El triunfo indiscutible

A estas alturas de campaña, con el ser o no ser en juego, cada victoria adquiere un valor absoluto. El miércoles, en La Romareda, frente al Espanyol, puede concluir su largo camino hacia la supervivencia.

Este ha sido un paso básico en el camino hacia la salvación, por más que la frontera del descenso siga situada a dos puntos o el Tenerife y el Málaga acechen desde una cercana posición. El Real Zaragoza cumplió con su exigencia fundamental en Riazor: ganar por encima de cualquier consideración, ya sea ésta de fondo o de forma, de méritos o de casualidades del azar. La conquista de la victoria, como una obligación de resultado, era el asunto capital. Ningún otro tema tenía tanto contenido en una cita de sábado de horario unificado para quienes corren y sudan por el ser o no ser. En este sentido, el Real Zaragoza de José Aurelio Gay y Nayim cumplió de manera irreprochable.

De su enfrentamiento ante el Depotivo de La Coruña regresa reforzado en sus posibilidades de permanencia en la élite del fútbol de nuestro país, para algunos la liga más competitiva del Viejo Continente, aunque en esta ocasión no haya españoles en la final de la Champions (en el Bernabéu) o Arsene Wegner, entrenador del Arsenal, la descalificara recientemente. El Zaragoza gana enteros en sus aspiraciones por dos razones elementales. En primer lugar, porque la victoria conquistada fuera de casa a estas alturas de campaña adquiere un considerable valor. En segundo, porque el miércoles puede activar un efecto multiplicador en su significado. Recibe al Espanyol en La Romareda. El equipo que entrena Pochettino está instalado en la parte media de la tabla, en ese territorio que ha venido a denominarse comúnmente zona de nadie, donde ya todas las suertes son conocidas. En el envite, al conjunto de Barcelona no le va más que la dignidad y el honor profesional. Al Zaragoza, en cambio, aún le afectan necesidades vitales, las mismas por las que viene luchando desde que se decidió poner en marcha la revolución de invierno. Ahora, en mayo, es cuando está a punto de cobrar pleno contenido. De la diferencia de necesidades y obligaciones se supone que saldrá un Zaragoza mejor perfilado en sus intenciones y más dispuesto al esfuerzo sostenido.

Es posible que se trate de la última entrega personal y colectiva en la larga marcha por la supervivencia emprendida el pasado mes de enero. Desde entonces se halla el Real Zaragoza en la disputa de sucesivas finales. Una ha sido sucedida por la siguiente, en una concatenación demoledora para cualquiera. El esfuerzo psíquico realizado hasta aquí ha sido colosal. Casi cada encuentro de la segunda vuelta se ha disputado bajo esta pesada carga mental, muchas veces origen en el fútbol de ansiedades desmedidas, de nervios paralizantes o de bajones de rendimiento inexplicables, con apariencias de desidia. Sin embargo, parece que el Real Zaragoza actual ha tomado la medida a la presión que supone jugarse la vida semana a semana. Diríase que se ha hecho a las condiciones duras de los fondos. Ayer, frente al Deportivo, se movió con una estabilidad notable en su comportamiento. Hizo aquello que había interorizado desde un principio, sin que nada ni nadie lo sacara del guión previsto. Ajustó lo que pudo en defensa y buscó a Adrían Colunga en un pase vertical y con ventaja. Consiguió ambas cosas a juzgar por el resultado. Es cierto que algunos errores de interpretación los pudo pagar caro. Pero no es menos verdad que ni siquiera esos lances lo sacaron del cauce por el que quiso moverse en todo caso. Tampoco se dejó afectar pos los silbidos que el público de Riazor dedicó a Ángel Lafita, cuya reaparición en el equipo fue una buena noticia.

Aunque se percibe que al canterano le faltan la finura y el ritmo que sólo dan los partidos, en su presencia se notó poso y saber estar. El equipo, considerado en su globalidad, lo agradece. En estos trances definitivos por la salvación es un valor añadido considerable, con el que pocos equipos de la zona de abajo cuentan. Lafita es uno de esos jugadores que se elevan sobre las circunstancias, de la misma manera que Roberto o Jarosik.