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Poyet: “No te puedes ni imaginar lo que me emocioné hace unos días en el Pilar”

El centrocampista uruguayo es el futbolista extranjero con más partidos (294) de la historia del Real Zaragoza por delante de los argentinos Leo Ponzio (246) y Cristian Álvarez (179). 

Gustavo Poyet es actualmente el seleccionador de Grecia.
Gustavo Poyet es actualmente el seleccionador de Grecia.
Toni Galán

El uruguayo es el futbolista extranjero con más partidos de la historia del Real Zaragoza. Gustavo Poyet (Montevideo, 15 de noviembre de 1967)  tocó la gloria en la Recopa de París después de haber vivido y sufrido el proceso de construcción de aquel equipo desde el primer día. Llegó como un delantero desconocido y se fue al Chelsea siete años después como uno de los mejores centrocampistas de Europa.

¿Dónde estaba cuando le llamó el Zaragoza?

En Montevideo. Fue muy sorpresivo. Había rescindido contrato en Francia, en el Grenoble de la segunda de allá. Me volví a Uruguay porque la situación no estaba bien para mí. Me llama Cacho Blanco, exzaragocista, y me dice que Ildo Maneiro va a ir al Zaragoza de entrenador. Resulta que los delanteros para la temporada que empezaba en 1990 eran muy pequeños: Pardeza, Salillas, Higuera… Querían un perfil diferente para tener otras opciones. Porque hay que recordar que yo fui al Zaragoza como delantero centro.

¿Entonces, no tenía equipo?

Cierto. Después de crecer en el River Plate de Uruguay, decidí venir a Europa. Pude ir al Niza, pero tenían las dos plazas de extranjeros ocupadas, así que firme en el Grenoble, en segunda francesa, un contrato de cuatro años. Allí las cosas me fueron bastante mal y rescindí. Cuando pisé Zaragoza por primera vez para firmar contrato, recuerdo que era Semana Santa. Estaba la procesión, todos de blanco, con las capuchas, y me llamó mucho la atención porque no lo había visto nunca. Después estuve dos meses en Uruguay entrenando solo. Me di una paliza tremenda para llegar del mejor modo a la pretemporada de Biescas.

¿En quién se arropó en sus primeros días?

Chilavert me vino a buscar a la estación de tren. Imagine, toda una personalidad. Sabía que todo lo que venía en Zaragoza iba a ser más fácil que en Francia. De entrada todo fue más sencillo. En la pretemporada, compartía habitación con Salillas. Yo era un ‘outsider’ en aquel grupo, porque el principal fichaje con Maneiro era Edison Suárez. En realidad estaba allí porque al Zaragoza le faltaba un delantero alto. Nada más. Es que llegué con un contrato muy bajo, de los de jóvenes recién llegados, como Aguado o Pablo. Estábamos seguro de los más abajo.

Gutavo Poyet, historia del Real Zaragoza
Gustavo Poyet, tercero por la derecha, junto al resto de caras nuevas del Zaragoza de la temporada 90-91. A su izquierda, su compatriota Édison Suárez y Xavi Aguado. A su derecha, Antonio Tejero. 
HA

Vino de tapado y escribió su propia historia durante siete temporadas.

Yo en Zaragoza viví momentos clave muy claros que favorecieron la trayectoria que hice en el club. Por ejemplo, uno fue cuando se decide traer a Dorin Mateut. Había que dar una baja federativa, algo que creo ya ni existe. Yo hablé con Maneiro y salí de esa reunión diciendo que no firmaba nada. Era imposible que alguien me hiciera firmar eso. Y Edison en cambio aceptó hacerlo, no sé por qué. Acabamos jugando Mateut y yo. Yo era el fichaje menos conocido y la baja me la podían haber dado a mí directamente, pero con mi forma de ser y con la explicación de Maneiro me quedé. Luego, vino el cambio de técnico. Ya antes de eso venía entrenando algunas cosas para cambiar mi juego y adaptarlo al centro del campo, por si no terminaba jugando de delantero. Fue un proceso de mejora física.

¿Cómo fue esa transformación?

Cuando se ve que jugamos 4-4-2 y Pardeza e Higuera están confirmados como pareja de arriba. Al principio jugaba también Manolo Peña pero después se lesionó. Yo vi que tenía que dar un paso atrás en el equipo para aportar otras cosas. Sobre todo, fue un cambio físico. Como delantero, estaba acostumbrado a las distancias cortas. Y como volante estabas en constante movimiento. Hubo que entrenar eso. Me centré en trabajar otro tipo de esfuerzos para agarrar el ritmo necesario. También hubo que cambiar otros hábitos. Yo como delantero jugaba mucho de espaldas a la portería y pasé a jugar mucho de frente. Aprendí también a llegar al área, al gol, a cómo salvar las marcas del mediocampista… El ‘timing’ lo tenía ya, quizá de mis años jugando al básket… Creo que me confirmé como centrocampista en mi segundo año. La llegada de Darío Franco fue muy importante en el proceso porque me permitió tener esa libertad de ir adelante.

A aquel Zaragoza lo recordamos por su juego vibrante, fino e hilado, pero pocas veces por la capacidad física de varios de sus futbolistas. Era un equipo muy goleador de cabeza, por ejemplo.

Y con mucho carácter. Pero sí, éramos grandes. Fíjese: estaba Aguado como central, Darío como mediocentro, yo como mediapunta, Moisés adelante… Una línea vertebral de 1,88 o así. Metíamos muchos goles de cabeza.

Decía que su etapa en el Zaragoza hay momentos muy puntuales que marcaron su trayectoria...

Además del asunto de la baja federativa, otro momento fueron los dos goles al Murcia en la promoción. Aquellos goles fueron determinantes para que el club dijera que me quedase. No sé qué hubiera pasado si no marco esos dos goles en ese partido tan importante, porque, ojo, la Recopa la comenzamos a ganar ese día.

No es el primero ni el último que lo dice...

Después de aquello se fue definiendo todo con las llegadas de Darío Franco, de Santi Aragón, de Esnáider, del Negro Cáceres, de Nayim… Los demás ya estábamos ahí.

Gutavo Poyet, historia del Real Zaragoza
Celebración de uno de los goles de Poyet al Real Murcia en la famosa promoción de 1991.
HA

¿Qué cree que distinguía a aquel equipo campeón?

Lo primero: éramos muy buen grupo, muy amigos. Nos entendimos aceptando nuestras personalidades. Teníamos mucho carácter. Cuando la cosa se ponía difícil, casi mejor. Teníamos una forma especial de creer que se fue formando con el tiempo. Creíamos mucho en lo que hacíamos. Siempre salíamos a la cancha pensando que se podía ganar. Estuvimos cuatro años, por ejemplo, pensando cómo ganar al Barcelona. Yo contra ellos perdí 0-2, 1-4, 1-6… Y no pensábamos en cómo perder 0-1, sino en cómo le podíamos ganar a ese Barcelona: hasta que llegó el 6-3. Nuestra meta era ganarlos a todos. Al Madrid le ganábamos, pero es que el Barça nos tenía preocupados de verdad.

¿Cómo explicaría ese juego?

Nos compensábamos muy bien. Un lateral ofensivo, como Belsué, y otro más defensivo, como Solana. Dos centrales también diferentes. Xavi Aguado metía por todos y el Negro haciendo las coberturas. Santi organizando y todos a jugar. En ese mediocampo se marcaba poco, lo hacíamos todo por organización y estando juntos y compensados, más que por características individuales.

¿Qué le dice aparecer en los registros como extranjero con más partidos en el Zaragoza?

Hace unos años piensas que vas a ser batido tarde o temprano: “Alguien me va a pasar”. Y seguir ahí me hace estar muy orgulloso. Demuestra lo difícil que es para un extranjero estar tanto tiempo en un club. Es una cosa bonita. Demuestra lo que me marcaron esos años en mi carrera y en mi vida, porque mis hijos nacieron en Zaragoza.

¿Qué le transmite la icónica imagen del triunfo de París en la que rompe a llorar como un niño con el gol de Nayim?

Son cosas del ser humano. Hay veces que ante tanta alegría uno no ríe sino que llora. La emoción era tremenda. Hasta días después no vi esa imagen. Me llamó mucho la atención una señora mayor en Zaragoza. Pasados unos meses, me dijo: “Cómo nos has hecho llorar”. Yo decía: “Será por algún gol”. Pero la señora me dijo: “No, no. Estábamos, cuando la final, aguantando la emoción, y saliste en medio de la tele llorando, y los cuatro o cinco que estábamos en casa empezamos a llorar”. La gente se emocionó a través de esa imagen. Yo gané la Copa América y ganar para tu país es algo extraordinario: tu barrio, tu colegio… Pero es algo esperable. Que el Zaragoza ganara una competición europea, no tanto. Aquello sobrepasó todo lo que uno podía imaginarse.

Gutavo Poyet, historia del Real Zaragoza
El llanto de Poyet tras el gol de Nayim.
HA

¿El secreto de ese Zaragoza fue su progresión gradual? La salvación, la clasificación para Europa, finalistas de Copa primero, campeones después y terceros en liga, la Recopa…

A veces la gente no se da cuenta. Ese equipo es un ejemplo de cómo se debe crecer. No fue a base de talonario. Fue un trabajo bien hecho en la parte de reclutar y elegir jugadores que se supieron adaptar a los que ya estábamos. Está clarísimo. Lo has explicado muy bien: un equipo que salva del descenso, luego queda arriba, juega competición internacional, llega a la final de Copa y la pierde, luego la gana… Ese proceso demuestra que con tiempo, con un mismo entrenador, manteniendo la base y añadiendo bien, se logran cosas buenas. Ese Zaragoza lo tendrían que estudiar en la universidad o en el curso de entrenadores porque está reflejado cómo se puede llegar al máximo a través de un buen trabajo de todos.

¿Por qué se fue al Chelsea?

Tenía que poner en consideración todo: la familia, la carrera, el tema económico, los momentos… No hubo una sola razón. Nosotros llegamos al punto máximo en la Recopa, y al poquito el equipo se empieza a desarmar. Se fue Juan, el Negro… Es una cosa natural, porque una vez tocas el máximo es muy difícil mantener. Año y medio después estábamos jugando como últimos en Compostela creo recordar. Yo valoré todo. Llevaba siete años, el grupo se estaba terminando y yo quedaba libre por segunda vez. La primera había renovado. Y así, llega un equipo formándose de buenos jugadores en Inglaterra. El fútbol inglés sobre el papel era ideal para mí…

Su juego de ida y vuelta y de llegada era muy prototípico de aquella Premier. ¿Se sentía, en esencia, algo así como un futbolista inglés?

Así es. Faltando dos meses para que yo pudiera comenzar a negociar, el Chelsea viene a Zaragoza. No es que me mandaran un fax. Se tomaron un avión y vinieron a verme. Me querían con Gullit, Zola, Vialli, Petrescu, Di Matteo, Leboeuf… Era el momento. Si me agarra dos años antes, no voy. En 1994, no me voy. Yo ese año, después de ganar la Copa al Celta, termino contrato. Y renuevo. Y me calenté porque pensaba que me iban a pagar más. Londres se convirtió en mi casa. Si no trabajo, allí estoy, porque tengo allí mi vida. La decisión fue correcta, pero muy complicada. En el 94, cuando estábamos negociando, yo salgo muy enfado de La Romareda con la oferta que me hace el Zaragoza. Muy, muy enfadado. Mi agente, por suerte, fue inteligente y dejó una puerta abierta. Después de analizar adonde podía ir, me convenía renovar en el Zaragoza. Menos mal. Este fue el tercer momento clave: la baja federativa, los goles al Murcia y la renovación del 94. Y el cambio de posición. Así se explica mi camino en Zaragoza.

¿Qué significado tiene el Zaragoza en su vida?

Zaragoza me cambió. Allí me hice centrocampista. Si no viviera en Londres, Zaragoza era mi casa. Mis hijos habían nacido allí, yo juré allí la nacionalidad española pero también la ciudadania aragonesa… Siempre que puedo voy, siempre miro lo que hace el equipo, los de la Recopa estamos conectados en un grupo de whatssap… Eso es espectacular. Yo gané la Recopa con el Chelsea en el 98 y la Supercopa al Madrid y no estoy en contacto con los 25 de ese equipo. Yo gané la Copa América y no estoy en contacto con los 25 del plantel… Pero todos, todos, los del 95 tenemos ese grupo. Solo falta, que en paz descanse, Sergi. Eso lo dice todo. Cuando gana el Zaragoza, ahí felicitamos al ‘Flequi’ Belsué que está de delegado sufriendo. Estamos con él. Y si pierde preguntamos qué ha pasado. Zaragoza siempre va a estar ahí.

¿Le emociona aún el Zaragoza?

Te voy a contar una cosa que la cuento porque me hago viejo. A mi mujer se lo dije y casi me muero de la vergüenza. Hace unas semanas estuve en Zaragoza. Mi esposa me había pedido que comprara unas medidas de la Virgen del Pilar. Entré al Pilar, pero lo hice por la puerta equivocada y no podía pasar para el otro lado. Así que salí y entré por donde lo hicimos cuando la Recopa. Y cuando entré y me paré delante de la Pilarica, no te puedes ni imaginar lo que me emocioné parado ahí. Nunca me había pasado algo igual. Eso significa que estoy viejo y que estoy más sensible. Esto con 20 años no te lo cuento. Me tuve que ir medio respirando, así como medio ahogado, procurando que no me viera nadie… Eso demuestra que ahí dentro hay algo muy profundo.

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