Otro ataque al prestigio

El entorno de la propiedad del Real Zaragoza es incapaz de sostener el prestigio ya muy dañado por la terrible gestión de Agapito Iglesias.

El Real Zaragoza –y con él, el zaragocismo- sufre la bochornosa imagen que ofrece una propiedad aturdida y el espectáculo de singulares y asombrosos personajes que se acercan al entorno de la entidad blanquilla con extraños  intereses personales.

 

La sucesión de acontecimientos deshace el ánimo del zaragocismo. La agónica venta de Agapito Iglesias –que sigue dando la impresión de que es el que maneja el club-, el desembarco de un grupo de empresarios sin ninguna voluntad de guiar el futuro de la entidad, tan sólo de ganar dinero en operación; los embargos, el desgobierno institucional y deportivo; una hemorragia que acrecienta las heridas que sufre la entidad en todos los ámbitos.

 

Una profunda injusticia que el Real Zaragoza, su trayectoria, su palmarés, su historia y su gente, no merecen. Hiere el alma la imagen que se propaga de un club señero, emblema de una ciudad y una Comunidad, orgullo de millones de personas, enamoradas de un equipo. Que sus gestores –si es que lo son- han convertido hoy en una mera entidad mercantil de la que sacar partido –de la que sacar dinero-, al margen de cualquier cariño o sentimientos.

 

Un escaparate que se brinda al mundo –a todo el mundo-, desorientado ante la decadencia dirigida de un grande. Algo insoportable para el zaragocismo.