RALLY DAKAR

Lágrimas, orgullo y esperanza

Los hermanos Grasa, tras su abandono en el Dakar, regresan a España con la experiencia más valiosa de su carrera.

Javier y Miguel Grasa, al mando de su Mitsubishi Montero DI-D, ruedan en el Dakar sudamericano
Lágrimas, orgullo y esperanza
G&S COMUNICACIÓN

No fue cuestión de pagar una novatada. Tampoco falta de experiencia. Si algo vuelve a demostrar el Dakar, a pesar del cambio de continente, es que ni los más veteranos pilotos se libran de los infortunios, de los avatares de la mecánica. Javier y Miguel Grasa, que debutaban en formación como Coviar Raid Team, resistieron hasta la cuarta etapa de la prueba automovolística más peligrosa de cuantas existen.

 

"El coche estaba funcionando bien, habíamos dejado a 50 rivales por detrás. Pero la gran cantidad de polvo acumulado durante la tercera etapa colapsó un filtro, lo que acabó dañando el turbo. En aquel momento, pensamos que nos tocaría dormir allí mismo, pero un camión chileno nos remolcó hasta la meta. Nuestra asistencia reparó el vehículo durante la noche y nos disponíamos a tomar parte en la cuarta etapa", recordaba Javier Grasa, que quiso proseguir la prueba junto a Miguel, su hermano, sin apenas descanso: "En el trazado inicial hacia Copiaco, se rompió la culata y el coche dijo basta". Ahí acabó el sueño y nació el llanto. "Nos hundimos al ver que no podíamos continuar, fue duro ver a mi hermano llorando y percatarme de que se había terminado nuestra participación", rememoraba ayer Javier Grasa, ya sin lágrimas, camino del aeropuerto de Buenos Aires, donde espera, junto a su hermano y otros españoles de idéntica suerte, un vuelo de regreso.

 

Todo, también los fatigosos desplazamientos, forma parte de una experiencia, un legado, que los Grasa traerán consigo tras su paso por Argentina y Chile. Lejos de ser negativo, lo que queda para los expedicionarios del Coviar Raid Team supone el conocimiento más valioso de sus carreras deportivas. Y un saco de buenos momentos: el recibimiento en Buenos Aires, el cariño de los aficionados, la experiencia de ayudar a otros participantes... "Ha sido una grata vivencia, nos hemos encontrado muy bien; hemos disfrutado", asentía Javier. Al olvido del dramático instante del abandono han colaborado decenas de amigos, compañeros y adrmiradores de los Grasa. "Nos han enviado muchos mensajes de apoyo; eso llega al corazón", agradecía Javier. El reconocimiento es, por tanto, generalizado. Nadie duda del mérito de los zaragozanos, del valor del que han hecho gala. Ojalá puedan repetir en 2011. Será difícil: la economía es el factor que lo complica. Queda tiempo. He aquí la esperanza.