Esther Lahoz: "Corriendo, he podido pensar, soñar, evadirme y asumir riesgos"

Esther Lahoz (Pancrudo, Teruel, 1963) es una de las grandes atletas aragonesas: participó en dos Olimpiadas, Seúl-1988 y Barcelona-1992.

EEsther Lahoz sigue vinculada a la Federación de Atletismo y es entrenadora.
EEsther Lahoz sigue vinculada a la Federación de Atletismo y es entrenadora.
Francisco Jiménez

Esther Lahoz es leyenda viva. Ha sido internacional 51 ocasiones y ha pertenecido a Scorpio-71 con un inmenso orgullo. "El atletismo ha sido mi vida. No era buena en fondo y era mediocre en velocidad, pero me sobrepuse, creo que porque tenía sentido de equipo y porque siempre he intentado darlo todo. Era tímida, introvertida y asustadiza, y el atletismo me cambió. Me enseñó mundo, me abrió puertas, me dio grandes amigos y me hizo un poco conocida. Si estamos aquí hablando es porque he corrido y he puesto el cuerpo y la fortaleza física natural que he tenido en todas mis pruebas", dice. 

Quizá de su serenidad y de su ausencia de afectación te das cuenta después cuando vuelves a oír sus palabras: la conversación al calor de una comida de una hora y media que te lleva alrededor del mundo, allá donde no había pistas y donde sí las había y las hubo: Seúl, Barcelona, Zaragoza o Vallehermoso, entre otros muchos lugares. "Allí vi correr una vez a Edwin Mooses, el gran atleta norteamericano de 400 vallas, y me impresionó por sus ejercicios de calentamiento, por su mentalización y luego por su técnica. No he sido mitómana, pero verlo a él, como espectadora, era impresionante. Una lección de atletismo y de humanidad y de entrega. Era como de aquí y de otro planeta a la vez».

Si le parece, ya que estamos metidos en el carril o en la calle que más le guste, empecemos en la salida: Pancrudo.

Es mi pueblo y me marcó muchísimo. Soy la menor de siete hermanos, hijos todos de padres humildes, con pocas tierras, que se dedicaban a la agricultura y ganadería. Mi madre se murió de un cáncer de colon en 1971.

¿Tendría usted ocho años y se le abría un foso de desconcierto, no?

Claro. Se puede imaginar cómo vivimos todos eso. Yo me vine a Zaragoza con algunos de mis hermanos: teníamos un piso de 48 metros en la Avenida de Goya, ocho de pasillo, decíamos, y vivíamos todos. De cuando en cuando volvíamos al pueblo, Pancrudo, que es más bien altiplano, pero también a Orrios, que es de vega, porque mis padres eran de allí. Y teníamos tíos que nos cuidaban y, a la vez, los mayores hacían un poco de padres. Hemos sido una familia muy unida a la que le han gustado las saraos, los follones, el hecho de vivir juntos.

"Los españoles teníamos un poco de complejo de inferioridad y el atletismo nos ayudó"

¿Le debe su condición de atleta a los dos pueblos turolenses?

Creo que no. Quizá me hizo un poco más fuerte. A veces había que trabajar en el campo: cosechar, labrar, plantar, echar una mano, y luego te pasabas todo el tiempo con los amigos, con la bici, subiendo y bajando cuestas. Pero empecé a dedicarme al atletismo en la Universidad Laboral. Con mi hermana Flor, que iba, me apunté a jota. Aunque no le diera importancia, también me hizo fuerte.

Nunca lo habría pensado así.

Tras haber estudiado en la Sagrada Familia, en la Universidad Laboral de Zaragoza todo fue distinto. Me dieron una beca. En casa hemos pasado por períodos complicados y había que elegir muy bien qué se compraba y qué no. Ingresé en el gran edificio, ‘la Colmena’, en el que residían entre 3.000 y 4.000 chicas de todo el país. Para mí fue una experiencia maravillosa. Era otro mundo: teníamos muchas actividades extraescolares, laboratorios de idiomas o de química, yo qué sé… Ahí sí empecé a dedicarme al atletismo. Vivimos una época de huelgas y reivindicaciones, entre ellos el horario continuo hasta las tres y media. ¿Qué íbamos a hacer por la tarde? Gracias al profesor de Educación Física, Pedro Pablo Fernández, clave en mi formación, apareció el atletismo en mi vida. Aprendí mucho con él y con las llamadas ‘las chicas de la Laboral’, que eran conocidas fuera. Fuimos campeonas de España de deporte escolar y nos apuntamos al Scorpio 71.

Usted ha corrido 200 (fue campeona de España en pista cubierta), 400 metros lisos (donde fue cuatro veces campeona absoluta de España al aire libre y otras cuatro en pista cubierta), y 400 vallas, un título… ¿Qué le llevó a elegir esas puebas?

Como no era buena ni en fondo ni en velocidad, empecé a participar en pruebas combinadas, y poco a poco fui inclinándome por esas pruebas, que son difíciles.

¿Por qué?

En 400 debe salir a buen ritmo, debes sostenerlo todo lo que puedas hasta el 300, ahí suele bajar la velocidad, incluso cuando se logra un récord nacional o del mundo, y hacer todo lo que puedas en el último tramo. Competí en vallas, sin ser una gran vallista, porque también me daba posibilidades de participar por equipos en competiciones europeas.

¿Fue fácil su carrera?

Sinceramente creo que no porque tuve rivales estupendas en mi época: Sandra Myers, era una mujer muy generosa y carismástica y aceptábamos su liderazgo; Blanca Lacambra, Maite Zúñiga, Julia Merino, que era excepcional y tuvo una carrera corta, Gregoria Ferrer, Mirian Alonso... Todas tenían mejores marcas que yo, pero mi sentido de equipo me permitió correr con ellas y contra ellas.

¿Le marcó alguien?

Tuve una relación maravillosa con Rosa Colorado, que era un poco mayor que yo, y me aconsejó muchas cosas: cómo entrenar, cómo competir, cómo superar los nervios. Piense que los españoles, por nuestra historia, teníamos un poco de complejo de inferioridad y el atletismo también era una escuela de aprendizaje. Y de amistad. Rosa era excepcional. En las concentraciones, las chicas nos llevábamos muy bien y hablábamos de todo.

¿Hasta de amores?

De los estudios, de la vida familiar, de amores, y a veces les poníamos notas a los chicos. Los atletas españoles tenían muy buen cartel: eran muy atractivos. Ahora hay un desparpajo distinto.

Estuvo en Seúl.

Sí. Y me impresionó la villa olímpica, cómo amaban el atletismo, cómo te trataban. Ibas a cruzar un semáforo y veía a una persona normal de la calle que podía hacer estiramientos en ese instante. Me encantó la experiencia, aunque por un problema burocrático no nos dejaron competir al equipo español de 4 x 400.

Y luego Barcelona-1992.

Fue una fiesta. Se había trabajando muy bien y se vieron los frutos. Unas Olimpiadas son la reunión de todos los deportes y todos los deportistas y eso emociona. Entre otras cosas vi en la pista el triunfo de 1.500 de Fermín Cacho.

El año 2023 se celebra el centenario de la Federación de Atletismo. ¿Qué significa?

Es el premio a una pasión y a un esfuerzo. Significa que el deporte base sobrevive a todas las dificultades que tiene seguir existiendo como federación.

Se trabaja en un documental de los olímpicos aragoneses, de Sonia Llera y Pedro Piñeiro, y Sergio Muro como guionista.

Estamos muy ilusionados. Carlos Mayo y yo hacemos de conductores con Sergio, atleta y artista, y será una experiencia fantástica. Correr ha sido mi vida y me ha permitido hacerlo todo: pensar, soñar, asumir riesgos, evadirme, reflexionar sobre el éxito y el fracaso e intentar dar siempre lo mejor de mí misma.   

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