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Lola Fernández Ochoa: "Blanca era, es y siempre será el espejo en el que me miro"

Integrante de una saga familiar sin paragón en el deporte español, ofreció una conferencia en Zaragoza sobre salud y deporte.

Lola Fernández Ochoa, en Caixa Fórum.
Lola Fernández Ochoa, en Caixa Fórum.
Oliver Duch

Lola Fernández Ochoa, en Zaragoza.

Me siento muy bien aquí. Me siento muy unida a Zaragoza. Muchísimas vivencias en el Pirineo, en Panticosa, en Zaragoza... Gente maravillosa. Hoy estamos aquí en el primer Seminario Salud Mental y Deporte, organizado por Fundación Blanca de Apoyo al Deportista y Renfe, además de Renace. También hemos llegado a un acuerdo con el Gobierno de Aragón, además de la cátedra con la Universidad de Zaragoza.

¿Apellidarse Fernández Ochoa es un orgullo o una exigencia?

Hoy en día es un orgullo, pero es cierto que cuando era deportista y veía a mis hermanos mayores, era una exigencia enorme. Los veía ahí, olímpicos, medallistas...

Y hacerlo mejor era complicado…

Paco fue pionero en Sapporo 72. Igual que Severiano Ballesteros con el golf.

En la España de entonces no había pistas de esquí ni campos de golf… Tremendo.

Blanca también fue pionera.

Como Arancha Sánchez Vicario y Conchita Martínez.

Arancha y Blanca eran de la misma edad. Muchas veces a Blanca le llamaban Arancha.

Pocas como Blanca abrieron puertas y derribaron techos.

Blanca fue referente de muchas mujeres. También, el mío, que la tenía en mi misma casa. Era y es el espejo en el que me miro. Siempre lo será. En la familia, fuimos seis olímpicos: Paco, Juan Manuel, Ricardo, Luis, Blanca y yo.

Seis de ocho hermanos. Ese genoma Fernández-Ochoa…

Mis hermanos mayores también ejercieron una gran influencia. Yo quise ser esquiadora cuando mis hermanos venían de sus viajes lejanos, abrían sus maletas y allí observabas vivencias únicas, experiencias fantásticas. Recuerdo cuando mi hermano ganó la medalla olímpica. Verle bajar del avión con la corona de laurel… ¡Yo quería ser como él!

Y ahí estuvo…

Pero me rompí la rodilla en el 84. Blanca ganó la medalla en Albertville 92. Antes, no tuvo suerte en Calgary.

La maldita caída cuando tenía el oro en el bolsillo…

He hecho muchos viajes, pero el de Albertville fue el más emotivo de mi vida. Además, el final fue maravilloso, único.

Y ahora, quiere devolverle todo lo que le ha dado, todo lo que Blanca dio al deporte español.

Blanca llevaba ya un par de años mal. Estaba viviendo conmigo. Su fallecimiento fue muy duro para todos. Al principio, lo llevé mal. Después, lo pensé hasta que decidí actuar creando la fundación.

Fundación Blanca de Apoyo al Deportista. ¿Qué persigue?

Ayudar al deportista, sobre todo en su retirada. Un deportista de élite no suele pensar en que la gloria termina un día, igual que no piensas en que te vas a lesionar. Yo me rompí la rodilla en unos Juegos Olímpicos y sé lo que es eso. Tienes que reinvertarte y eso es duro. Queremos que la retirada no suponga un trauma, que sepan que el deporte de élite es efímero y la vida es muy larga.

Cuando se apagan los focos…

Cuando se apagan los focos, queremos que no haya juguetes rotos, que sepan que hay personas que les van a ayudar a estudiar con becas, también en empleabilidad.

La veo muy sonriente, muy maja, Lola.

Gracias. Es que es muy bonito ayudar a los demás. Me siento muy feliz así. El mensaje lo vamos a trasladar a través de un pequeño documental con grandes ídolos como Carlos Sainz, Ruth Beitia, Edurne Pasabán, Pedro García Aguado, Almudena Cid, Regino Hernández, que hoy está aquí también… Se pasan momentos duros, incluso de depresión o angustia. Lo que hay que hacer es pedir ayuda. No pasa nada por que un deportista de élite enseñe su debilidad. Cuidar la mente es tan importante como cuidar el cuerpo.

Muchas gracias por todo, Blanca. Perdón, Lola...

Tranquilo, mucha gente me llama Blanca. Y gracias a usted por compartir nuestro mensaje.

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