EL RIVAL

'Made in' Laudrup

El danés se ganó un lugar entre las leyendas del fútbol con su juego elegante y arquitectónico. Ahora persigue construirse un prestigio entre los entrenadores.

Michael Laudrup, entrenador del Mallorca.
'Made in' Laudrup
KAI FOSTERLING/EFE

El tiempo parece haberse detenido en Michael Laudrup (Fredriksen, Dinamarca, 1964). Aquel futbolista resplandeciente y de alicatado cabello rubio se resiste a la arruga, la cana, la voracidad alopécica y el paso de los días y los años. Apenas ha cambiado, pese al salto de bando. Ahora viste de entrenador, alterna los trajes grises con la gama de azules de los tejanos, pero eso no ha contribuido a la acción devoradora del estrés. En el banquillo, sigue conservando su pose calmada y discreta. Laudrup también mantiene algunas otras cosas. Lo cuentan en Mallorca, donde asisten a diario a ciertas lecciones sobre la redondez de la pelota. Con Laudrup, el balón siempre proclamó la perfección de su esfera y ahora, mientras entrena y alecciona al Mallorca, procura de vez en cuando pisar el césped, coger a un futbolista o a varios, y tratar de explicarles cómo es la naturaleza de un pase y cómo hay que poner el pie para descubrirla. En este aspecto, también el tiempo parece haberse detenido en Laudrup.

El Mallorca asiste a su enésima renovación en medio de la austeridad extrema que marca la Ley Concursal y, como suele ser habitual en los últimos tiempos, ha reciclado su equipo con cierta precisión. Esta vez, detrás de la primera línea de fuego, mueve los hilos Lorenzo Serra Ferrer, mallorquín y sabio del fútbol, que no dudó en tirar de la cuerda de la amistad para seducir a Laudrup. Al danés no le entraron las dudas pese a la forzosa aspereza del proyecto. Han bastado unos cuantos partidos para descubrir un Mallorca esponjoso con la pelota y respetuoso con el buen juego. Lo adoctrina Laudrup y eso siempre despierta la expectación propia sobre una leyenda del fútbol en un banquillo y la didáctica de los genios. ¿Cómo enseñarles a los futbolistas lo que uno elevó a categoría artística? La cuestión rescata la teoría por la cual Maradona jamás será buen entrenador y aquella idea fallida de Valdano de que los buenos técnicos no podían tener un pasado brillante como futbolistas. Laudrup fue brillante. Arquitecto del último pase y orfebre del regate.

Parió aquella culebrilla llamada la croqueta, una repentina interrupción y reanudación de la marcha de la pelota que descosía al oponente, y bordó la cuerda, un quiebro espacial que trasladaba el balón de un pie a otro con un leve relampagueo de la cintura mientras el defensa, perdido en el aire, buscaba respuestas. El regate lo clona ahora de vez en cuando Iniesta, el futbolista que más recuerda a aquel Laudrup del Barcelona que forjó su propio catálogo. A eso se le etiquetó como "Made in Laudrup", algo así como 'fabricado en Laudrup'. En la colección, sobresalía la croqueta, pero también uno de los mejores repertorios de asistencias de la historia del fútbol. Su lucidez en la periferia del área era sublime, con cientos de envíos ingeniados en un pestañeo.

Pero Laudrup siempre se asociará al pase fingido. Abría la defensa mirando hacia al norte y sacaba la pelota por el sur. Allí casi siempre estaba Romario, como en aquella palanca en El Sadar, posiblemente la apoteosis del último pase. Todo era elegancia en el danés, delantero en sus orígenes, falso '9' con Cruyff -al estilo de Messi hoy en muchos partidos de Guardiola- y mediapunta en su etapa final.

Nombrado mejor jugador de la historia de Dinamarca, Laudrup comenzó a jugar al fútbol en las calles de Viena. Su padre Finn apuraba allí su fútbol antes de transformarse entrenador en el Brondby. La pelota giraba en más pies de la familia. Brian, el hermano -ahora en recuperación de un cáncer linfático leve-, o el tío Ebbe Skovdahl, ayudante del padre, un tándem que le hizo debutar en el Brondby con quince años, tras probar en el Ajax. A los 18 estaba en la Dinamita Roja, la selección danesa, y a los 19 la Juventus de Platini y Boniek pagó su fichaje. Los límites en el cupo de extranjeros le enviaron dos años a préstamo al Lazio antes de volver a la 'Vecchia Signora'.

Allí, Laudrup dejó más sombras que luces, y Cruyff lo reclutó en el Barcelona en los principios del 'Dream Team'. Era 1989. En el Barça, se ganó un lugar en la vitrina de los mejores futbolistas de la época. Ganó cuatro Ligas y una Copa de Europa en cinco temporadas. El final lo fabricó la ley de los tres extranjeros por equipo. Compartiendo papel con Romario, Stoichkov y Koeman, el sacrificado de Cruyff solía ser Laudrup. Su suplencia en la final de la Copa de Europa de Atenas ante el Milan (4-0 para los italianos) detonó su salida del Barcelona. Marchó libre de contrato al Real Madrid, donde le dio tiempo en dos años a ganar una Liga, suministrarle un racimo de asistencias a un incipiente Raúl y dejar una huella imborrable en la Liga. Apagó su fútbol en el Vissel Kobe japonés y en el Ajax. Tras el Mundial de Francia 98, se retiró.

Quedaba el tiempo del Laudrup entrenador. La huella de Cruyff marca su estilo. Buen uso de la pelota, mirada ofensiva, circulación veloz... Así jugó el Brondby o el Getafe, su salto al fútbol superior. Fracasó en el Spartak de Moscú y Laudrup explica las razones de su despido: "No se puede entrenar en Rusia sin hablar ruso". Mallorca es la siguiente etapa de su vida como técnico. Plantado junto al banquillo, en la banda, como si en cualquier instante fuera a reventar una defensa con un pase inadvertido y delicioso.