fútbol

¡Qué Alegría!

Álex Alegría enseño ayer una dimensión como delantero desconocida hasta la fecha. Marcó un gol de ariete puro y además sacó un balón bajo los palos que cuidaba Cristian

Real Zaragoza
Zapater y Alegría celebran el gol de la victoria.
Toni Galán

Por fin encontró el gol Alegría. Y por fin encontró el Real Zaragoza a Alegría, que parece lo mismo, pero no es igual. Su gol significó el triunfo ante el Tenerife y un paso trascendental en la huida de las brasas del descenso. La simbiosis entre equipo y jugador (y viceversa) se antoja esencial en el caminar hacia la permanencia. Porque, y esto es lo mejor, Alegría enseñó ayer bastantes más virtudes que el gol. Cuando tan poco hay que rescatar del banquillo para zurrar arriba, a excepción del chaval Iván Azón, todo un hallazgo.

Alegría es una palabra preciosa. De las más bellas del riquísimo idioma español (150.000 palabras). Quizá amor, libertad... Tampoco está mal iridiscencia, que es el fenómeno óptico donde el tono de la luz fluctúa creando pequeños arcoiris. ¡Menudo arcoiris abrió ayer Alegría tras la tormenta de Alcorcón y Oviedo! Alegría vino del Mallorca y procede de Plasencia (Cáceres). La palabra alegría viene del latín: ‘alicer, alecris’, que significa rápido, vivaz o animado en la lengua madre del español y de la cultura occidental. Sin más preámbulos, ayer por fin Álex Alegría hizo honor a su apellido con la camiseta del Zaragoza.

Llegado en el mercado de invierno, Alegría debutó jugando unos minutillos en Albacete. Después, había sido titular en los cinco careos siguientes: Ponferradina, Málaga, Sabadell, Alcorcón y Oviedo. Su aporte había sido escaso hasta la fecha. También es cierto que la escasa presencia del equipo aragonés en el área rival no ayudaba al desarrollo de su fútbol como delantero fijador, de referencia, de área. Esta premisa también es aplicable a la decepción apadrinada por el Toro Fernández o Vuckic: poco puede mostrar un jugador de área si su equipo apenas pisa el área...

No venía pisando el área Álex Alegría. Y cuando lo hacía, con timidez. Ni intimidaba, ni se ofrecía, ni siquiera interrumpía al rival. No hablaba en el campo. Habló, sin embargo, el jueves en la sala de prensa. Dijo lo obvio: el Zaragoza tenía poca presencia en el área. Políticamente incorrecto, dirán. Puede ser. Lo mejor es que ayer Alegría habló en el campo, con una actuación determinante en la victoria. Abrió el marcador con un remate de cabeza de delantero con regusto de antaño. El servicio de Bermejo, extraordinario. Pero no solo sumó en el área rival, sino que restó al adversario en la propia, sacando un balón, también de cabeza, bajo los palos. Además, bajó los balones con mucho criterio en una zona tan crítica como el área, los dejó al compañero, siempre se ofreció, siempre representó un incordio para el Tenerife. En suma, hizo mucho más que un gol. ¡Qué alegría! ¡Qué Alegría!

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