La defensa como problema

El Zaragoza es uno de los equipos más goleados de la categoría, cuestión que amenaza sus opciones de ascenso. Raúl Agné, como antes Luis Milla, sufre ya los desequilibrios derivados de la confección veraniega de la zaga.

Jorge Casado busca robar la pelota a Ricardo Vaz, jugador del Reus, en el partido del sábado.
Jorge Casado busca robar la pelota a Ricardo Vaz, jugador del Reus, en el partido del sábado.
Aránzazu Navarro

El Real Zaragoza ha encajado 22 goles en 16 jornadas, una hemorragia que le señala como una de los equipos con peores números defensivos de la categoría y que resulta, en su más profundo análisis, incompatible con cualquier aspiración de ascenso a Primera División. La Segunda División funciona como un ecosistema de naturaleza impredecible y variable, pero se apoya, con sus últimas ediciones como referencia, en un paradigma: a Primera es más sencillo subir encajando pocos goles que marcando muchos.


Alavés, Éibar, Deportivo, Osasuna… El perfil de equipo ascensor en las últimas temporadas está bien definido: musculatura colectiva, defensas rigurosas y gladiadoras, y un escudo de protección forjado por hombres de pocos adornos, pero espartanos, con eficiencia, experiencia y fiabilidad en su carta de presentación.


Al Zaragoza, el paso de las jornadas, las circunstancias propias del paso de los partidos (sanciones, lesiones, ausencias…), e incluso un cambio de entrenador, le han ido dejando la defensa desnuda frente al espejo. No es cuestión tanto de goles encajados, sino de la facilidad con la que se los hacen. El Reus, por ejemplo, apenas pisó dos veces el área y le marcó dos.


Los fallos individuales superan cualquier explicación de rango colectivo o táctico. Donde un día fue Irureta, apareció luego en la foto Bagnack. Y, cuando no, como anteayer, el desliz porta la firma de Casado. Y si no han sido Isaac o Fran descuidando el patio trasero…


La defensa del Real Zaragoza se tambalea a nada que falta uno de sus actores principales. Únicamente la baja de Marcelo Silva ha abierto una falla que cruza la defensa de punta a punta y que ya ha engullido a alguno de sus edificios más inestables, como Bagnack.


A Agné le ha sucedido, en este proceso, lo mismo que a Luis Milla. Ambos acabaron acorralados por la propia confección de una defensa demasiado descompensada en su origen, dividida por una abrupta brecha entre titulares y suplentes, un problema que también alcanza a otras parcelas de la plantilla. Pero el caso de la defensa resulta especialmente crítico, pues ninguna otra línea suele estar tan expuesta a la zozobra de las sanciones.


Que Cabrera y Marcelo Silva -dos centrales de acero en los pies- podían perderse partidos a lo largo del año no era muy difícil de pronosticar. Esto no es nuevo: se conoce desde el día que el Zaragoza acabó su figura actual, ya pasada la hora (el 7 de septiembre) con el fichaje de José Enrique, auspiciado por Alberto Zapater.


Al final, Raúl Agné, como antes Luis Milla, ha terminado haciendo equilibrios sobre el débil cable de su defensa y la única salida, en ambos entrenadores, a ese paseo sobre el precipicio ha sido la misma solución de emergencia: recurrir al zurdo lateral José Enrique como central… pero como central derecho. Lo hizo Milla en Sevilla y se ha agarrado al mismo salvavidas Agné.


Al valenciano da igual dónde ponerlo porque su fútbol escapa de las notas

medias de la categoría. Su oficio, uso de su anatomía y conceptos defensivos lo hacen viable en cualquier posición de la zaga. La cuestión surge en lo que se pierde. Si la movilización de José Enrique al eje en lugar de las soluciones naturales que ofrece el diseño de la plantilla –como Bagnack o Popa– compensa lo que el valenciano proporciona al lateral, donde había instaurado un señorío defensivo y una clara vía de creación en el juego del equipo. La respuesta es Jorge Casado, cuyo historial de errores en el Zaragoza (como ya hiciera en el Betis) crece de modo imparable. Sale a traje por partido. El último se lo confeccionó con la soltura de un juvenil Alberto Benito, lateral derecho del Reus.


Reubicar a José Enrique no solo descubrió la rajadura izquierda en el cortinaje defensivo del Zaragoza, sino que también dejó tuerto al equipo por ese lado. La prueba está en esos minutos finales, de corazón y casta, en los que José Enrique, por su espacio natural, empujó al Reus sobre su área. El Zaragoza se subió a los hombros de piedra del futbolista valenciano hasta tal punto que toda su ofensiva, Lanzarote incluido, se trasladó a ese costado.


Mientras tanto, por el camino, yacen las figuras infrautilizadas de Popa y Bagnack, los elegidos por Narciso Juliá y Albert Valentín en verano para darle profundidad a la defensa. Dijo Raúl Agné tras los escandalosos errores del camerunés en Getafe –dentro de una actuación personal globalmente aceptable– que no era cuestión de señalar culpables.


No obstante, fue el propio entrenador el encargado de hacerlo solo unos días después: sentó a Bagnack contra el Reus, retirándole la confianza justo en el partido en el que residían las mínimas opciones para su rehabilitación. ¿En qué papel queda ahora Bagnack? ¿Gestionará Agné la fatalidad de Casado contra el Reus del mismo modo que con el camerunés?


Aún más al fondo de este pantanoso debate se encuentra la figura perdida de Popa, rumano de 19 años fichado del juvenil del Inter, y con ciertas adversidades de adaptación a Zaragoza y al equipo.


Estos problemas del conjunto aragonés, más de defensa que defensivos, ya los analizó en clave crítica Raúl Agné el pasado sábado. Aludió a causas de "naturaleza", deseó la recuperación de gente "para utilizar a cada uno en su sitio" o lamentó las consecuencias de "mover muchas piezas en defensa", aunque se resignó a "convivir con ello".

La planificiación de la defensa

En definitiva, debajo de ese prudente y suave tono de los mensajes del entrenador, hunden sus raíces las dificultades del Zaragoza en este apartado: lo que se ha desvelado como un severo problema de planificación. La dirección deportiva optó por Popa como joven al que rodar entre Marcelo Silva y Leandro Cabrera a la espera de encontrar un tercer central de mayor bagaje. Pero el tiempo de agosto corrió y el día 31, conforme se agotaban las horas del plazo ordinario de fichajes, se tomó el atajo de Macky Bagnack, defensa de 21 años conocido de Juliá en la etapa del Fútbol Club Barcelona, entonces en el filial del Nantes sin apenas aportación y que en esos días finales del mercado contaba con una oferta del Huesca para jugar en su filial, el Almudévar de Tercera División. Finalmente, Bagnack, que hace solo unos días cambió de agencia de representación para firmar por Promoesport, vino al Zaragoza con la contribución ya conocida.


Queda ahora por ver si el club aragonés se decide a meter el bisturí del mercado de enero en la defensa (o un central, o un lateral izquierdo...) como preveía hacerlo en otras posiciones. Hace un par de semanas no era un asunto primordial, a la espera de que Agné evaluara las opciones disponibles. Pero, como parece, el técnico ya hablado: ni Bagnack (solo 161 minutos jugados en toda la liga) ni Popa (solo 7 minutos), como a Luis Milla, le sirven de gran cosa.

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