Centros Especiales de Empleo: Abriendo puertas a un mercado laboral diverso

Desconocidos para muchos, estos centros que tienen subvencionado el coste salarial cumplen una labor social impagable y prestan servicios de primera a las empresas. Que se les tenga más en cuenta y se contraten sus servicios es lo que demandan

Anatoliy Moliner en el centro especial de empleo Oliver.
Anatoliy Moliner en el centro especial de empleo Oliver.
Rubén Losada

Proporcionar a las personas con discapacidad un trabajo productivo y remunerado, adecuado a sus características personales y que facilite su integración. Ese es el objetivo de los Centros Especiales de Empleo (CEE), que se diferencian únicamente en si tienen ánimo de lucro o o no. Aragón cuenta en total con 71 centros de este tipo (11 en Huesca, 54 en Zaragoza y 6 en Teruel), que emplean a más de 3.300 personas con discapacidad física o intelectual. El sector de actividad que más cubren es el terciario o de servicios, seguido del de industria, comercio, logística. y jardinería.

«Cada vez hay más demanda de este tipo de centros. Cuando se crearon se constituyeron como centros de transición de las personas con discapacidad a empresas ordinarias», recuerda Sara Comenge, gerente de Valentia Emplea, CEE de Huesca donde trabajan 113 personas -de las que 79 tienen discapacidad (60 de tipo intelectual y el resto sensorial y enfermedad mental)- tanto en servicios profesionales de limpieza como de jardinería y huerta ecológica.

«Las empresas se interesan cada vez más por nuestros servicios. Aunque hay muchas que aún no conocen los centros especiales de empleo, lo cierto es que las que empiezan a trabajar con ellos continúan», asegura Esperanza Turón, gerente de Aneto Centro Especial de Empleo que se fundó en 1980. Entonces daba trabajo a personas con discapacidad en montaje de cableado para Incaelec hasta que esta empresa se deslocalizó. Cesó su actividad en 2015, pero resurgió con fuerza un año después, recuerda Turón, al retomar la actividad con Montajes Ferpi, Portazgo 96 y otras empresas que han ido sumando como clientes hasta emplear a 150 personas.

«Adaptamos la discapacidad de la persona al puesto de trabajo y lo que buscamos sobre todo es empleo para integrarlas», afirma Turón. Aneto tienen a 40 carretilleros dedicados a la logística en las instalaciones de Rhenus en Pedrola y en las de Stellantis y a otros 45 dedicados al montaje de retrovisores en SMR Épila.

Asimismo, personal de este centro lleva la limpieza de la nueva fábrica de Sphere en Pedrola y trabajan también para Marsu. «Hay algún resquemor al principio por parte de las empresas, pero luego la fidelidad es elevada», afirma la gerente de Aneto, que acaba de poner en marcha otro CEE en Valencia para prestar servicios de logística a empresas como TLT o Raser21 y de limpieza a Valgime.

Su objetivo, añade, es «mejorar la retribución de los trabajadores de acuerdo al convenio del sector y la satisfacción de los clientes».

«Siempre hay alguna reticencia por parte de las empresas y dudas sobre cómo trabajarán estas personas, pero en cuanto lo prueban, repiten», coincide Javier Cantalapiedra, director de los centros Atadi en Teruel. «Es gente a la que le cuesta tanto encontrar una oportunidad que se esfuerzan mucho y llevan una supervisión fuerte».

«No tenemos dificultades para convencer a las empresas de los beneficios que tienen por contratar con CEE porque es una realidad. Nuestra apuesta es por la competitividad y la calidad», asegura Belén López, presidenta de Padis, patronal aragonesa de la discapacidad, que integra a 28 CEE que dan trabajo a más de un millar de personas con discapacidad física y 8 de tipo intelectual que engloba a 277 trabajadores.

Una trabajadora en el centro especial de empleo Minueval de la Fundación Adislaf.
Una trabajadora en el centro especial de empleo Minueval de la Fundación Adislaf.
Marcos Cebrián

«Se ha avanzado, pero la situación está lejos de normalizarse respecto a la mayor integración en el mercado laboral de personas con discapacidad», dice Luis Gonzaga, presidente del Comité de entidades representantes de personas con discapacidad (Cermi).

«No encontramos mayores dificultades que las de cualquier empresa que vende sus servicios o productos», reconoce Comenge, pero «sí que existe aún cierto desconocimiento de lo que es un CEE, sobre todo en lo referido a las ayudas o bonificaciones. Hay quienes piensan que por eso tenemos que ser más baratos, por ejemplo».

«En las crisis las cadenas siempre se rompen por el eslabón más frágil. Las personas con discapacidad intelectual sin trabajo son más que en cualquier otro colectivo», critica Comenge, directora gerente de Valentia, convencida de que los centros especiales sin ánimo de lucro son más vulnerables «puesto que sus márgenes son menores y sus productividades más bajas, algo que no compensa las ayudas que reciben». Sin embargo, el director del CEE Oliver, Roberto Fondevilla, entiende que todos los centros sean con ánimo de lucro o sin él «deben funcionar como empresas».

Alberto Torres, gerente de Arcadia (Huesca) y de la Fundación Agustín Serrate, que se ocupa de la inserción laboral de personas con enfermedad mental y emplea a 85 trabajadores en nueve áreas (desde un taller de confección a una planta de pellets), asegura que «cuando ven como trabajan estas personas ya no sienten ese rechazo inicial». Con mucho esfuerzo han logrado que el 60% de su facturación venga del sector privado y el 40% de lo público.

Desde la DGA recuerdan que Aragón es de las pocas comunidades que aumenta hasta cerca del 70% del salario mínimo el importe de las ayudas al coste salarial para los empleados con discapacidad superando ampliamente el 50% exigido por ley, gracias a la existencia de las subvenciones complementarias. Este año el Inaem ha convocado ya 14 millones en ayudas a estos centros.

Especialistas en cableado para hornos

El Centro Especial de Empleo Oliver, de Atades, da trabajo a más de 200 personas. 

Una entrevista personal con el psicólogo del centro y otra profesional para ver la destreza manipulativa son las que han pasado los 205 trabajadores con discapacidad -hace un año eran 240 debido a los picos de trabajo- que integran la plantilla del centro especial de empleo Oliver, que se encarga de hacer todo el cableado de los frontales de los hornos de Teka y también las puertas. «Más del 90% son indefinidos», explica Roberto Fondevilla, director gerente de este centro ocupacional desde hace 19 años, que tiene entre sus clientes a BSH, Hitachi (antigua ABB), RB Componentes e Ibernex.

Una de las líneas de producción del Centro Especial de Empleo Oliver en Zaragoza.
Una de las líneas de producción del Centro Especial de Empleo Oliver en Zaragoza.
Rubén Losada

«Trabajamos para multinacionales que son muy exigentes. Y el nivel de compromiso de estas personas es también impresionante», destaca. Algo muy necesario, dice, porque «compites en las mismas condiciones que los demás».

Para el gerente de este centro especial de empleo, «las empresas no se aprovechan como deberían de la ventaja que representan estos centros, con un coste menor». Lo peor es que «se han deslocalizado y buscado trabajadores fuera» cuando en la cercanía centros como este y otros podrían hacer ese trabajo sin el coste que el transporte supone. «Todavía nos miran con recelo y seguimos siendo muy desconocidos», lamenta Fondevilla, convencido de que «es deber de todos quitarnos el sambenito de que la discapacidad significa no ser capaces cuando la implicación de nuestro personal es total». 

Fondevilla recuerda que no son ninguna ONG aunque a veces se les vea así: «Nuestro deber es hacer una labor social y buscar la máxima rentabilidad», señala, de cara a poder ofertar más empleo y un proyecto de vida a personas con diversidad funcional.

Tras años de dedicación, Fondevilla adelanta que abrirán una nueva ubicación en Plaza a mitad de año para desarrollar servicios logísticos y trasladar allí alguna línea de manipulado industrial porque en el centro Oliver ya no tienen espacio para crecer. 

La apuesta por la lavandería industrial

Minueval es la apuesta de la Fundación Adislaf por crecer de la mano de personas con discapacidad intelectual

Una inversión de 1,6 millones es la que ha destinado la Fundación Adislaf, que preside José María López, al centro especial de empleo Minueval que de ser una pequeña lavandería en el barrio de las Fuentes ha pasado a convertirse en una lavandería industrial, ubicada en el polígono de La Puebla de Alfindén, donde 70 personas con discapacidad trabajan a diario en limpiar la ropa de 5.000 empleados del sector cárnico

«El grupo Jorge apostó por nosotros. Nos dio trabajo y ahora estamos lavando ropa incluso para mataderos de Mollerusa», explica. Con la ultima tecnología y procesos muy automatizados, Minueval tiene capacidad para lavar hasta 5 millones de prendas al año, aunque hoy su volumen de trabajo es del orden de 1,7 millones al año.

Trabajadoras en las instalaciones del centro especial de empleo Minueval de Fundación Adislaf.
Trabajadoras en las instalaciones del centro especial de empleo Minueval de Fundación Adislaf.
Marcos Cebrián

«La lavandería necesitaba este cambio para atender el crecimiento de la industria alimentaria y las nuevas incorporaciones de clientes», asegura Francisco López, gerente de Minueval, un CEE «cuya prioridad son las personas con discapacidad intelectual y que en producción, calidad y servicio cumple como la que más».

«Nos piden lo mismo que a una empresa que tenga personal sin discapacidad. Por eso es esencial tener empatía y contar con el apoyo de todo el personal de la Fundación Adislaf», asegura Polydoro Marcelino, que trabaja de monitor.

 «Es muy gratificante trabajar con estas personas. Se tiende a pensar que hay un abismo con ellos, pero en el día a día laboral te das cuenta de que no es así», dice. Sí se necesita más apoyo, reconoce Guillermo Arrizabalaga, director gerente de la Fundación Adislaf, que pide a las empresas que apuesten más por los centros especiales de empleo para asegurar el futuro laboral de estas personas, que requieren de estabilidad emocional en sus puestos, añade la doctora de la Fundación, Piedad Oliveros. 

"El apoyo de las empresas es su confianza"

Stylepack es un centro especial de empleo con 166 personas contratadas en Zaragoza

«Tenemos las mismas dificultades que cualquier empresa tiene, pero añadimos el estigma de la discapacidad. Nuestro trabajo se basa en convencer con hechos (cuando nos dan la oportunidad) de las capacidades de nuestra gente», explica Yolanda Sancho, directora de Responsabilidad Social Corporativa (RSC) de Stylepack, el centro especial de empleo calificado como tal por la DGA en octubre de 2007 y ubicado en Plaza. «Empezamos con 12 personas y en este momento estamos 166 personas en Zaragoza y 250 a nivel nacional», reseña.

Con clientes como Lacasa y sangría Lolea -una marca de origen aragonés que pasó a manos de Zamora Company, dueña de Bodegas Ramón Bilbao-, Cerveza Ambar o Golosinas Marjo, Stylepack ha tenido un crecimiento sostenido estos años y pronto abrirá un nuevo centro especial de empleo con más de 2.000 metros cuadrados en Madrid, que dará trabajo a más de 100 personas con diversidad funcional. 

«Más del 95% de nuestros clientes se mantienen en el tiempo», asegura la responsable de RSC de Stylepack, que cerró 2020 con una facturación de 3 millones que ascendió a 4,5 el año pasado y que prevé lleguen a 5 este 2023 . 

Sancho asegura que en su crecimiento ha tenido mucho que ver la apuesta que en su día hicieron por ubicarse en Plaza. «Acertamos con venirnos aquí. En los últimos años estamos realizando muchas operaciones de logística inversa para clientes. Cada vez tenemos más demanda de este tipo de actividad», comenta.

Trabajadores del centro especial de empleo Stylepack en Plaza.
Trabajadores del centro especial de empleo Stylepack en Plaza.
Rubén Losada

Con centros especiales de empleo en otras comunidades, bajo la enseña de Diversis Corporación, Sancho destaca que «Aragón es de las comunidades más implicadas y conscientes de la dificultad de empleabilidad de las personas con diversidad funcional en la empresa ordinaria y que el contacto que mantienen con el Inaem es constante y provechoso».

De la formación que reciben los trabajadores, explica, que hacen gran hincapié en la prevención de riesgos laborales y en trabajar con un estándar de calidad alto. Además, «los miembros de la unidad de apoyo y los técnicos de producción realizan un primer seguimiento de adaptación de cada trabajador a su puesto de trabajo y a su equipo dentro de los 15 primeros días de contrato, formándoles en aquellos aspectos que requieren mejora». Además, reconoce, «cumplen unas medidas estrictas a nivel de ratios, de un técnico por cada 8/9 trabajadores».

De los momentos más difíciles que han vivido, asegura que fueron los de la pandemia porque al ser un centro especial de empleo que presta servicios industriales y logísticos de carácter auxiliar, «si el cliente sufre, ellos por ende también» con lo que tuvieron que aplicar un ERTE parcial de tres meses, los estrictos de confinamiento, eso sí manteniendo todos los puestos de trabajo.

Convencida de que los CEE no podrían funcionar sin el apoyo público que reciben, asegura que la «formación constante de estas personas es vital y requiere de muchos recursos humanos y materiales». Para avanzar en integración, asegura, «se necesita un cambio cultural, la eliminación de sesgos y mucha educación y concienciación para valorar a las personas por igual». Seguir creando más oportunidades de trabajo es el reto: «El apoyo de las empresas es la confianza que nos dan como proveedor de servicios logísticos e industriales», concluye. M. Ll.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión