LOS EFECTOS DE LOS RECORTES

Las 120 horas que cambiaron a Rodríguez Zapatero

El presidente se opuso de manera taxativa a tocar las prestaciones por desempleo e introducir el copago en la Sanidad.

Fue Nicolas Sarkozy quien dio en la tecla para que José Luis Rodríguez Zapatero pasara en tan solo 72 horas de afirmar que había "motivos para la confianza" y que nada justificaba un ajuste "drástico" del gasto público a estar dispuesto a acometer el recorte más draconiano vivido nunca en España. Y fue en Bruselas, durante una entrevista previa a la reunión extraordinaria de líderes del Eurogrupo.

Fuentes cercanas al presidente del Gobierno aseguran que, entonces, el presidente francés anunció que iba a meter tijera al gasto público y de manera elocuente hizo ver a su interlocutor que tendría que hacer lo propio. ¿Por qué el jefe del Ejecutivo optó por hacer pedazos el discurso sobre el que había articulado toda su gestión de la crisis? Porque, según él mismo explicó a los dirigentes autonómicos del PSOE, no había más de dónde sacar.

La decisión de aparcar de un plumazo los argumentos que con tanta vehemencia había defendido en contra de una reducción más acelerada del déficit -11,2% en 2009- fue tan repentina y perentoria que exigía recurrir a una solución a muy corto plazo. El capítulo uno de los Presupuestos Generales del Estado es, de largo, el de mayor volumen económico y por tanto el que más fácilmente podía dar respuesta al problema acuciante: el castigo sin piedad de los mercados. Un ataque cuya dureza el jefe del Ejecutivo se había negado a reconocer. En el PSOE admiten que lo ideal habría sido no tener que llegar a este punto, pero acusan también de ceguera a la Unión Europea. "Si Angela Merkel, Sarkozy y la UE hubieran acordado hace un mes el rescate a Grecia los incentivos especulativos habrían desaparecido, pero la canciller alemana estuvo zascandileando por temor a las elecciones regionales en su país y la situación se volvió crítica", argumentan.

La pirueta de 180 grados, radical e inesperada, ha encontrado escasa resistencia en el Gobierno y en el PSOE. Al menos, en sus cargos orgánicos. Otra cosa son los soldados rasos, los diputados sin mando en plaza. Entre ellos sí se ha creado una "crisis de confianza". "Hay -confiesa un portavoz de comisión- una decepción muy grande con los de arriba". Y también hay escepticismo. "Que nadie crea que con esto se arreglan las cosas", remarca un diputado con reconocida formación económica.

Alemania quería más

Son voces críticas que, aún así, no encuentran eco en la dirección del partido. Zapatero es, y todo indica que seguirá siendo, el líder político con menor contestación interna. Ni uno solo de los asistentes a la reunión de 'maitines' celebrada el pasado lunes y en la que informó de las partidas a las que afectaría el recorte puso pegas a las medidas.

A esa cita faltó la vicepresidenta económica, Elena Salgado, porque había llegado a las siete de la mañana de la reunión del Ecofin. La jornada vivida el pasado domingo por la ministra de Economía fue realmente dura. Varios miembros del Eurogrupo le habían dicho a España que una economía de la envergadura de la española no sería tan fácil de rescatar como la griega y que para no poner en riesgo al conjunto tenía que acometer un ajuste del déficit del 1,5% en 2010 y el 2% en 2011. Durante doce horas de debate, Salgado logró no ceder más de lo que ya había anunciado Zapatero tras su entrevista con Sarkozy; esto es, un recorte del déficit de un 1% este año.

Salgado, pues, no estaba. Pero Zapatero ya había perfilado cuáles serían las "tres partidas gordas" que se verían afectadas por su decisión. Las había decidido, también, el domingo por la tarde, en una reunión restringida en la Moncloa. El salario de los empleados públicos supone al Estado 60.000 millones de euros al año. Las pensiones 100.000. Y las prestaciones por desempleo 33.000 millones. Zapatero se niega a tocar estas últimas.

En 'maitines', pese a todo, se habló de ello. Y el presidente del Gobierno reiteró que no habría ninguna medida que afectara a este colectivo. También llegó a proponerse el copago como medida de ahorro del gasto sanitario. Zapatero lo rechazó de plano. Esa misma tarde, el presidente se reúne con Salgado, los técnicos de economía y su gabinete. Vuelve a dar un no "taxativo" a tocar el desempleo y la Sanidad. Aún no había decidido aceptar un recorte del gasto farmacéutico.

La prueba de que el jefe del Ejecutivo actuaba contrarreloj y bajo la presión de sus socios europeos es que trabajó en su intervención ante el Congreso hasta el último minuto y justo antes de entrar al hemiciclo introdujo la decisión de adecuar los envases de los medicamentos a la duración de los tratamientos. El día anterior, a las cinco de la tarde, había recibido la llamada del presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, quien le trasladó lo importante que a su juicio era que España tomara "acciones determinantes" para fortalecer la economía de Europa y recuperar la confianza de los mercados financieros.