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El Zaragoza no sabe ganar en La Romareda

El juego del equipo de Víctor no se sostiene y extraña como nunca el apoyo de su afición, que ve cómo las opciones de ascenso directo se van por el sumidero

PARTIDO DE LIGA REAL ZARAGOZA - RAYO VALLECANO / 06/07/2020 / FOTO : OLIVER DUCH [[[FOTOGRAFOS]]]
PARTIDO DE LIGA REAL ZARAGOZA - RAYO VALLECANO / 06/07/2020 / FOTO : OLIVER DUCH [[[FOTOGRAFOS]]]
Oliver Duch

El fútbol post-confinamiento es otro; este Real Zaragoza, también. La cuarta derrota consecutiva en La Romareda terminó de evaporar ayer el recuerdo de aquel bloque consistente, cuajado, que iba lanzado hacia el ascenso con credibilidad y solvencia. La falta de juego solo puede ser compensada con capacidad competitiva o corazón, y los de Víctor Fernández ahora mismo no muestran ninguna de estas dos condiciones. 

El Real Zaragoza solo se sostuvo en la primera parte por la ventaja en el marcador que le dio el tempranero gol de Atienza, pero la superioridad del Rayo Vallecano fue manifiesta. Por eso no sorprende que, a raíz del primer gol en contra, el equipo se cayese. Tampoco que a la salida de vestuarios la tónica del encuentro fuese idéntica. 

Cuando cuesta tanto generar, resulta fundamental no cometer errores de bulto como los que ayer volvieron a condenar a un equipo desdibujado, sin argumentos, que para más inri no se puede encomendar a su afición. No es casualidad que este Real Zaragoza no se sepa ganar en su estadio porque, probablemente, solo el apoyo de la grada hubiese hecho reaccionar al equipo en la segunda parte tras el varapalo del 1-1. 

No se puede hacer la falta que comete Nieto; no se puede dejar a dos hombres solos en el segundo palo para que Juan Villar acabe marcando; y no se puede salir tras el paso por vestuarios con la ‘torrija’ que acabó de decidir el partido. Los pequeños detalles ya no son pequeños. Los fallos no son puntuales. Y La Romareda, vacía, ve cómo lo hecho hasta ahora se escapa por el sumidero.

Los 0 puntos de 12 posibles sumados en el coliseo zaragocista tras el parón cristalizan el desastre en casa. Los mismos jugadores que volaban antes de la irrupción del maldito virus son sobrepasados con facilidad por cualquier rival. Alcorcón, Almería, Huesca y Rayo Vallecano han asaltado con soltura un escenario que, en condiciones normales, debería ser un fortín. 

Ayer, cuando el gol de Javi Puado (2-3) hizo soñar con la remontada en el momento que peor pintaban las cosas, tras un cuarto de hora fatídico en el que Nieto y Atienza malograron las opciones de triunfo, se extrañó más que nunca el rugir de una hinchada que, a través del televisor, veía marchar el penúltimo tren hacia el ascenso directo. 

Una victoria lo hubiese cambiado todo. Más allá de la victoria del Cádiz, la jornada había resultado redonda para los intereses del cuadro aragonés, pero sin ganar no se puede ir a ningún lado. No todo está decidido ni mucho menos, pero no se puede esperar el fallo de los contrincantes eternamente. Quedan cuatro finales, dos de ellas en La Romareda, y es indispensable que el Zaragoza se reconcilie con su estadio y recuerde el significado de competir.

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