Guitán, Güitián, Güitán, Guitain, Guitiain... de todo, menos Guitián

En una sorprendente coincidencia de dificultad memorística, el apellido del nuevo fichaje no se queda en la mente de muchos zaragocistas.

Guitián, en su presentación en La Romareda.
Guitián, en su presentación en La Romareda.
Asier Alcorta

Alberto Guitián Ceballos, muchacho cántabro -de Los Corrales de Buelna- de 25 años, es desde el pasado día 1 futbolista del Real Zaragoza. Apenas lleva 12 días en la capital aragonesa pero, sin duda, se trata del jugador que de más formas y vocablos diferentes ha sido nombrado por la afición y el entorno zaragocista en tan corto espacio de tiempo.


Se trata de una sorprendente e inesperada dificultad memorística que afecta a una evidente parte de los aficionados blanquillos y el zaragocismo en general. No se sabe bien por qué, no está clara la raíz de este problema, pero lo cierto es que ocurre día a día: a mucha gente le resulta imposible memorizar su apellido, su nombre de guerra futbolístico: Guitián.


A Alberto lo están llamando de todo en estos primeros días en Zaragoza: Guitán, Güitián, Güitán, dándole sonido a la primera u muda. También hay quien lo 'vasquiza' o 'navarriza', mencionándolo como Guitain o Guitiain. Asimismo, sonorizando la u en estos casos: Güitain o Güitiain. Algo digno de ser analizado desde un prisma sociológico, tal vez desde un área psicotécnica.


Porque lo que resulta evidente es que este apellido, de origen gallego (de Lugo, más exactamente), que tiene extensiones censadas en Asturias, Cantabria (como es el caso), Madrid, Barcelona, Vizcaya, Cádiz y Canarias hasta un total de 858 ciudadanos españoles con él, bien como primero o bien como segundo, suena a chino en tierras aragonesas. Tanto que, para muchos, genera dificultades para archivarlo correctamente en su memoria, para meterlo correctamente en el disco duro del cerebro y tenerlo a mano siempre sin error. Curioso efecto, sin duda alguna.


No existen antecedentes similares a este caso de Guitián, que firma Guity en su Twitter, mucho menos tratándose de un vocablo español. Como caso aproximado, similar, cabe citar el del brasileño Jamelli, que vino al Zaragoza desde Japón en 1998 y jugó en La Romareda hasta 2002, ganando la Copa del Rey de 2001 al Celta. De entrada, en las primeras publicaciones sobre su fichaje -era un jugador desconocido- se escribió su fichaje de tal guisa: Yameli, es decir, según se pronuncia en portugués. Una vez aquí, aclarada la morfología de su nombre, muchos pasaron a llamarlo Jameli (con jota bien marcada en el arranque, como quien dice Jesús) o, incluso, Jamelli (con jota de Jesús al inicio y elle de lluvia al final). Un lío que tuvo su gracia.


De otra índole fue el problema de transcripción que vivió Radomir Antic cuando vino al Real Zaragoza por dos años en su época de jugador (de 1978 a 1980). En esas dos campañas, el entonces yugoslavo -ahora Serbio- fue nombrado siempre por escrito como Antich. Con che de chocolate al final del apellido de sus ancestros, sin que nadie, profanos o más duchos en la materia idiomática, entrase a considerar que los idiomas balcánicos terminan casi todos sus nombres propios en ce (Antic) que, eso sí, siempre se lee como che. Las hemerotecas están repletas de crónicas, entrevistas e informaciones sobre Radomir aludiéndolo como Antich (como si tuviera algo que ver con ese apellido catalano-balear que se traduce al castellano como Antiguo). Fue algo que se generalizó y que, pese al error manifiesto, nadie solucionó entonces. Solo años después, cuando volvió como entrenador, la hache final se perdió feliz y acertadamente. Hoy, a nadie se le ocurriría llamar Antich a Antic en los documentos y publicaciones escritas. Durante dos años, en Zaragoza sucedió.


Ahora, el caso a solucionar es el de Guitián. Será cuestión de tiempo... o no.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión