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Nayim: "Zaragoza me ha dado más que yo al Real Zaragoza: el cariño que recibo es impagable"

El autor del gol que le dio al Zaragoza la Recopa ante el Arsenal hace hoy 25 años confiesa su eterna unión con el equipo aragonés.

Deportes
Nayim, en los cielos de Zaragoza. Detrás, La Romareda.
Guillermo Mestre

Un cuarto de siglo después, seguimos hablando de esos tres segundos mágicos, del tiro parabólico que derribó a David Seaman y al Arsenal en el Parque de los Príncipes de París. Me gustaría que narrara usted esos tres segundos maravillosos, los más importantes en la historia del Real Zaragoza, los que conquistaron la Recopa de Europa.

¿Que narre yo el gol?

¿Quién mejor que su autor?

Íbamos 1-1. Últimos segundos de la prórroga. El tiempo estaba acabado. Todos esperábamos ya a los penaltis para decidir el campeón. Sacó de puerta Andoni Cedrún. Gustavo Poyet peleó la pelota de cabeza en el centro del campo. Los ingleses iban pero no iban…

Merson y Schwarz, en el medio, y Linigham y Morrow, detrás.

Eso es. El caso es que me llegó la pelota con tiempo y espacio para hacer algo. Pude controlarla bien, con bote, miré a ver si Esnáider estaba en fuera de juego, y también pude observar la demarcación del portero rival.

Seaman y su bigote…

Sí. En un margen muy escaso de tiempo, tenía que decidir. Y decidí pegarle a puerta.

La audacia de intentarlo desde el quinto pino. Más aún, tras el cansancio de 120 minutos. Zapatazo. Tres segundos de caída, de espera, y… ¡El gol del siglo!

Estaba muy lejos, pero cuando le pegué, sabía que le había pegado bien. Digan lo que digan, Seaman no estaba tan mal colocado, pues ellos siempre jugaban con la defensa adelantada. Lo busqué y entró. Si no lo hubiera buscado, no habría entrado. Todo lo demás, lo que vino después...

Lo que vino después es… historia, historia dorada del Real Zaragoza, un gol imborrable, un gol para la eternidad.

Ha habido goles en los últimos minutos como el título de Europa del Manchester United con el Bayern de Múnich, pero los goles fueron normales, por así decirlo, en un córner o de jugada. La verdad es que este gol lo tuvo todo, tanto por la distancia como por el momento concreto del partido en que llegó, cuando el rival ya no podía reaccionar. Pero lo más importante de todo es que este gol creó felicidad. Felicidad mía y de mi gente, que siempre será el la del Real Zaragoza. Y una felicidad duradera. Llega hasta hoy, 25 años después...

Dicen que usted ha marcado algún gol parecido.

Marqué uno desde muy lejos en la final de la Copa del Rey de juveniles con el Barça frente al Real Madrid en el estadio Santiago Bernabéu. Perdimos 3-1 y metí gol desde aproximadamente 35 metros. Fue a balón parado. El partido fue anterior a la final de Copa entre el Atlético de Madrid y el Athletic de Bilbao.

Ganó el Atlético 2-1, los dos goles de Hugo Sánchez.

Sí, lo recuerdo. Zubizarreta aún jugaba en el Athletic.

¿Y entrenando ha marcado algún gol parecido?

Con el Tottenham. Con Paul Gascoigne hacíamos apuestas a ver quién metía gol desde más lejos. Nos jugábamos unas cervezas en los entrenamientos del viernes, que eran más suaves. Gascoigne le pegaba a la bola de escándalo. Era un futbolista sensacional, y muy amigo mío además.

¿Le ganó alguna birra a Paul Gascoigne?

Sí, y él también a mí. Repito: Paul Gascoigne le pegaba a la pelota de fábula.

Siempre me ha intrigado la maravillosa casualidad por la que usted cayó en Zaragoza.

Di unas cuantas vueltas antes de caer aquí, sí. Me marché joven a La Masía, a Barcelona. Apostaron por mí y me subieron al primer equipo, pero me lesioné. Cruyff me apartó del equipo con 21 años. No podía ni entrenar ni entrar al vestuario. Lo pasé muy mal hasta que Terry Venables me llamó para el Tottenham. Era un reto jugar en Inglaterra, un fútbol diferente, y lo asumi como tal. Venables me ayudó mucho. Pero me llamó Víctor Muñoz para el Zaragoza y logró convencerme.

¿Cómo le convenció?

El Zaragoza era y es un histórico del fútbol español. Siempre jugó muy bien al fútbol el Zaragoza, con tendencia a la posesión, con muy buen toque de pelota, y a mí me gusta jugar al fútbol. Además, el estadio de La Romareda es un campo que me encanta. Y la afición, muy exigente, algo que estimula a crecer como jugador. No me lo pensé y vine.

Aseguran que Zaragoza y usted se enamoraron desde el primer instante.

Es cierto. En el primer entrenamiento, en el primer rondo, ya me di cuenta de que había fichado por un conjunto de nivel. Entrabas en un rondo y no sabías cómo salir: Juan Esnáider, Paquete Higuera, Pardeza, Gustavo Poyet, Santi Aragón, Belsué, Cáceres, Chucho Solana… ¿A quién le podía quitar le pelota?

No era fácil, no...

Era un equipo maravilloso. Creíamos en un estilo y lo defendimos hasta el final. En eso acertó plenamente Víctor Fernández. El Zaragoza desarrollaba un fútbol de categoría, de muchísimo nivel. La victoria ante el Arsenal, que defendía el titulo, no fue casual, sino el premio a un equipo que siempre buscaba y muchas veces conseguía jugar bien al fútbol.

Los partidos importantes los ganan los jugadores importantes...

¡Buena frase! Y gracias por lo que me toca... (sonríe).

Su gol es el más importante de la historia del Real Zaragoza. Pero ¿le ha dado más usted al Zaragoza o el Zaragoza a usted?

Sin ninguna duda, Zaragoza me ha dado más que yo al Real Zaragoza. Me ha dado algo esencial: cariño. El cariño que recibo todos los días, y cuando digo todos es todos, es impagable. ¿Cuántas veces me habrán hecho recordar ese gol? Qué sé yo… infinitas veces. Estaré siempre ligado a ese gol y a esta ciudad. Aunque recuerdo que para ganar, Esnáider marcó antes otro golazo.

Ya lo creo, menudo zurdazo.

Zaragoza forma parte de mí. La celebración posterior, que fue increíble en la plaza del Pilar, el título que ahora recordamos. Y ya han pasado 25 años... Qué más le diría... Tengo dos calles con mi nombre, un parque en Alagón... Es impagable la cantidad inmensa de cariño que me dan Zaragoza y Aragón. Incluso la gente que habitualmente no va al fútbol.

A eso se le llama trascender al deporte.

Recuerdo que un día me dijo un señor que solo recordaba el gol de Iniesta, que nos dio el título mundial, y el mío, que le dio la Recopa al Zaragoza...

Si no hubiera sido por la maldita pandemia, hoy el Zaragoza habría recibido en La Romareda al Real Oviedo con muchos números de haber consumado el ascenso a Primera...

Habría sido precioso que los Héroes de París hubiéramos saltado al campo hoy. Ya lo he pensado, ya. Me tira mucho el Zaragoza.

Mucho, no: le tira todo…

Es cierto. Jugué en otros clubes grandes, pero mi equipo es el Zaragoza. Y la ciudad también significa mucho para mí. Tanto que he hecho aquí el confinamiento del coronavirus. El Real Zaragoza me hace sufrir y gozar, es parte de mi vida. Lo paso mal en los malos momentos. Pero este equipo no morirá jamás. En La Romareda se sigue respirando fútbol aunque sea en Segunda. Se vibra. La afición es de lujo. Nos hemos ganado a pulso la felicidad. Merecemos subir, ser felices con el Zaragoza.

Usted nos hizo felices, Nayim.

Esa es la razón primera del fútbol: hacer feliz a la gente. Yo tuve la suerte de que me hizo feliz mi equipo, que, por supuesto, es el Real Zaragoza.

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