Roberto Scholtes: «Entraremos en recesión, pero no en una crisis económica profunda»

El jefe de Estrategia de Singular Bank cree que 2023 también será complicado en lo energético, pero confía en la incidencia de las renovables a largo plazo.

Roberto Scholtes, jefe de Estrategia de Singular Bank.
Roberto Scholtes, jefe de Estrategia de Singular Bank.
Oliver Duch

¿Nos encaminamos hacia una recesión?

La recesión es casi inexorable en algunos países del norte de Europa. Que en España encadenemos o no dos o tres trimestres consecutivos de contracción del PIB va a estar rozando el larguero, puede que nos libremos por los pelos o que entremos en una recesión que en principio parece que no puede ser ni muy profunda ni muy duradera. Estamos teniendo la combinación de tres factores que lastran la actividad económica de forma desigual por países.

¿Cuál es el principal?

El primero, y con diferencia el más importante, es la pérdida de poder adquisitivo de los hogares, con una inflación muy por encima de los incrementos salariales, de la renta disponible o de la creación de empleo. Hasta ahora hemos podido ir tirando del ahorro acumulado durante la pandemia, pero estamos llegando a un punto en el que la persistencia de la inflación y el hecho de que los segmentos de la población con menores rentas se han gastado sus ahorros nos hace llegar al punto en el que se tienen que empezar a sacrificar partidas de gasto. La factura de la luz les lleva a tener que reducir su consumo en ocio, turismo, en algunos bienes de equipamiento. Y eso ya se está empezando a ver en cifras de comercio minorista.

¿Y los otros factores?

El segundo factor es la carestía de la energía, que está llevando a la paralización de la actividad industrial en determinados negocios. Bien es cierto que los costes de la energía se están moderando y que los topes gubernamentales deberían permitir que en los próximos meses algunos retomen la actividad. El impacto no es igual en todos los países. A Alemania le afecta más porque tiene un mayor peso de la industria en su economía. En el caso de España el efecto es más moderado porque la industria pesa menos y el sector de la automoción podría perfectamente estar aguantando o incluso aumentando ligeramente su producción porque venimos de un nivel de inventario muy bajo, hay un nicho de demanda latente y se están reduciendo los cuellos de botella causados por la falta de semiconductores.

¿Y el tercer factor?

El tercer factor es el endurecimiento de las condiciones de financiación. Esto afecta más a las economías que tienen a más empresas más endeudadas, en las que los tipos de interés están subiendo más y en la que los mercados inmobiliarios venían más recalentados. Y por concluir, entraremos en recesión, sí, probablemente, pero no hay que asimilar esto a una crisis económica prolongada, profunda y que signifique una destrucción masiva de tejido empresarial y de empleo. Las condiciones de partida son completamente distintas, parte de los ‘shocks’ que estamos viviendo son temporales.

¿Y cuánto puede durar?

En principio debería durar pocos trimestres, uno dos o tres de contracción con el escenario que conocemos hoy. Para la segunda parte del año que viene las tasas interanuales de inflación deberían estar descendidendo en torno al 3% y los incrementos salariales deberían estar algo por encima de ese nivel. Por tanto, empezaría un proceso de restitución de recuperación de renta disponible real y el consumo debería ir estabilizándose.

Pero la crisis energética, con el precio del gas disparado, se adivina larga.

2023 probablemente va a ser en lo energético, tanto en gas como en electricidad, tan complicado como 2022 porque para rellenar los almacenes durante el verano no contaremos ya con gas ruso. Pero eso no significa que los precios tengan que ser superiores a los actuales. Porque ya los precios son en Europa muchos más caros que en Norteamérica y en Asia, por tanto ya han generado incentivo suficiente. Y hay que tener en cuenta que todo esto está sucediendo en plena transformación energética, que nos va a llevar a un punto al final de la década que es el contrario que el actual. Va a llegar un momento en el que sobrará energía durante el día y que el problema sea cómo almacenarlo, con baterías o hidrógeno. Esto lo que hace es que el mercado energético, y por lo tanto la actividad económica, sea muy propenso a ser muy volátil, pero no necesariamente peor.

¿Ve con optimismo la transición energética?

En 2024 la Unión Europea va a estar muy cerca de haberse independizado de los hidrocarburos rusos y al final de la década estaremos muy cerca de la independencia energética en el sentido de que tendremos tantas fuentes renovables que los combustibles fósiles habrán perdido muchísima relevancia. Es un proceso muy complejo, propenso a los accidentes pero que nos va a acabar llevando a un destino mejor que el actual y en el que Europa va a recobrar competitividad.

Todo ello por la inversión en renovables.

Exactamente.

Por eso recomiendan ustedes invertir en ese tipo de energías.

Estamos recomendando invertir en compañías energéticas y de infraestructuras energéticas pero en el sentido amplio. Es decir, creemos que las petroleras juegan un papel esencial en esa transición energética, que no podemos renunciar al petróleo en el corto plazo y que son empresas que son tremendamente rentables.

Petroleras que invierten en renovables.

Son tan ultrarrentables, que les da para pagar altos dividendos, recomprar sus acciones y financiar toda su transición hacia más energías limpias. Nuestra recomendación es que las empresas y las familias tienen que hacer el primer esfuerzo de hacer esas instalaciones solares. Sin embargo, todavía estamos en un proceso de maduración, de abaratamiento del almacenamiento con baterías. Ese es un paso que pueden dar las empresas y los hogares mediada la década, y al final de la década esperamos que el hidrógeno sea ya competitivo. Es un proceso gradual.

¿Al hidrógeno le ve mucho futuro?

Al igual que cualquier otra cosa, que las baterías, que las energías renovables, necesita economías de escala. Vamos a tardar todavía muchos años para que haya tanta producción, tanta capacidad y desarrollos tecnológicos como para que sea competitivo. Es un proceso al que queda mucho por hacer, pero al que igual que se vislumbra ya con las baterías, ocurrirá. Y esa va a ser una gran ventaja competitiva de España.

Cambiando de tercio, ¿qué pasará ahora con los mercados?

El mensaje fundamental en cuanto a los mercados es que la subida de tipos trastocan el orden de las cosas. Venimos de una larga década de tipos 0 o negativo en la que para los inversores prácticamente no ha habido alternativa a la renta variable y de sopetón tenemos una renta fija con rendimientos ya muy competitivos. Ahora vemos que los bonos corporativos, los de buena calidad crediticia, nos permiten sacar más de un 4% en Europa. 

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