Pau Sans adelanta a Gueye

Sergio Bermejo (derecha) junto a Pape Gueye en un entrenamiento.
Sergio Bermejo (derecha) junto a Pape Gueye en un entrenamiento.
Heraldo

Que mañana no juegue Pape Gueye en el estadio de La Romareda no deja de traslucir un reconocimiento implícito de una equivocación. En ocasiones, esto sucede en el mundo del fútbol: un fichaje no sale como se espera. Pero aquí, más allá del protagonista concreto del momento, del delantero senegalés, clama la repetición en el yerro, la reincidencia.

Hace demasiado que se gasta demasiado en esta operación, en la adquisición del delantero centro de referencia que deviene en nada: Gabriel ‘Toro’ Fernández, Álex Alegría, Sabin Merino, Jeison Medina, Vinicius Araujo, Pereira, Samaras, Toquero, Vuckic, Gueye....

A fuerza de presenciar hechos sobre el terreno de juego y en el estadio de La Romareda, realidades ya consumadas, hoy resulta complicado creer que a Pape Gueye se le hiciera un seguimiento riguroso desde la dirección deportiva del Real Zaragoza durante nada menos que dos años.

Es difícil aceptar tal tesis, que en un momento determinado se dejó deslizar, siendo todavía director deportivo Miguel Torrecilla. En todo caso, sea como fuere, grava el desatino la economía ajustada del Real Zaragoza y trastoca los delicados equilibrios de la justicia interna de un vestuario. Son los salarios más elevados los que están llamados a soportar en mayor medida las responsabilidades colectivas, una escala de valores que aquí está, al menos, agrietada.

Este próximo verano regresará, presumiblemente, de su cesión en el San Luis de Potosí (México) Sabin Merino, quien salió rumbo a ese destino por obra de las llamadas sinergias de la nueva propiedad del Real Zaragoza y a que este club mexicano mantiene una estrecha relación con el Atlético de Madrid. Si el San Luis no ejerce la opción de compra que contempla dicha cesión, la sociedad anónima deportiva aragonesa se reencontrará con una de sus elevadas fichas, habida cuenta de que a Merino todavía le restan dos años de contrato con el Real Zaragoza, a más de 500.000 euros por cada una de esas temporadas.

Por esta política de fichajes, entre otras razones, se ha ido, sin duda, desajustando el funcionamiento del equipo, que suma su tercera temporada consecutiva en puestos de la zona baja de la tabla de Segunda. Queramos que no, poco a poco se ha ido constituyendo una especie de ‘statu quo’, una serie de condiciones que prevalecen en esta fase de la historia reciente. Por este flanco debilitado se levantaron, asimismo, serios riesgos societarios y fueron imprescindibles los milagros de Juan Ignacio Martínez, una etapa que entendimos superada y que, sin embargo, está reapareciendo en alguno de sus rasgos.

Pudieron aliviar estas deficiencias de gol en la presente temporada Iván Azón, Víctor Mollejo y Giuliano Simeone; pero el fútbol, que de tanto en tanto esconde episodios traicioneros, está gastando una mala pasada a Fran Escribá y al club aragonés. Los dos primeros padecen lesiones y a Simeone le han entrado inseguridades en el alma, como demostró en el gol cantado que falló en Málaga, a puerta vacía, con el guardameta superado. Solo debía golpear al balón con la izquierda. Pero desconfió. No se fio de sí mismo ante la evidencia de que su jugada era de gol.

Entre unas razones y otras, Juan Carlos Cordero, nuevo director deportivo, ha quedado mirando al mercado del paro, una tesitura que, según todos sabemos, es al tiempo impropia y definitoria.

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