CONTRACRÓNICA

Otra evolución lógica

El fortín apagó la crítica en un nuevo triunfo fácil del CAI. La grada se sintió cómoda ante la superioridad de su equipo. Volvió Guerra en la noche en que la grada recordó a Lescano, el capitán ausente.

Rivero apacigua a Darren Phillip.
Otra evolución lógica
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Del frío al calor. Así, como en las jornadas posteriores a las derrotas a domicilio del comienzo de la temporada, la atmósfera del pabellón Príncipe Felipe registró una evolución lógica. Cuando el público tomaba asiento en el coliseo zaragozano, el sabor del aficionado era el de la derrota en Tarragona. Y ese regusto amargo no lo guardó en silencio. En las presentaciones, algún que otro hincha rojillo no perdonó el despropósito del pasado fin de semana. Pitos y aplausos en un sabroso cóctel para abrir boca.


Pero el partido no empezó del todo mal para el CAI Zaragoza y eso relajó el ambiente inicial, a pesar del mate del visitante Coleman, que hizo sonar las palmas en un sabio reconocimiento del graderío aragonés a una canasta de altura, nunca mejor dicho. Ese tipo de acciones no se ven todos los días. Y menos en la LEB Oro. Hasta se aplaudió un 'alley-oop', también de sello gallego, ya en el tercer cuarto, con el partido roto. Por solidaridad, más que nada.


Así, entre canasta y canasta, la gente empezó a olvidar lo sucedido siete días atrás. Y contempló en primera persona el poderío como local del CAI Zaragoza, la seña de identidad del conjunto rojillo esta temporada. Poco pudo intimidar el Breogán de Lugo, que no pudo hacer gala de su nombre, ese que hace recordar al rey gallego que, según la mitología celta, puso el germen de la conquista de Irlanda. Con una vestimenta azul celeste y numeración blanca, composición de evocación láctea, el Leche Río Breogán hincó la rodilla como todos cuantos han pasado esta campaña por el parqué de la pista central del Príncipe Felipe. Mejor sin sorpresas.


El transcurso del encuentro fue dejando algunos detalles interesantes, como la reaparición de Guerra tras un largo período de inactividad. Su maltrecha rodilla aguantó un buen rato la tensión del partido, aunque al canario se le notó con falta de confianza en los movimientos. Al final, dolorido, hubo de regresar al banco, donde se reencontró con una buena dosis de hielo. Que no sea nada.


También volvieron, pero en el Breogán, Nacho Ordín y Alberto Corbacho, aragonés y ex del CAI Zaragoza, respectivamente. Al primero le acompañó una leve sinfonía de viento en cada acción. Quizá leve, porque hubo quien se despistó con la inscripción de su camiseta (O. Barrabes). A Corbacho, ovación en la presentación y luego, como a uno más.


Los silbidos de ayer tenían un único dueño: la pareja de colegiados. Pla Giménez y Zamora Rodríguez ejercieron de jueces... y de animadores. La magnitud de sus fallos y lo extenso de su repertorio envalentonó a la grada, que no dejó pasar la ocasión de recordarles (y reír) sus errores.


Los aplausos, al contrario, tuvieron mejor reparto: para Quinteros, azote del Breogán desde el perímetro; Elonu, ayer más espectacular y plástico que nunca; a la valentía de Guerra; al acierto de Barlow, la casta de Kiefer... Con 20 de ventaja, el público coreó el apodo de Matías Lescano. "Bicho, Bicho...", en el instante emotivo de la noche. El argentino, junto al banquillo agradeció el bonito gesto. Al joven Ander Arruti, que recibió de Abós un minuto de regalo, el público no le perdió de vista. Su canasta desde el tiro libre se celebró como un triple.


Que sí, que pese a todo, el público de Zaragoza es fiel y sabe reconocer las cosas bien hechas. Y perdonar lo imperdonable.

Mikel Alcázar