Algunos deberes sin hacer

La unánimemente anunciada crisis mundial puede pillar a España en una mala posición por no haber emprendido las medidas necesarias en nuestra economía. Urge ponerse serio con el gasto público del aparato del Estado.

La anunciada crisis que se avecina será más dura para España si no ha hecho bien sus deberes.
La anunciada crisis que se avecina será más dura para España si no ha hecho bien sus deberes.
Heraldo

Comienza 2019 y, como es habitual, proliferan los balances del año que termina y los augurios del recién nacido. En esta ocasión se aprecia una innegable unanimidad en predecir una clara incertidumbre económica porque se espera, de un lado, una ralentización del crecimiento económico global y, de otro lado, porque ese frenazo nos coge en España con los ‘deberes todavía sin hacer’ (frase que circula por doquier como un mantra).

A lo anterior no ayuda el hecho de que en nuestro país el año 2019 esté lleno de citas electorales, con resultados imprevisibles y serias dudas de que los resultados de las urnas deparen escenarios de estabilidad (supongo que aquellos que han venido defendiendo repetidamente el multipartidismo no podrán evitar una cierta nostalgia de las alternancias tranquilas de tiempos pasados).

Porque no cabe duda de que de un resultado electoral u otro dependerán muchos aspectos del funcionamiento de la economía, tanto en lo que afecta a las decisiones de los agentes privados (inversiones de las empresas, consumo y ahorro, etc.) como a las actuaciones del sector público (fiscalidad, gasto...). Y aquí enlazamos con el título del artículo, porque es evidente que el clima será todavía peor si nos invade el frenazo económico con los deberes de la crisis aún sin hacer. Ahora bien, ¿se han dejado de hacer los deberes por todos o solo por algunos? Veamos la cuestión.

La crisis ha motivado un ajuste de cinturón del sector privado:

- Las empresas (entre ellas los bancos), así como muchos profesionales, han reajustado sus costes, han buscado nuevos mercados, han evitado nuevo endeudamiento -reduciendo incluso el que tenían- y han adaptado sus estructuras a la nueva realidad.

- Los particulares, ya que han visto reducirse sus ingresos, en unos casos por vía de salarios o pensiones, en otros casos por vía de alquileres o pérdidas bursátiles, y todos en general por la pérdidas de la retribución que obtenían mediante el ahorro, como consecuencia del hundimiento de los tipos de interés.

- Mención especial merece el más penoso y dramático ajuste sufrido por las empresas y autónomos que debieron cerrar sus negocios y por los trabajadores que se han visto abocados al desempleo o mermas salariales.

Se puede afirmar, pues, que el sector privado de la economía sí ha hecho sus deberes. Pero ¿puede afirmarse lo mismo del sector público? Algunos políticos avispados dirán que sí, que a causa de la crisis se han debido acometer importantes ‘ajustes’ en los presupuestos de las Administraciones, también denominados ‘recortes’ en lenguaje de la oposición a los que gobiernan (es lo que tiene la riqueza de matices del castellano).

Ahora bien, no han debido ser muy severos esos ajustes o recortes cuando la realidad es que los déficits no se han corregido y el endeudamiento ha seguido creciendo. Respondiendo, pues, a la citada pregunta deberemos concluir que el sector público, en general, no ha hecho sus deberes. Y aún hay más: determinados grupos políticos afirman que cuando gobiernen «recuperaran los derechos de los ciudadanos» (sic), es decir que volverán a gastar sin control.

Nadie discute la conveniencia, incluso la necesidad, de acometer gastos sociales. Pero el problema radica, aparte de una mayor racionalización del llamado gasto social, en otra dimensión del gasto que tiene relación con aspectos estructurales, como son la excesiva burocratización, la multiplicidad de funciones y órganos, en definitiva con lo que se llama el ‘aparato del Estado’, que tiene la particularidad de que crece permanentemente con la entrada de cada nuevo gobierno.

Finalmente, debe añadirse que el hecho de que el sector público no haya hecho sus deberes comporta adicionalmente una actitud insolidaria con las siguientes generaciones, en la medida que están traspasando a estas la alta carga de la deuda contraída. Claro que esta escasa voluntad de ajustar el gasto público se verá agravada a partir del nuevo año con el ‘aviso a navegantes’ de Draghi de cortar la compra de deuda soberana de los países miembros de la UE, medida que ha pasado algo desapercibida pero que tiene una gran trascendencia en el futuro de los presupuestos públicos.

Ante la cercana ralentización del crecimiento económico en 2019 se impone pues tomar más en serio el comportamiento del gasto público. No es plato de gusto ni se vende bien políticamente pero, como suele decir un veterano y destacado directivo aragonés: «A uno le pagan el sueldo precisamente por lo que no le gusta hacer...».

Francisco Bono es economista.