¿Por qué debe preocuparnos la situación económica de China?

El estallido de su burbuja inmobiliaria frenará el crecimiento mundial; saldrá más barato importar de China, pero será más difícil competir en el exterior. A cambio, España tiene una oportunidad para atraer industrias.

El Centro Evergrande del Grupo Evergrande de China en Shanghái
Zona empresarial de una ciudad china.
ALY SONG

Este es el año del Conejo de Agua en el calendario chino, un animal que simboliza ingenio y prosperidad en la cultura del país asiático. Pero poco de eso está trayendo 2023 a la economía china, que vive una situación especialmente delicada con el estallido de una doble burbuja. "Lo que estamos viendo en China es lo que nosotros vivimos hace quince años, la explosión de una doble burbuja: inmobiliaria y de deuda, con el atenuante de que en China la mayor parte de la deuda es interna", explica Raymond Torres, director de Coyuntura Económica de Funcas.

Hace 15 años era 2008. Había quebrado Lehman Brothers y previamente las hipotecarias estadounidenses Fannie Mae y Freddie Mac; la ruina de las hipotecas de alto riesgo (las 'subprime') se extendió como la pólvora por los mercados y se transformó en una tremenda crisis financiera, económica y de deuda. La buena noticia es que la situación ahora es menos grave, fundamentalmente porque la interconexión con los mercados financieros chinos es mucho menor que la que había con Estados Unidos y sus productos complejos.

Lo evidente es que el estornudo de un gigante como China puede llegar a contagiar al mundo. Y el dragón asiático tiene mucho más que un catarro. China no está en recesión pero su crecimiento económico se debilita. Y la depresión interna se extenderá al hundirse el sector inmobiliario, que representa el 24% de la demanda final si se suma su efecto en otros sectores, según un estudio de Caixabank Research.

China es la segunda mayor economía del mundo, solo por detrás de Estados Unidos. En 2022 aportó la cuarta parte del crecimiento mundial. Para hacernos una idea de la magnitud que representa, el año pasado el PIB chino fue mayor que la suma de los cinco países que le siguen; Japón, Alemania, India, Reino Unido y Francia. Así que el primer impacto que preocupa es el menor crecimiento económico mundial y, en especial, la disminución del comercio internacional.

Un debilitamiento del comercio internacional, que en el segundo trimestre ya cayó más del 3%, es inquietante para España ahora que había conseguido incrementar sus exportaciones hasta convertir el sector exterior en un puntal de nuestra economía. El año pasado, el sector exterior aportó casi la mitad del crecimiento del PIB español, con una contribución de 2,6 puntos porcentuales sobre un incremento del PIB del 5,5%. Es cierto que España vende poco a China (apenas 8.000 millones en 2022, principalmente jamón y otros productos cárnicos, productos químicos y minerales); más bien le compra (49.653 millones el año pasado, sobre todo equipo de oficina, bienes de equipo, textiles y confección), lo que hace que tengamos un déficit comercial permanente con el país asiático.

Menos demanda

Ramón Gascón, coordinador del grupo Asia-Pacífico del Club de Exportadores, cree que las exportaciones de España a China no se van a ver afectadas por la menor demanda. A su vez, las empresas españolas que importen del país asiático posiblemente vean aumentar sus márgenes y sus beneficios porque China bajará precios para exportar más. China fue el principal proveedor de bienes para España el año pasado, con el 11% del total.

Lo que va a procurar China es sustituir la debilitada contribución de la demanda interna por las exportaciones. «Están intentando compensar la atonía y la recesión del consumo y la inversión interna por más demanda externa, lo que va a generar un entorno competitivo exacerbado» apunta Raymond Torres. Va a ser difícil competir en los mercados importantes para China como el sudeste asiático y, por supuesto, en nuestros propios mercados europeos. Las exportaciones de vehículos eléctricos chinos a Europa son un buen ejemplo.

Pero también hay un elemento positivo. Ante un entorno tan incierto y turbulento se acentúa la tendencia que ya comenzó a raíz de la pandemia para acortar las cadenas de valor. Países como Alemania, donde la industria llevó producción a China para abaratar costes, ahora se está reorganizando en centros más cercanos. Y ahí España tiene una baza que jugar, explica el director de Coyuntura Económica de Funcas, si mantiene una posición competitiva favorable con costes menores que países de nuestro entorno.

Las perturbaciones chinas aumentarán la incertidumbre geopolítica, que resulta más compleja de gestionar para las empresas. China va a intentar acelerar la lógica de bloques extendiendo su área de influencia y con un esfuerzo incrementado para conseguir el liderazgo tecnológico e industrial. Un entorno geopolítico complicado con el que habrá que convivir los próximos años y que debilita la apuesta de España y la Unión Europea por el sistema multilateral.

¿Veremos un Lehman chino?

El estallido de las burbujas inmobiliarias nunca llega solo y aunque las consecuencias estructurales no pueden evitarse, como el menor crecimiento y las presiones deflacionarias, «las autoridades chinas deberían centrarse en limitar los posibles efectos de contagio en el sector financiero y, por tanto, en el riesgo sistémico. Cuanto más esperen, mayor será el problema», advierte Alicia García Herrero, economista jefe para Asia-Pacífico de Natixis e investigadora senior en Bruegel. La tranquilidad la aporta el hecho de que China es un acreedor externo. Esto significa que el sector inmobiliario no se expandió mediante préstamos del exterior, sino que se financió con ahorro interno. En ese sentido, el riesgo de una crisis de balanza de pagos en China es muy bajo, reconoce García Herrero.

También Santiago Carbó, catedrático de Economía de la Universidad de Valencia, subraya que la exposición financiera directa de Europa a China es pequeña para que la crisis actual nos pueda generar turbulencias. El impacto ahora mismo será muy limitado, dice, y prueba de ello es que las Bolsas no se lo están tomando muy mal.

China tiene suficientes medios para controlar el impacto del pinchazo de la burbuja inmobiliaria y controla los bancos, que están ya interviniendo en el mercado de cambios para evitar una depreciación del renminbi. El problema es que no se atreve a hacer un plan de estímulo como hizo en 2016 o 2018 porque la deuda pública ya es muy grande. No hay una solución a esto a corto plazo.

No va a haber crisis pero la economía no va a rebotar. El sector financiero va a apoyar al Gobierno: si le piden comprar vivienda la comprará, si le piden intervenir en el mercado de cambios lo hará; con esto la solución se atrasa, el problema crece pero la probabilidad del impacto directo de crisis se reduce, explica García- Herreros. Ramón Gascón, coordinador del grupo Asia-Pacífico del Club de Exportadores, coincide en que se trata de una burbuja interna y que el Gobierno chino probablemente obligará a los bancos chinos a asumir quitas importantes para resolverlo, aunque tendrán menor margen de maniobra para prestar.

Siempre es difícil hacer previsiones sobre un país tan opaco como China. Pero la pregunta está en el aire: ¿Habrá otro Lehman Brothers? «No creo que vaya a arrastrar al mundo porque lo

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