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La buena suerte también juega
El Zaragoza pareció durante muchas jornadas un equipo desgraciado, pero hay datos que revelan que no es así
Buena defensa, ataque certero, línea de creación imaginativa, equilibro entre el nivel de aplicación y ayudas de todos los jugadores sobre el campo, inteligencia en el manejo del tempo del juego, calidad en jugadas clave, dominio del balón aéreo, destreza en las jugadas de estrategia... Todo esto son las líneas maestras de cualquier equipo que quiera estar en lo alto de la clasificación de una liga, que pretenda llegar lejos en cualquier competición. Todos tienen relación directa con el juego, con el desarrollo del fútbol con balón de por medio.
Pero para completar el listado es obligado incluir el factor suerte. Este, ya dentro de los intangibles. Imposible de manejar lo concerniente a la fortuna, en cualquier aspecto de la vida. También, por supuesto, en esto del balompié. Pero, como bien saben todos aquellos que han participado alguna vez en las lides deportivas, a veces la suerte es tan decisiva -o más- que las mejores praxis de la disciplina que sea en el terreno de juego. De hecho, puede carecerse de una, dos o varias más de las primeras y, si el factor fortuna está por señalar a un equipo con el dedo índice, es capaz de sacar adelante un triunfo por el peso de su divisa, aunque su fútbol no sea de calidad.
El Real Zaragoza, en un año malo -el segundo seguido-, ha parecido a simple vista un equipo desgraciado al respecto en muchas jornadas. Así se ha llegado incluso a escribir y a titular. La aseveración vino en días de ceguera increíble ante las porterías rivales, como aquellos inolvidables ante el Fuenlabrada, en el sur de Madrid, donde debió ganar por goleada y solo empató, o frente a la Real Sociedad B en La Romareda, donde se repitió sensación idéntica. También en jornadas de fallos gruesos en momentos clave, como el penalti marrado por Álvaro Giménez a última hora ante el Huesca que impidió un triunfo de alto valor. O aquella tarde de verano en Valladolid, con el marro de Azón a puerta vacía. Se pueden encontrar una decena de detalles más en estos siete meses que causaron entre el zaragocismo un pesar propio de quien no está tocado por la vara de las musas.
Sin embargo, el repaso de aspectos concretos de las tramas de los partidos, casos de los tiros a los postes -siempre los fallos más cercanos al gol- o de los tantos anulados (éxitos abortados por alguna falta previa, generalmente el fuera de juego y, desde hace un trienio, visados por el videoarbitraje), demuestran que el Real Zaragoza no es tan desgraciado. Al contrario, puede sentirse agradecido a la diosa Fortuna a estas alturas del torneo.
Postes y el VAR, aliados
El cuadro de Jim ha rematado cinco veces a los postes en estos siete meses de liga, en 30 partidos. Y puede lamentar aquel doblete al palo izquierdo de la portería del Huesca de Álvaro Giménez, que dejó escapar una victoria evidente. Pero cualquier queja se apaga cuando se aprecia que los rivales han golpeado los postes zaragocistas en 13 disparos, casi el triple de veces. Muchas de ellas, cerca de suponer derrotas, pérdidas de puntos que el Zaragoza sumó o de cambio radical del guion de los partidos. Recuérdese los duelos con el citado Huesca, el de El Plantío burgalés, el de Gran Canaria, el del Amorebieta, frente al Eibar y el Valladolid en casa o en El Molinón.
En los goles anulados por el VAR y fueras de juego revisados con líneas cibernéticas tampoco sale malparado el Real Zaragoza: dos veces le penalizó la regla a él, por seis a sus adversarios, el triple. Por un pelo se salvaron puntos clave, en Fuenlabrada, Lugo, Girona y, seguramente, el otro día ante el Almería.
