Kenan Karahodzic: "He introducido el flamenco en el vestuario"

Kenan Karahodzic (Backa Topola, Serbia, 1996), jugador del Levitec Huesca, afronta la vida con una sonrisa a pesar de haber vivido una infancia difícil.

Karahodzic, en el exterior de la que ahora es su casa, el Palacio de los Deportes de Huesca.
Karahodzic, en el exterior de la que ahora es su casa, el Palacio de los Deportes de Huesca.
rafael gobantes

Jueves pasado de madrugada, el Levitec Huesca regresa de Madrid tras haber perdido por solo dos puntos con el Canoe, una derrota que suponía dejar de ser colíderes de la liga LEB Oro. Caras largas en la expedición oscense hasta que usted comenzó a hablar y levantar el ánimo, ¿qué les dijo?

Lo que suelo pensar habitualmente, que hay cosas mucho peores que perder un partido. Por eso yo intento estar alegre siempre. Todo lo que te pase se quedará atrás, en el pasado, y tú tienes que seguir viviendo. Si no ganas un partido, o en otros ámbitos algo no te sale bien, hay que continuar con la cabeza alta porque ya llegará un resultado mejor la próxima vez.

Esa manera de tomarse el baloncesto y la vida facilita que sea parte de la argamasa que une un conjunto en el que conviven jugadores de siete nacionalidades distintas.

Todos los compañeros son espectaculares, pero cada uno es muy diferente, por eso se necesita a alguien como yo para unir. Soy el Joaquín del baloncesto. A él siempre se le ve muy alegre con el Betis y a mí me pasa igual. Cuando llegué a Huesca no se ponía música en el vestuario, así que introduje el flamenco para que aprendiesen un poquito de cultura andaluza.

¿Un serbio escuchando flamenco?

Llegué a España con 14 años a la cantera del Unicaja de Málaga. También he jugado en el Partizan de Belgrado y en el Oviedo. Yo tengo mi casa en Serbia, pero mi familia es de bosnia y he jugado con su selección; se puede decir que soy serbo-bosnio-andaluz-asturiano y ahora también aragonés.

Habla de que su hogar está en Serbia, allí vivió una infancia complicada.

Cuando tenía siete años mi madre se fue de casa y ya no he vuelto a tener contacto con ella. Se dónde vive y me tuvo que firmar unos documentos cuando vine a España, pero nada más. Mi padre y mi abuela paterna nos sacaron adelante a mí y a mi hermano mayor. No teníamos mucho, pero era un niño, no entendía demasiado y vivíamos en un pueblo pequeño de 800 habitantes. En ese ambiente tampoco necesitaba muchas cosas, recuerdo que me gustaba mucho ir al bosque a correr.

Después se trasladaron ya a una localidad más grande.

A Backa Topola, es una ciudad de 15.000 vecinos. Mi hermano tenía que ir allí a entrenar todos los días porque en el pueblo no había equipo de baloncesto y mi abuela decidió que nos trasladásemos. Está cerca de la frontera con Hungría y en ella vive gente de 14 nacionalidades diferentes. Hay colegios que dan las clases en serbio y otros en húngaro. Por la calle escuchas todo tipo de idiomas.

¿Fue entonces cuando se interesó por el baloncesto?

Yo había jugado siempre al fútbol y de hecho aún ahora en verano es el deporte que más practico. Un día entré en el pabellón donde jugaba mi hermano y le dije a un entrenador amigo suyo si podía tirar a canasta. Fue la primera vez que lo hice.

Cuatro años después entró en el Unicaja.

Empecé en el KK Topola, luego pasé al Spartak de Subotica. Fui a un campus en Montenegro recomendado por Kosta Jancov, que había sido director de cantera del Unicaja, y de allí salté a Málaga. Fue de locos, viajé para probar siete días y ya me quedé. Llamé a mi padre y le dije que me querían, él me respondió que adelante. Todo era muy diferente, los horarios de la comida, por ejemplo, que en España son más tarde que en Serbia. Era diciembre y una de las cosas que me sorprendió fue que no había que llevar chaquetón; a eso me acostumbré rápido.

Y ahora, en Huesca.

De aquí me dijeron que hacía un poco de frío, pero estoy teniendo suerte porque lo que estoy viendo es mucho sol. Me encanta sentarme en el centro a tomarme un café y ver a la gente pasar, es algo con lo que los serbios disfrutamos. Pude visitar el castillo de Loarre y ahora estoy a la espera de que mi compañero Pablo Domper, que es de Barbastro, me lleve a degustar vino a una bodega. No es que sea un experto, pero me gusta probar y conocer cosas nuevas.

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