Heraldo del Campo

gente de la tierra

Una vocación que da voz a lo rural a través de la cámara

Ana Aznárez, de Rivas (Cinco Villas), es una periodista y cineasta que ha puesto en el foco la vida de tres pastores del Valle de Hecho.

La periodista y guionista Ana Aznárez tiene vocación por el cine, pero también por su tierra.
La periodista y cineasta Ana Aznárez tiene vocación por el cine, pero también por su tierra.
A.A.Y.

"No deixez morir a mía voz", decía Ánchel Conte en el poemario que cayó hace un tiempo en manos de Ana Aznárez Yera, una joven periodista riverana especializada en cine documental. Aznárez se inspiró en él para enfocar un proyecto con ese mismo objetivo: no dejar que muera la voz, en este caso, de tres jóvenes pastores del Valle de Hecho. "Era una forma de reivindicar que no dejemos morir este tesoro cultural, como es el cheso, que tenemos en Aragón, y porque ‘la mía voz’ es la voz de estos chicos, su oficio, su modo de vida y su lucha frente a la despoblación", afirma la documentalista, que puso ese mismo título a su corto, ‘La Mía Voz’, en honor a los versos del escritor oscense: "Amigo mío, no dejes morir mi voz, mi voz es tuya, no la dejes morir en mí".

A esta joven periodista, el tema de la tierra y la despoblación le tocaba de cerca: "He visto cómo mi pueblo se quedaba vacío y cómo la mayoría de la gente de Aragón nos hemos tenido que ir a la ciudad a buscar trabajo y estudiar porque no hay oportunidades laborales en nuestros pueblos", asegura Aznárez, quien vivió hasta los 18 años en Rivas, una localidad de 500 habitantes en las Cinco Villas. Tras estudiar Periodismo en la Universidad de Zaragoza y rodar un documental sobre la Guerra Civil en Belchite Viejo durante sus prácticas en 2019, supo que esta era su vocación. Se fue a Barcelona y se especializó en cine documental: "De hecho, ‘La Mía Voz’ fue el proyecto de fin de máster", revela. 

"Nos hemos tenido que ir a la ciudad a buscar trabajo y estudiar porque no hay oportunidades laborales"

Una historia que llegó a ella tras pasar un verano de camarera en Hecho y conocer el cheso y a los que serían los protagonistas del corto: "Tenía la ligera idea de que ahí se hablaba el cheso, pero no sabía hasta qué punto estaba vivo y me maravilló ver que lo hablan en su vida cotidiana, entre amigos y vecinos. Luego, me quedé con este oficio, con los pastores, porque también me pareció muy curioso que en este valle eran muchos los jóvenes que se habían quedado para dedicarse a la ganadería y el pastoreo", relata la periodista, familiarizada con el campo al ser hija de agricultor y ser consciente de que "no existe un relevo generacional".

La voz de las vocaciones olvidadas

Pese a que la agricultura no era su futuro, su padre sí le pasó el sentimiento de vocación. "Se iba feliz al campo, incluso los días que no tenía que trabajar. Era una pasión y un amor por la naturaleza que se ve en pocos oficios. La agricultura y la ganadería requieren muchas horas, mucho sacrificio, pero tienen una parte muy bonita, que es lo que quería retratar también en ‘La Mía Voz’", reafirma Aznárez.

Para dejar retratada esa vocación, la periodista y sus compañeros, también estudiantes, vivieron en Hecho durante cinco días, adaptándose a los horarios y la vida de sus protagonistas. "No son actores, son pastores, entonces no están acostumbrados a que les pongan una cámara delante. Muchas veces les daba vergüenza, y, a veces, se cansaban y nos decían, no voy a repetir", recuerda Aznárez de los días de rodaje, en los que, aunque partía de la base de que ya se conocían y tenían más confianza, no se soltaban del todo. La directora trató de hacerles olvidar la cámara: "Hay una escena en la que hablan en cheso entre los tres grabada en directo en una cena. Estábamos ahí, bebimos un poco de pacharán, y se relajaron".

Este corto también tenía otro objetivo, uno más personal: alejarse de la idea institucional y mediática de la despoblación. "Muy pocas veces se les da voz a los que la viven desde dentro. Además, este corto es gente joven que decide quedarse en su pueblo y sacar adelante un oficio tradicional, apostando por sus raíces, por quedarse aquí. Quería cambiar un poco esta mirada pesimista de la despoblación y arrojar un poco de luz al mundo rural", afirma.

Un futuro prometedor

El trabajo ha dado sus frutos. Además de ser reconocido en los Premios CREAR del Instituto Aragonés de la Juventud, también fue premiado con el Premio a Mejor Corto en el Madrid Indie Film Festival. "Me dijeron en Madrid que les había sorprendido que los pastores eran chicos jóvenes con tatuajes, con pendientes, como un prototipo de joven de ciudad. Piensan muchas veces que estamos alejados de la sociedad actual, que son gente más antigua, más tradicional y no es así". Ahora, el corto está en la selección oficial del Festival de Cine de La Almunia, que se celebra estos días.

A sus 26 años, esta riverana de nacimiento trabaja en Urresti Producciones desde que llamó a su puerta para hacer las prácticas del máster. Tras participar en ‘Terapia de Parejas’, ahora ha trabajado en el guion del documental homenaje al artista aragonés Miguel Ángel Berna, que comenzará pronto su rodaje. Pese a que su propia vocación por el cine la ha llevado lejos de su pueblo, hasta Barcelona, el entorno rural tira de ella y ya está pensando en la próxima localización de un nuevo proyecto, en esta ocasión, de ficción. 

No obstante, para el futuro, Ana Aznárez no se olvida de su tierra: "Los pueblos se van quedando abandonados. Estas lenguas se quedan aisladas, abocadas al olvido. Quiero arrojarles un poco de luz, dejarlas retratadas para que no se olviden, para que, como decía Ánchel Conte, no dejéis morir mi voz".

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