada propuesta del fondo inversor RHJI, pero para Berlín contaban con el aliciente de trasladar fuera de Alemania la mayoría de de los 10.500 despidos a que se enfrentan los 50.000 trabajadores de Opel. Magna, además, garantiza la continuidad de las cuatro plantas germanas de la marca, desperdigadas por otras tantas regiones, en las que reside un tercio del cuerpo electoral alemán (23 millones de votantes).


A pesar de todas las sombras que el caso proyecta, Merkel recalcaba ayer su intención de "resolver los problemas existentes con un espíritu de equidad a nivel europeo". "Nosotros sólo hemos tratado de darle una posibilidad justa a Opel, nada más y nada menos", resumía la canciller. A su lado, el director general de GM Europa, Carl Peter Foster, apenas podía disimular su satisfacción. "Le agradezco su apoyo y confianza en nombre de toda la familia Opel", aclamó Foster.


Entre la comitiva cancilleresca también se encontraba Klaus Franz, del comité europeo, que se mostró más bien reservado tras descolgarse con unas polémicas declaraciones en apoyo al recorte de personal previsto por Magna. "Es duro, pero los 1.673 puestos que se destruirán en España suponen sólo una parte de los que se eliminarán en Bochum. Yo no lo veo tan dramático", había pregonado el jueves ante los micrófonos de la radio pública germana. Su mutismo de ayer quizá estuviera relacionado con un devastador artículo del influyente diario 'Süddeutsche Zeitung'. Bajo el explícito título de "El silencio es oro", la periodista Melanie Ahlemeier acusaba al sindicalista de actuar como un "altavoz que emite constantes loas a Magna". "Su auténtica obligación, recogida por la ley laboral alemana, es fortalecer y garantizar los empleos", le reprochaba Ahlemeier, "no aprobar el despido de miles de colegas antes incluso de sentarse a negociar". El próximo 23 de septiembre, Franz se verá cara a cara con los responsables del resto de comités de empresa europeos. Y, muy probablemente, deberá rendir cuentas de su actitud.